martes, 26 de septiembre de 2017

X, Y, Z ¿A cuál perteneces 1



Alguna vez te preguntaste ¿qué son y quiénes pertenecen a las generaciones X, Y y Z? Mucho se ha dicho acerca de esta clasificación etaria y su vinculación con los avances tecnológicos y los grandes acontecimientos socioculturales, tal como la revolución sexual en la década de los 60.

La generación X —que abarca a quienes vieron la luz entre 1965 y 1980— es quizás la que menores cambios ha vivido. A este colectivo de personas se los ha catalogado de individualistas. Su mayor reconocimiento es la estabilidad laboral que han conseguido, según un estudio del Grupo Nielsen, una corporación mundial de investigación de mercado. También se los ha descrito como competitivos entre sí y que no desaprovechan las oportunidades que se les presentan.

Según una investigación de la Universidad de Michigan en 2011, la generación X, también llamada generación sándwich, es la que más individuos activos, equilibrados y felices tiene.

Douglas Coupland, autor del libro Generación X, los describe como “adaptables a los cambios”, porque vivieron la transición de lo analógico a lo digital, es decir del teléfono de disco al celular, de la máquina de escribir a la computadora.

Y ¿quiénes son los de la generación Y? Se los conoce como millennials y son aquellos nacidos entre 1981 y 1995. En su adolescencia vivieron la transición de un milenio a otro (1000-2000), de ahí el nombre. La personalidad que caracteriza a este colectivo de jóvenes, de entre 20 y 35 años, es el constante cuestionamiento del sistema establecido por generaciones pasadas.

Este grupo es conocido por convivir con la tecnología, ya que —a diferencia de sus predecesores— no tuvo que enfrentar dificultades en la transición al smartphone o a la tablet. Son jóvenes que se proyectan a largo plazo y toman decisiones que generan beneficios a sus comunidades. Las mujeres se perciben a sí mismas como iguales a los hombres.

Desde la mirada de la psicología, ellas ya no luchan por la igualdad de género, en su mayoría la ejercen.

Los nacidos entre 1995 y 2010 forman parte de la generación Z y se los conoce como nativos digitales, porque nacieron en una era donde los avances tecnológicos se centran en lo digital y virtual.

Este es uno de los rasgos que más los diferencia de los millennials. Es la primera generación que ha tenido a su alcance el internet para aprender y sociabilizar desde sus primeros años. Tal vez por eso son dependientes de la tecnología y adictos a los medios virtuales. De acuerdo con el grupo Nielsen, los zillennials, otro nombre que tienen, son emprendedores. Y tú, ¿a qué generación perteneces?

Los millennials

Buscan aparatos tecnológicos inteligentes e interconectados que faciliten su vida. Son nativos digitales.
Prefieren viajar, registrar el mundo en fotografías, en vez de acumular posesiones materiales.
Priorizan los estudios, la superación personal y el bienestar integral.
Son fanáticos de las redes sociales y de estar en ellas, pero sin excesos.
Posponen el matrimonio y el tener hijos porque lo ven como un plan secundario. Su prioridad, responsabilidad y tiempo está en ellos mismos.

Los zillennials

Son emprendedores natos. Poseen grandes iniciativas para generar nuevos negocios, usando su creatividad y la tecnología. Por ejemplo, desarrollan aplicaciones.
Son ambientalistas, e igual que los millennials, se preocupan por su futuro. Piensan a largo plazo, pero en el presente son activos.
Les preocupa su estabilidad económica. Saben lo que el dinero significa para lograr una superación profesional y personal. Pretenden tener una alta calidad de vida.
Los dispositivos móviles como los smartphones, tablets y gadgets (mecanismos digitales pequeños) forman parte de sus vidas y son imprescindibles para ellos.

Generación X

La mayoría de los que pertenecen a esta generación son los padres de los miilennials.
Se caracterizan por ser un colectivo equilibrado respecto a los avances tecnológicos y, sobre todo, en la vida personal y el trabajo.
Son individualistas y tienen creencias de que las adquisiciones materiales son fundamentales para vivir bien y cómodamente.
Buscan desafíos, adrenalina y proyectos. Si es para crecer profesionalmente bien, si además colaboran en mejorar el mundo, mucho mejor para ellos.

Fuente: Grupo Nielsen (Investigación de mercado), Revista Forbes y El País.

Fotos: Internet.




sábado, 16 de septiembre de 2017

Por qué es tan importante el amor

¿Te has parado a pensar alguna vez por qué es tan importante el amor? En la vida hay muchos otros sentimientos, como el cariño, la emoción, el miedo o la rabia. Sin embargo, el amor es realmente el sentimiento que unifica tantas emociones, que acaba siendo vital para nosotros.

Porque en realidad, si lo piensas bien, gran parte de las emociones que sentimos pueden estar englobadas por el amor. Tal vez sientas miedo mientras ves una película de terror, pero también por no sentirte querido o correspondido por otra persona. El amor impregna de su color a todas las emociones de una manera u otra.

Podríamos decir que el amor lo engloba todo. Es un sentimiento enorme, de grandes proporciones, que nos permite sentir todo tipo de emociones hasta poder convertirlas en un carrusel, y que da sentido a nuestras vidas. Por un lado, podemos decir que engloba gran número de emociones porque debido al amor podemos sentir de todo:

Rabia por la persona amada no te corresponde y ha preferido a otro ser.

Cariño por tus sentimientos hacia un hijo o amante, por ejemplo.

Frustración porque la persona a la que amas no te entiende.

Solidaridad porque has entablado una relación de amistad realmente profunda y plena de amor.

Como puedes ver, el amor engloba gran número de emociones, tanto positivas como negativas. Pero por cada una que encuentres y que pienses que te hace sentir dolor, siempre estará su opuesta que te permite gozar de un gran placer íntimo y personal. Piénsalo y date la oportunidad de descubrirlo.

El amor da sentido a nuestra vida desde el primer minuto en el que llegamos al mundo. Todos los niños que son alumbrados viven sus emociones con gran intensidad, pero ninguna como esta, puesto que sus madres son el alfa y el omega de su existencia. Todo empieza y acaba en la persona que le educa, le da cobijo, le cuida, le alimenta, le enseña y, en definitiva, le ama.

Poco a poco, el niño va creciendo y descubre el amor al prójimo. Comienza a conocer a familiares, amigos y compañeros. En ese momento, se empiezan a tejer las relaciones personales que darán sentido a la vida de los pequeños y que sentarán las bases para un futuro en armonía y cariño.

Después llegan los grandes amores de juventud. Un sentimiento tan fuerte, arraigado y profundo, que el chico siente que desfallecerá y su vida acabará si no es capaz de compartirla con la persona amada, en cuyo regazo comienza y acaba una existencia que únicamente tiene sentido a su lado.

Con el paso de los años, los amores se asientan. Las relaciones de amistad, familia y pareja se relajan para ser nuestras eternas compañeras de viaje en un mundo convulso y lleno de sinsentidos. Sin embargo, la solidaridad de los que están a nuestro lado nos permite que todo valga la pena.

Acabamos nuestra vida con los amores crepusculares. Todo se vuelve más tranquilo a la sombra de la experiencia vivida y las heridas sufridas durante los años pasados. Sin embargo, la intensidad de los sentimientos y las emociones permanece intacta.

Así pues, es evidente que el amor es el que mueve la vida de todas las personas. Y darle la espalda por una mala experiencia es un error tremendo que tal vez pagues durante muchos años y que puede hacer desgraciadas a las personas.

Nunca des la espalda al amor. Déjalo fluir por todos los poros de tu cuerpo. Déjale que insufle vida en tu cuerpo cansado. Déjalo que te haga vibrar, sufrir, sentir, gozar… Déjalo correr, porque él y solo él dan sentido a tu existencia. Aprovecha cada día de tu vida como si fuera el último, y ama con todas tus fuerzas, pues solo así conseguirás ser feliz y dar sentido a todo cuanto te rodea.

martes, 12 de septiembre de 2017

Consejos para evitar que los niños se lesionen en casa

En la capital cruceña suceden de forma frecuente accidentes que causan lesiones y hasta decesos de menores de edad, como dos casos registrados en agosto. Médicos del Hospital de Niños Mario Ortiz enseñan cómo cuidarlos

El 11 de septiembre se celebra el Día Mundial de los Primeros Auxilios y organismos internacionales, como la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja, sugieren que estos conocimientos se impartan en todos los países del mundo porque marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Es más, se piensa que los padres de familia deben dominar técnicas de auxilio primario para estar prestos en casos de que sus seres queridos, especialmente bebés, niños y adolescentes, fueran víctimas de percances, incluso fatales, en el hogar.

En agosto, en la capital cruceña, en un intervalo de cinco días, se registraron dos muertes de niños por imprudencia de sus respectivas madres. El primer caso ocurrió en el barrio San Francisco, zona de Los Lotes, donde una niña de un año y medio se ahogó al caer de cabeza dentro de un balde con agua próximo a un grifo.

La progenitora no se percató de la desgracia y pensó que la pequeña se había extraviado. Cuando retornó a su casa, luego de avisar a la Policía sobre su desaparición, halló a la criatura sin vida en el recipiente.

El otro suceso tuvo lugar en un barrio del Plan Tres Mil, donde una madre salió a trabajar por la noche a una rocola y dejó a su bebé de meses en su cuarto, a cargo de una vecina. La mujer retornó a descansar a las 5:00 y notó que el lactante estaba envuelto en una colcha y no se movía. Al no responder a ningún estímulo, lo llevó al hospital municipal Los Pocitos, donde comprobaron que falleció de asfixia por sofocación.

Lecciones prácticas
Otro caso reciente tiene que ver con la explosión de gas licuado en la cocina de una vivienda, en la que siete personas resultaron quemadas, entre ellas un niño de dos años, una adolescente, de 15 años y una joven de 24 años, que murió ayer.

Todos estos percances son evitables, manifestaron Arminda Morón, jefa del departamento de Neonatología, y el médico pediatra Luis Carlos Bernachi, del
Hospital de Niños Mario Ortiz, quienes dieron seis consejos: no se debe echar al lactante directamente después de mamar; ponerlo en posición semierecta para evitar el reflujo; la cuna debe tener un colchón duro sin cabeceras; cuando hay niños que ya caminan hay que cubrir los enchufes eléctricos; revisar periódicamente las conexiones de gas licuado y no darles de tomar o bañarlos con manzanilla y anís, porque son tóxicos.

La doctora Morón explicó que en su unidad las madres reciben capacitación en lactancia materna y la manera de posicionar al recién nacido. “Si preparamos a las madres desde el momento del nacimiento del bebé, vamos a evitar estos problemas que a veces tienen desenlaces fatales.

Antiguamente se recomendaba colocar a los recién nacidos de cúbito ventral (de barriga), después de lactar, pero se ha visto que hacen movimientos y pueden obstruirse las vías aéreas. Ahora se recomienda que los niños deben estar de cúbito dorsal, con la cabeza lateralizada (de lado)”, manifestó Morón.

Luis Carlos Bernachi dijo que uno de cada 900 bebés saludables muere repentinamente en la cuna. Muchas veces no se establecen las causas y se las registra como síndrome de muerte infantil súbita. No obstante, Bernachi recomienda hacer dormir al lactante en un colchón duro, porque un colchón blando puede complicar la respiración. La cuna no debe tener almohada, pues se les puede caer en la cara.

Luego de dar de lactar a una criatura, no hay que acostarla inmediatamente; debe estar en una posición semierecta, para que pueda eliminar gases y para que el contenido gástrico pueda vaciarse, pues si no lo hace el bebé puede vomitar y ahogarse con su propio vómito.

A decir de Bernachi, el reflujo gastroesofágico es otra causa de ahogamiento y muchas veces no se manifiesta con vómito y no siempre se diagnostica. Cuando los niños comienzan a caminar, hay que extremar cuidados con los enchufes eléctricos y con las fugas de gas licuado.

Manzanilla y anís son tóxicos

Bernachi recomendó con énfasis no dar de tomar manzanilla ni anís a los niños, porque estas infusiones les producen intoxicación que incluso les puede provocar la muerte.

“Hay que remarcarlo, la manzanilla y el anís son hierbas tóxicas que no se deben dar a los niños. La manzanilla produce un efecto vasoconstrictor y en un organismo en desarrollo puede causar una distensión abdominal y hasta una perforación gástrica. Es costumbre dar manzanilla. Hace poco hubo un caso de un bebé al que la abuela le daba leche y le alternaba manzanilla en biberón. Dicho paciente llegó a tener daños neurológicos”, aseguró Bernachi.




lunes, 11 de septiembre de 2017

Lo que conlleva ser mamá a los treinta y...



Tienes más de 30 y aún no piensas en ser madre. En este último tiempo te has enfocado en tu carrera y en tu estabilidad económica. Esta tendencia es cada vez más común en mujeres de entre 30 y 40 años, cuando en el pasado la maternidad era aplaudida a los 20.

“Actualmente se va reduciendo el número de mujeres que tienen como plan prioritario la maternidad. Ahora, anteponen su educación, profesionalización, viajes, bienes como departamentos, autos, etc. Por otra parte, muchas sienten que no están hechas para la responsabilidad de ser madres, porque quieren otra cosa en su vida, y eso no está mal”, dice el psicólogo Juan José Vargas.

Una vez apuntadas las causas por las que muchas mujeres postergan la maternidad, también es necesario conocer lo que conlleva la decisión de ser mamá luego de los 30 años.

Como toda elección en la vida, ésta también tiene sus pros y sus contras. Entre lo positivo está que las mujeres que tienen hijos después de los 30 viven más tiempo, según un estudio de la Universidad Coímbra de Portugal, publicado en Journal of Public Health, que analizó las expectativas de vida de las europeas, quienes, en su mayoría, son madres después de esa edad. “Quienes sobreviven a embarazos en edades más avanzadas, con el incremento de riesgos y complicaciones que existen, tienden a tener mejor salud”, dice actitudfem.com.

Entre los contras fisiológico-biológicos, según el ginecólogo Winston Uzín, las de más de 35 comienzan a disminuir la posibilidad de embarazo porque “se acercan a la menopausia y hay dificultad reproductiva. Además, mayor porcentaje de cesárea”.

Otros factores importantes a considerar, tanto en lo físico como en lo emocional, van apuntados en las columnas de la derecha.

Fuentes: Juan José Vargas

(psicólogo / jota2psycho@gmail.com),

Winston Uzín (ginecólogo / doctoruzin@hotmail.com)

VENTAJAS

Situación económica. La madre suele encarar su maternidad con una mayor solvencia económica.
Situación laboral. La mayoría de las parejas cuenta con un trabajo estable.
Situación emocional. La futura mamá sabe mejor lo que quiere para formar una familia.
Deseo de un hijo. El hijo es deseado, planificado y esperado.
Relación equilibrada. La pareja tiene un vínculo más sólido.
Educación del bebé. Los futuros padres se sienten más seguros al enfrentarse con la educación del bebé.
Cuidados del bebé. La pareja ve los cuidados del nuevo integrante como una compensación y no como una carga.

DESVENTAJAS

Fertilidad. Disminución de la fertilidad que puede atribuirse a una menor ovulación o a problemas como la endometriosis, que ocasiona que tejidos similares a los que recubren el útero se adhieran a los ovarios o a las trompas de Falopio e interfieran en la concepción.
Salud materna. La presión arterial alta y la diabetes, que pueden ocurrir por primera vez durante el embarazo, son frecuentes en mujeres de más de 35 años.
Riesgos para el bebé. El riesgo de dar a luz un niño con trastornos cromosómicos se incrementa con la edad de la mujer.
Cesárea. A partir de los 35 años, la tasa de partos por cesárea es más alta debido a que estas mujeres pueden presentar complicaciones durante el parto.

Más y menos en el rol

Menos energía... Las madres de 30 tienen menos energía a la hora de juegos y otras actividades de sus hijos...
... pero tienen más paciencia. Estas mujeres aprendieron con los años tolerancia y serenidad, cualidades básicas para el rol de mamá.
Menos academia.... Tener un hijo a los 30 significa no preocuparse tanto por sus notas o porque sobresalga en el colegio.
...más bienestar. Ella prefiere el bienestar psicológico y emocional de su niño porque con eso podrá enfrentar mejor los retos de la vida.


viernes, 8 de septiembre de 2017

Javier Urra: “Sí, es posible conseguir que los hijos sean obedientes”


Javier Urra ha publicado recientemente su último libro “Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes”. Asegura que sus páginas muestran una realidad muy práctica de lo que necesitan saber los padres para educar a sus hijos. “El libro puede ser criticado, pero lo que no puedo aceptar es que se diga que los niños vienen sin una guía para padres. Lo he escrito porque he estado muchos años en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, he sido defensor del menor y he trabajado con padres e hijos. En todo este tiempo me he dado cuenta de que pediatras, psicólogos, psiquiatras... solemos decir lo que hay que hacer a los padres, pero siempre de forma genérica. Ahora no hay excusas de no saber educar porque es un libro muy práctico”.

—¿Por qué hoy hacen falta guías si las generaciones de padres de antes no las necesitaron?

Hace años los niños se morían de polio, de tuberculosis, de problemas respiratorios... Eran los asuntos que preocupaban, mientras que los temas emocionales no se estudiaban ni se tenían en cuenta. Cuando los problemas físicos desaparecen en gran medida y aumenta la esperanza de vida, nos percatamos de que el 20% de los niños tienen problemas psicopatológicos; es decir, uno de cada cinco menores de 18 años. Se habla mucho de TDAH, pero a las consultas llegan niños obsesivos compulsivos, con problemas de trastornos de personalidad, que agreden a sus padres, con pensamientos psicóticos...

—¿Cuál es el motivo principal de estos problemas psicopatológicos?

Se ha acortado el tiempo de la infancia. Hay niños de 13 años que toman cinco copas en una hora y tienen comas etílicos —el año pasado 5.000 casos—. Vivimos en una sociedad estresante y eso a los niños les afecta mucho: sufren separaciones mal llevadas sus progenitores, están sobrecargados de tareas extraescolares, no tienen tiempo para jugar...

Antes educaban los padres, ahora los padres, la escuela, los medios de comunicación y las redes sociales. Las nuevas tecnologías influyen en ellos porque les permiten acceder a páginas que fomentan la anorexia, la violencia, el sexo sin límites... Y quieren emularlo. Sin embargo, les crea un vacío existencial. Yo he preguntado a jóvenes “¿te merece la pena vivir?”, y me miraban sin saber qué responder muy bien. Si no les importa su vida, qué les va a importar la de los demás. En sus vidas falta que aprendan lo que significa el “tú”, el ponerse en el lugar del otro. Hay que ayudarles a ponerse en el lugar del otro y descubran realidades distintas a las suyas. Los padres, por ejemplo, deberían llevarles a un hospital y mostrarles que allí hay niños ingresados niños, menores que van a morir, para que se den cuenta de lo que tienen en la vida y lo afortunados que son.

—¿No se les protege demasiado como para mostrarles esa dura realidad?

Los niños no conocen la muerte, el sufrimiento. Creen que el abuelito “se ha dormido”. La vida hay que mostrarla como es. Hay que llevarles a ver al abuelo con demencia que dice cosas sin sentido, que huele mal por su incontinencia, pero que quiere a su nieto y al que hay que querer. Que le de un beso. Es la verdadera vacuna para convertirle en un ser sensible, afectivo, cariñoso. No hay que ocultarle que la vida es un conflicto –para vivir en pareja, con uno mismo, con los hijos, con el compañero de trabajo...–. Si se le ofrece este tipo de educación, los problemas de psicopatía, de insensibilidad, de falta de empatía desaparecerán.

—¿Se trata correctamente a los niños que sufren depresión?

No exactamente. En el 60% de casos no se tratan. La depresión cursa en los niños de manera sorpresiva para los adultos. Normalmente, cuando una persona se deprime no tiene fuerza, esta triste, se levanta tarde... Pero un niño depresivo puede confundirse con un niño ansioso, nervioso, que corre. Los padres no saben identificarlo. El adulto sabe que las cosas van mal pero que mañana será otro día, relativiza, sabe que hay herramientas para mejorar su situación. El niño, sin embargo, se suicida para mejorar las cosas, teóricamente.

—¿Qué se puede hacer para reducir esta cifra? ¿De quién depende: de la familia, de la sociedad...?

Fundamentalmente de la sociedad. Hay que entender que hay cosas que están bien y otras mal, que hay gente corrupta, sin moral... Hay que ser moral, enseñar a los niños los dilemas. Plantearle a los adolescentes, por ejemplo, las dificultades de un embarazo no deseado, preguntarles qué ha-rían si tuvieran un bebé con un Síndrome de Down...

—¿Hace falta que los padres hablen más con sus hijos?

Los padres hablan más actualmente con los hijos que los de las generaciones anteriores. Hay que fomentar aún más esa conversación y decir a los hijos que nosotros fuimos adolescente y tuvimos problemas, pero también responsabilidades. La familia no es una democracia. Es un lugar donde mandan los adultos que son los encargados de transmitir los valores transcendentes de la vida. Hay muchas formas de hacerlo. ¿Como? Con pequeños gestos cada día. Ejemplos: dándole el fin de semana cuatro euros y sugerirle si quiere dar una parte del dinero a los más necesitados –porque aunque no lo haga, ya se le ha creado la disyuntiva de pensar en la solidaridad–; haciendo que dé un beso a la abuela demente a la que se le cae la baba... para que sea consciente del cuidado a los mayores...

—Pero no siempre obedecen a lo que les dicen los padres. ¿Ha habido una pérdida de autoridad?

La autoridad se ha diluido en general, no solo la de los padres. La misma Policía está preocupada porque los jóvenes les insultan por la ca-lle, sin motivo alguno. ¡Y ellos son la autoridad! O jueces que le dicen a un joven que tiene que ir a un internado y le contesta “¿por qué, porque lo digas tú?”. Ha habido una dejación porque incluso muchos docentes han querido establecer una relación cercana a sus alumnos, como si fueran amigos, y no lo son. Es un error. Y en la familia pasa igual, pero no hay que perder los roles. Uno es el padre y otro el hijo.

—¿Cómo se puede cambiar esta situación?

Habrá que enseñarles a mirar cómo trato yo a los abuelos, que aprecien el respeto, que no les grito... Los niños se rigen por lo que ven que hacen sus padres y la mayoría de la gente es sana. Deben darse cuenta, además, que las normas las ponemos nosotros, y que si no les gusta, se siente. El mundo es un juego de poder y en ese equilibrio deben aprender. Tienen que ver que ellos no pueden imponerse y que si no obedecen deben irse castigados a su habitación, aunque se enfaden. Los choques, chulerías o empujoncitos no se pueden consentir de ninguna manera ni aunque sean pequeños porque después tendrá 26 años y el empujón será peligroso. Si no se cortan este tipo de situaciones, el niño se acostumbra a repetir este tipo de actos y a no obedecer. No puede ser, debe obedecer a la primera. Y si se le castiga, que lo cumpla siempre. Hay que hacerles saber que se le educa así por que se le quiere y porque son las reglas de una convivencia feliz.

—Entonces, ¿es posible cambiar a los hijos para que sean obedientes?

Sí, se puede. Los padres deben invertir en educación sobre todo en los primeros años porque posteriormente los problemas se hacen más difíciles y los hábitos se instauran de forma que resulta cada vez más complicado cambiar. Si no saben muy bien cómo hacerlo en algún momento, los padres deben hablar con los abuelos o, en su caso, con los especialistas, pero que no piensen “ya cambiará”.

Laura Peraita

FUENTE. ABC