La importancia de un trabajo de educación es hacerlo en grupos donde haya un intercambio de criterios, una relación interpersonal con la presencia de valores, roles, sexual y de género y participación social.
Una educación para la salud sexual y reproductiva debería iniciarse antes de la adolescencia si se desea tener un buen impacto en los jóvenes, quizá comenzar desde los ocho a 11 años, anticiparse si se quiere, que el adolescente esté mejor preparado.
Mostraremos que es importante la identidad sexual, la sexualidad desarrollada sana y responsable como placentera, buscar la afectividad y amistad entre los adolescentes y sus familias, tomar en cuenta la equidad de género como la prevención de violencia doméstica y la violencia sexual en los jóvenes.
Ver en cada uno, una maduración sexual para que sus relaciones con la pareja sean con una buena comunicación y responsabilidad.
Toda educación ayuda a mejorar las actitudes y comportamientos personales para que las prácticas de su sexualidad y el cuidado de su salud reproductiva, conocer los roles de género y sexuales viendo los derechos de las personas y hacer énfasis en la parte afectiva de las relaciones o vínculos en la pareja.
Al mismo tiempo, estimular la autoestima, el auto cuidado y el mutuo cuidado de la salud, favoreciendo conductas sexuales, conscientes placenteras y libres con responsabilidad, evitando embarazos no deseados y también abortos.
Cuando existe un embarazo no planificado en la adolescencia es conveniente aprovechar al máximo el pre natal para que el parto no tenga consecuencias de salud como problemas psicológicos, conocer sobre los beneficios de la lactancia materna y el cuidado al recién nacido.
Posteriormente, encaminar para el uso de anticonceptivos que la ayuden a espaciar o volver a embarazarse, cuando la madre es adolescente es bueno pensar en retomar las actividades de estudio que la ayuden a no dejar sus metas de profesionalización y continuar enfrentando la vida.
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