sábado, 8 de septiembre de 2018

¿PROBLEMAS CON SUS HIJOS? Quizá no les esté poniendo límites

Siente que ha perdido autoridad frente a sus hijos? Puede que sea su culpa. El psicólogo argentino Fernando Osorio, un especialista en este campo, dice que si nos les pone límites a sus hijos, podría lamentarlo todavía más en el futuro, si es que ese no es ya su caso.

El profesional, que ofreció en Sucre una conferencia gratuita con el patrocinio de La Casa del Adolescente de La Paz, dependiente de la Fundación Samuel Doria Medina, introduce el tema recordando que hay grandes dificultades en el trato con los adolescentes en este tiempo.

“Los maestros tienen la sensación de que han perdido autoridad, y los padres también. Y eso genera muchos conflictos”, enfatiza a ECOS.

Por eso mismo, Osorio considera que la sociedad debería volverse a hacer esta pregunta: ¿Qué rol cumplen los padres y los maestros, y cómo deben ejercerlo?


¿Cuestión de roles?


Los maestros no cuentan con las herramientas y recursos suficientes para tratar con los adolescentes o los niños de este tiempo, según sea el caso. “Eso genera que el maestro se sienta con mucha incertidumbre frente al aula y, en algunos casos, desarrolla conductas autoritarias”, observa el especialista.

Y en el contexto familiar, señala que “hay falta de autoridad”, los padres temen ponerles límites, frenar las conductas impulsivas de sus hijos. “Les cuesta decir que no”, observa Osorio. Los “chicos quieren hacer todo o quieren tener todos los objetos posibles; quieren hacer cualquier cosa, se sienten con derecho a hacer”.

Y a los padres les cuesta frenar esas conductas.

¿Cuestión de derechos?


En criterio del psicólogo argentino, que se ha especializado en clínica con niños y adolescentes, hay una gran promoción de los derechos individuales. “Los chicos hablan de sus derechos, pero no de que esos derechos se ejercen con obligaciones y responsabilidades. Ahí hay un problema (…), que se traduce dentro del contexto escolar”.

Es decir, “¿cuál es problema de que los hijos protesten?”, cuestiona Osorio. El problema “es que los padres no toleran que sus hijos protesten. Se ha naturalizado que un hijo puede hacer lo que quiera, y eso está mal”, reflexiona a continuación.

Si no se interviene a tiempo, los niveles problemáticos suben, ya no alcanzan los esfuerzos de los padres y tiene que venir el terapeuta.

En otra época, cuando un padre o una madre le “clavaba” la mirada a su hijo, este reconocía enseguida que lo que estaba haciendo en ese momento estaba mal. Casi no había diálogo, pero tenía algo muy importante: certeza. Es decir, había certeza sobre el rol que cumplían los padres, dice Osorio. “Ahora no se sabe exactamente qué rol cumplen en la familia”.

“En esta época te pueden decir: ‘¿quién eres tú?, no te hago caso’”, agrega el especialista.

Él concluye que “lo peor que le puede pasar a un hijo es tener la sensación de que no sabe con quién cuenta. Por un lado pide libertad, pero al mismo tiempo esa libertad lo angustia o lo preocupa. ¿Qué, yo puedo hacer cualquier cosa y nadie me va a decir nada?”.

Por eso, dice que es vital devolverles autoridad a los padres. Y para eso no necesariamente tienen que ser un ejemplo, sino un referente.

¿Cuestión de padres y madres?


A propósito, ¿qué tipo de padre o madre es usted? Hay padres que se desentienden y que confunden autoridad con autoritarismo y que maltratan a sus hijos, explica Osorio. Es decir, son “militaristas autoritarios”.

En cambio otros están tan “imbuidos de los derechos humanos que creen que cualquier cosa que quieran hacer con sus hijos, atenta contra sus derechos”. Pero, “eso es mentira”, rechaza el experto.

Por último, otros padres “resuelven todo con medicación, con llevarlos al médico o al psicólogo”. Y de esa forma se desentienden del problema. “Eso hay que cambiarlo. El camino a la resolución de ese problema está mucho más cerca de lo que pensamos”, enseña el profesional.


¿Qué es poner un límite?


Poner límites tiene que ver con visualizar un proyecto; es decir, con la clase de personas que los padres quieren que sean sus hijos. “Cada persona desarrolla su vida en relación a su propia historia”, afirma Osorio.

No se fija un límite solo para que conseguir que nuestros hijos nos hagan caso. “El límite no tiene que ver con los objetos”, con quitarles algo, un celular, por ejemplo, sino “con translimitarles un valor”. En otras palabras, con “frenar el impulso de la satisfacción inmediata”.

Si no lo hacemos, “transformamos a nuestros hijos en intolerantes”, algo que puede derivar en actitudes violentas u otras de tipo negativo.

Al ponerles límites les “estamos armando la cabeza”, insiste el experto. Por eso este asunto tiene que ver con el proyecto de vida de nuestros hijos.

De tolerancias e intolerancias

En ese sentido resulta clave “ayudarles a soportar la frustración”. Es lo que en psicología se llama ‘baja tolerancia a la frustración’. “Si nuestros hijos no aprenden a soportar la frustración, se transforman en personas intolerantes o violentas o desarrollan una conducta de introspección”.

Algo muy importante: la adolescencia es la segunda oportunidad para ratificar algo que hicimos bien o rectificar lo que hicimos mal en el pasado en la educación de nuestros hijos, dice Osorio. •

Los padres frente al “bullying”


Los adolescentes que practican el “bullying” (acoso escolar), generalmente, son personas que han desarrollado una conducta intolerante y de típico “matón”, según las investigaciones realizadas por el psicólogo entrevistado por ECOS. Son personas que, cuando eran pequeñas, tenían algún grado de intolerancia, una tendencia a “no reconocer la palabra de los adultos”.

En contrapartida, los adolescentes que no se defienden, que son acosados y sometidos, son personas que cuando eran pequeñas sentían “la necesidad de tener siempre la aprobación de sus padres”, ya sea con una mirada o algún gesto. Es decir, personas con baja autoestima. “Incorporan la idea de que para hacer algo hay que tener la aprobación del otro. Y para ser aceptado, tienen que someterse”.

Pero el “bullying” no solo tiene como protagonistas al “matón” y al “acosado”, por decirlo de un modo común. De hecho, el matón es generalmente el autor intelectual, el manipulador, el que arma la escena, explica Osorio.

También están los “colaboradores”. “Cada uno de estos personajes tiene una historia que tiene que ver con cómo los adultos responsables de su crianza manejaron estos temas; cómo enseñaron a que aprendan a soportar la frustración”, advierte el especialista.

Por eso se requieren padres mínimamente atentos para reconocer esas conductas. “Claramente, un padre o una madre tienen responsabilidad por omisión u otra cosa”, agrega.

En el mundo, no siempre uno puede conseguir todo lo que quiera; así es la vida. Por eso, finaliza Osorio, es importante que sus hijos aprendan a soportar la frustración.

En términos del psicólogo


¿Para qué frenar las conductas impulsivas de nuestros hijos? Para conseguir que el psiquismo del niño se constituya en el marco de la salud mental y no de la enfermedad.

Prohibir el despliegue de la impulsividad permite que se instale en el psiquismo del niño un estado de frustración sano y esperable.

Es necesario frustrar a los niños del logro de una satisfacción inmediata y desmedida, porque así aprenden a soportar el displacer con el que tendrán que lidiar a lo largo de su vida. En algunos casos, los prepara para tener que renunciar a ella; en otros, los ayuda a inhibirla completamente, e incluso a postergarla.

La frustración frena la omnipotencia infantil, que lleva al niño a la creencia de poder ser y tener todo lo que quiera.

Fuente: Psicólogo Fernando Osorio

“Las redes sociales son tan peligrosas como cuando los hijos empiezan a salir a la calle”

Fernando Osorio es psicólogo especializado en clínica con niños y adolescentes. Llegó a Sucre la semana pasada para ofrecer una conferencia, gracias al patrocinio de La Casa del Adolescente de La Paz, dependiente de la Fundación Samuel Doria Medina. ECOS le hizo las siguientes preguntas:

ECOS. ¿Cuánto influyen las redes sociales en la conducta de los adolescentes?

Fernando Osorio (FO). Las redes sociales y la tecnología moderna son una gran influencia al momento de sacar a los chicos mentalmente en los contextos en los que tienen que estar, por ejemplo, estudiar; es más fácil agarrar el teléfono y hacer cualquier otra cosa. Ese contexto social no tiene que ver solamente con la influencia de la tecnología; ese es un aspecto. Lo que verdaderamente ocurre es que los padres no entrenan a sus hijos para soportar un límite. Es decir que la computadora debe usarse una cantidad determinada de horas y en determinadas circunstancias (…).

La tecnología se metió en la casa. Las redes sociales se metieron en la casa. Los chicos ya no necesitan salir a la calle. La calle se metió dentro del hogar. Lo que hay que enseñarles a los padres es que las redes sociales son tan peligrosas como cuando los hijos empiezan a salir a la calle. Cuando empiezan a salir a la calle, empiezas a recomendarle cuidado: al cruzar la calle, que se abrigue, que no se junte con cualquiera, que no acepte cosas de extraños… Todas las recomendaciones que un padre o una madre la daría a un hijo cuando empieza a salir a la calle, son las mismas que debe darle en el caso de las redes sociales.

(La tecnología) genera una influencia en algunos casos negativa, pero no depende de la tecnología: depende de la norma, de la autoridad de los padres, de la confianza que un hijo tenga con los padres, de cómo se maneja ese vínculo, de tal manera que los hijos les hagan caso.

ECOS. ¿Cuándo debo preocuparme de que mi hijo adolescente actúe de manera extraña?

FO. Con los adolescentes es muy difícil, porque el adolescente clásico es una persona apasionada, inconstante, ciclotímica… cambia de estado de ánimo permanentemente. Lo que yo recomiendo a los padres es que tengan una mirada atenta y que hagan cierto seguimiento a esas situaciones. Los adolescentes tienen cambios bruscos de ánimo; entonces, hay que observar esos cambios, ver a qué patrón responden.

¿Es simplemente una alteración y con el correr de los días no pasa nada? Lo que los padres tienen que advertir es si ese cambio en el patrón de comportamiento se instala. Cuando pasan varias semanas y una manera de ser (en el adolescente) cambió violentamente y se instaló y permanece, ahí tenemos un problema; ya no es simplemente un adolescente rebelde o cuestionador, que es típico del adolescente. Cuando ves que hay un patrón de comportamiento que se empieza a repetirse y persiste en el tiempo (…), entonces ahí tienes que intervenir de otra manera: amorosamente, con contención, con guía, sentarlo y ver.

Hay poco diálogo entre padres e hijos. Los padres suelen sacarse, un poco, de encima los hijos. En el diálogo se descubre que a ese hijo le está pasando algo, aparece la confianza de ese hijo para contar algo. Un hijo que no confía en su papá o su mamá, difícilmente va a contarles algo de lo que les pasa. Por eso, eso se debe cambiar.