Desde que son pequeños, los hijos solicitan constantes atenciones, afectivas y educativas, a los padres, y estos se esfuerzan por atender dichas demandas. Aunque es muy fácil atravesar la delgada línea que separa el cariño y la educación de una sobreprotección que puede convertirse en un arma de doble filo que perjudique, en lugar de ayudar, al crecimiento del adolescente. Los hijos pueden acusar esta sobreprotección cuando tengan que enfrentarse a situaciones tan cotidianas como resolver un conflicto con los amigos, responder a sus obligaciones en el colegio o en casa e incluso a la hora de afrontar exámenes o situaciones nuevas que aparezcan en su vida y ante las que no sepan comportarse si son siempre sus padres los que actúan por ellos. Por eso es muy importante permitir a los hijos, y con mayor atención cuando atraviesen la adolescencia, enfrentarse a las situaciones propias de su edad con naturalidad y sin miedo.
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