El deceso de un ser amado forma parte de la vida. Muchos sufren la pérdida de familiares, como padres, hermanos e hijos. El cambio de casa, colegio, muerte de una mascota o separación de los padres también son situaciones de duelo, en particular para los niños. El adulto no puede proteger al menor de la pérdida, ni evitar el dolor que sienten, pero sí ayudar a vivir el duelo de forma adecuada.
Para cualquier persona, la pérdida de un ser querido es una situación difícil y, más aún, para los niños que son seres dependientes, que van adquiriendo capacidades progresivamente y que necesitan del adulto para sobrevivir. Para ellos la ausencia de esa figura cercana es una pérdida a nivel vincular, afectivo, de cuidados, de protección y seguridad entre otros.
Femenina conversó con el psicólogo Eduardo Gautier, quien explicó lo que se entiende por duelo, el proceso que conlleva en los niños y adultos, la forma de afrontarlo y cuándo es necesario recurrir a un especialista para resolver el problema.
“El duelo es una situación que enfrenta el ser humano más de una vez en su vida. La pérdida del ser amado cercano o que ha jugado un rol importante en la vida de esa persona, puede ser por muerte o por separación, cuando alguien se marcha de casa: el esposo o esposa, padre o madre, el ser amado o amada, ya sea por viaje o por divorcio tiene una connotación de duelo”, explicó Gautier.
El psicólogo afirmó que dicha pérdida es inherente a la persona, porque cuando alguien tiene una relación de amor o amistad hace que este individuo ocupe un lugar en el corazón y cuando se va queda un vacío, es entonces cuando comienza el proceso de duelo. Si se resuelve favorablemente queda como un recuerdo, de lo contrario no se produce la aceptación, más bien surge una depresión y, en esos casos, se recomienda realizar una terapia.
POSIBLES EFECTOS
En muchas ocasiones el adulto piensa que los niños, sobre todo los más pequeños, no se percatan de lo sucedido tras una pérdida, creen que son demasiado pequeños para entenderlo. Si bien los niños menores de 3 años no entienden el concepto de la muerte o separación. A esa edad se la vive como abandono y representa una amenaza a su seguridad.
“Siempre tiene un efecto, por ejemplo: un bebé que pierde a su mamá claro que no va a ser consciente de lo que sucede, pero va a sentir que algo le falta y es importante cómo lo apoye su entorno. Sentirá malestar, no querrá comer, se enfermará porque es una situación muy dura para él”, expresó Gautier.
El terapeuta recordó que se hicieron experimentos con la madre del recién nacido y enfermeras que tenían que llamar al bebé por su nombre. La reacción del bebé fue cuando escuchó la voz de su madre, porque antes de nacer ya se tiene una conexión desde el vientre materno.
Los niños de 4 y 5 años aún no conciben la muerte, pero sienten el vacío de la separación y la ausencia de la persona querida. Lo expresan verbalmente, a través de los juegos o, por el contrario, refugiándose en el silencio.
“El niño tiene un concepto limitado del tiempo y de la muerte, eso significa que cuando alguien muere, el pequeño espera que la persona fallecida vuelva a la vida. Siente un vacío y pregunta cuándo retornará. En otros casos, algunos prefieren decir que la persona está de viaje, porque temen la reacción del niño, pero, en general, ese silencio sobre lo ocurrido es nefasto, porque el niño siente que algo grave ha ocurrido”, aseguró el terapeuta.
Entre los 6 a 7 años, los niños comienzan a concebir la muerte, pero no piensan que todos mueren. Entre los 8 y 9 saben que todos van a morir. Estos últimos tienen grandes avances en las áreas cognitivas y del desarrollo. Distinguen la fantasía de la realidad, pueden experimentar un sentimiento de culpa.
“El hecho de que los niños de 9 años de edad hayan adquirido la habilidad para comprender la muerte y sus consecuencias, no significa que estén preparados para afrontarla. La muerte de un ser querido puede constituir un trauma que pone seriamente a prueba su capacidad emocional y física”, acotó Gautier.
PROCESO
El duelo pasa por cuatro fases según Bowlby: shock, anhelo y búsqueda, desorganización y desesperanza, y reorganización.
1.- Fase de shock o entumecimiento.- Comprende la fase de intensa desesperación, se caracteriza por el aturdimiento, la negación, la ira y la no aceptación. Esta fase puede tener una duración de un momento o varios días. La persona tendrá sus altibajos en el proceso de luto.
2.- Fase de anhelo y búsqueda.- Se caracteriza por una intensa añoranza y búsqueda de la persona fallecida, con inquietud física y de pensamientos permanentes sobre el fallecido. Puede durar meses o años en forma atenuada.
3.- Fase de desorganización y desesperanza.- En esta etapa, la realidad de la pérdida comienza a establecerse, la sensación de sentirse arrastrado por los acontecimientos es dominante y la persona en duelo parece apática e indiferente. Suele padecer de insomnio, pérdida de peso, sensación de que la vida perdió sentido.
4.- Fase de reorganización.- Se comienza a remitir los aspectos más dolorosos del duelo y el individuo experimenta la sensación de reincorporarse a la vida. La persona fallecida es recordada con una sensación de alegría y tristeza logrando internalizar la imagen de esta pérdida.
TRATAMIENTO
En los niños, el proceso de duelo suele durar meses e incluso llegar a un año, entonces lo importante será tomar en cuenta algunas características como la hiperactividad, depresión, enfermedades, miedo y dolor a la muerte.
“Traté a niños que perdieron a sus padres en octubre negro y algunos retornarán a la consulta para un tratamiento ahora que son adolescentes, es decir, en una edad más adecuada para poder superar el duelo. Este proceso depende de su complejidad. La aceptación es la última fase de esta etapa”, finalizó el especialista.
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