Definitivamente los papás tenemos ciertas limitaciones al tratar de enseñar algunos valores a nuestros hijos y, al parecer, la influencia de los amigos o de las amigas suele ser más fuerte y es por esa razón que algunos jóvenes se van volviendo personas negativas, sin que los papás puedan hacer algo por evitar ese cambio negativo y el distanciamiento del joven respecto a su familia.
Los valores que tienen que ver con la responsabilidad en el momento de pensar pueden y deben ser aprendidos para que la vida y el destino de nuestros hijos sean positivos, constructivos y exitosos. Todo esto se puede lograr si la persona aprende el valor llamado “responsabilidad” de otra persona que no sean los papás.
Son muchos los padres de familia que intentan con honestidad enseñar estos valores y muchos lo logran. Sin embargo, hay una enorme cantidad de personas que no consiguen hacerlo y la consecuencia es la aparición de muchachos sin responsabilidad, sin buena voluntad y sin cariño por la familia.
Es extraño que recibiendo todo el amor, el afecto, el apoyo material y todo lo necesario hayan muchachos o muchachas que no tienen el menor cariño por su familia, por sus padres, por sus hermanos ni por sí mismos, pues todo eso lleva a una bancarrota vivencial que con el correr de los años recién llegará en caso de que no se haga algo en nuestro tiempo presente.
Cualquier opción de solución y de aprendizaje es mejor que pensar que el tiempo lo solucionará, hay muchos ejemplos de hijos.
Ya mayores, caracterizados por la mala voluntad que sólo duermen, se alimentan y tratan mal a sus progenitores pensando que la vida les va a premiar por eso y cuando pasa el tiempo y les llega “su agradable sorpresa”
descubren que lo que no quisieron hacer se convirtió en pobreza, que lo que no quisieron estudiar se convirtió en ignorancia y que el amor que no supieron dar a sus padres se convirtió en una profunda y triste soledad, la soledad del fracaso vivencial.
Una orientación precisa respecto a los valores, respecto a la propia identidad, respecto a nuestra misión en la vida nos permite convertirnos en personas sensatas y autopensantes que podemos responsabilizarnos de nuestros pensamientos, de los problemas que tenemos y de la vida que tenemos que vivir.
Aprender a relajar la mente y el cuerpo es el comienzo del aprendizaje, para aprender a vivir como se tiene que vivir. Cuando se adquieren estos conocimientos, comenzamos a responsabilizarnos de nuestro proceso pensante y, lo más importante, aprendemos a reconocer nuestros errores y nuestras actitudes erróneas para poder comenzar a crearnos una vida de verdad, una vida propia en la cual nuestro poder mental y nuestra inteligencia personal estén a disposición de nuestra familia, de nosotros mismos como personas y de la humanidad en general.
Las orientaciones oportunas marcan la diferencia en la vida y la carencia de las mismas sólo produce una vida de tormentosa negatividad, llena de problemas, plena de limitaciones y de sufrimientos que no tendrían por qué existir.
Pensamiento creador para analizar: “¿Qué es lo más importante para usted en su vida? (Ese pensamiento es su valor número uno).
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