lunes, 4 de noviembre de 2013

La disciplina no implica castigo

J

osué, de 2 años, se tira al piso y arma tremendo berrinche cuando quiere algo y sus padres o hermanos no se lo dan. Marcos, de 5, se enoja y le grita a su papá cuando no le compra el cereal o el juguete que quiere en el supermercado. Marcela, de 11 años, se niega a acomodar su cuarto porque argumenta que es su territorio y que tiene derecho a tenerlo como ella quiere.

La mayoría de los niños llega a portarse mal de una u otra forma, ya sea armando berrinches, llorando, gritando, desafiando las reglas, peleando, negándose a cooperar con las normas de la casa o incluso insultando a sus padres. ¿Qué deben hacer los padres en estos casos? ¿Cómo disciplinarlos? ¿Deben imponerles algún tipo de castigo?


Los especialistas coinciden en que hay que ser flexibles en cuanto a la disciplina. Los padres deben estar preparados para cambiar su modo de entender y usar distintas estrategias a medida que sus hijos desarrollan más independencia y capacidad para controlarse y responsabilizarse por sí mismos.


La disciplina, dice la sicóloga Robin Goodman, es muy importante en cada uno de esos casos, dado que ayuda a los hijos a de-sarrollar el autocontrol, a tener una noción de los límites, a experimentar las consecuencias de su comportamiento y a aprender de sus errores.

Estilos para educar
Los investigadores han identificado tres estilos comunes de educación de los niños: autoritario-estricto, ‘autoritativo’ o moderado y permisivo. El primero controla la actitud de sus hijos poniendo énfasis en la obediencia a la autoridad y desalentando la discusión. El moderado fija límites y confía en las consecuencias lógicas y naturales para que el niño aprenda de sus errores. El permisivo ejerce un mínimo control, dejando que los niños fijen sus propias reglas, horarios y actividades.

Es necesario poner límites

En criterio de la sicóloga María Rita dos Santos, los límites ayudan a desarrollar una personalidad saludable, porque son, sobre todo, una expresión de amor. “Los padres no deben sentirse temerosos de poner límites a sus hijos, ya que poner reglas no es reprimir, sino contener, guiar y cuidar”, explica.
Hoy en día se ven casos de progenitores que consienten todo a los niños. Esto, señala la especialista, no ayuda a desarrollar la conciencia moral y los chicos crecen pensando que todo está permitido y no tienen respeto por la autoridad y, en muchos casos, ni siquiera por la ley.

Afirma que como nunca se les dice no, entonces no desarrollan habilidades para solucionar conflictos, para enfrentar las dificultades que se les presentan, lo cual genera, más adelante, que ante la más mínima adversidad se derrumben emocionalmente, porque no saben afrontarla y no tienen tolerancia a la frustración.
En el otro extremo, expresa Dos Santos, están los padres sobrexigentes y castigadores que frustran en exceso y generan hijos miedosos, con baja autoestima porque piensan que hacen todo mal, o también rebeldes y desafiantes, que se cansan del castigo y enfrentan a sus padres, puesto que ya no les tienen respeto.

Disciplina-castigo
La disciplina ayuda al niño a sentirse bien consigo mismo, a corregir sus errores y a tomar responsabilidad de sus acciones, mientras que el castigo únicamente le dice lo que hizo mal, pero no lo que debería hacer.
Cabe aclarar que no es lo mismo enseñar normas y poner límites, que castigar. La sicóloga Ingrid Saavedra indica que disciplinar nos orienta en la labor de educar, corregir y mejorar conductas inapropiadas y brinda la opción de reparar sus actos. Entretanto que el castigo remite más a lastimar el cuerpo y a ocasionar daño emocional o físico, transmitiendo mensajes de agresión y desvalorización al niño.
“Son muchos los problemas que derivan de la tiranía o rigidez de la norma, como los problemas de adaptación, rebeldía, desafío a la ley y a las figuras de autoridad. Todo ello habla de inseguridad, ausencia de límites, tendencia a la destrucción o autodestrucción. Los niños deben aceptar la norma porque la comprenden, la reconocen como justa y necesaria y no por temor al castigo”, resalta.

¿Qué hacer como padres?
Primero que nada, remarca Dos Santos, hay que prestar más atención cuando los hijos obedecen, motivándolos y reforzando todos los comportamientos positivos. Saber que como padres son modelos de identificación para sus hijos. “Esto significa que el buen ejemplo vale más para enseñar que mil castigos”, argumenta la sicóloga.
Por otra parte, agrega, se debe aprender a dar órdenes efectivas e instrucciones claras y breves, especificando exactamente lo que se quiere que haga para favorecer que los niños obedezcan.
En el caso de los niños pequeños, es importante que ellos miren a los ojos cuando se les habla e inmediatamente después hay que pedirles que repitan la orden para asegurarse que entendieron.

Marcar límites
Ingrid Saavedra cree que la educación preventiva es la mejor, desde la pedagogía del amor. Además, hay que marcar límites claros, evitando la ambigüedad o las contradicciones, evitar las preferencias o privilegios. Todo ello, prosigue, deberá ser una constante en nuestro entorno familiar.
“Los padres deben dar consistencia a la norma, respetándola, ser un ejemplo a seguir. Explicar el porqué de cada norma o prohibición y brindar espacios de satisfacción alternativa, mostrando los beneficios de regirse bajo normas”, remarca.
Las rutinas y las reglas son parte esencial y es a los padres a los que les corresponde esta labor. Es importante, coinciden los expertos, que si bien hay que actuar con firmeza, la disciplina no implica maltrato, brusquedad ni malas palabras. Los papás pueden sentir rabia, pero tienen que aprender a controlarse. Ante todo, dice Saavedra, debe primar el amor y el respeto.

Algunas sanciones
Respecto a las sanciones, Saavedra argumenta que es útil descartar el término castigo y remplazarlo por sanciones reparadoras, ya que permiten al niño comprender el error cometido y reparar el acto concretamente. Por ejemplo, explica, si Ana rompe la muñeca de su hermana después de que se le pidió que tuviera cuidado, la sanción correctiva sería que componga la muñeca o que ahorre y compre otra igual.

La sicóloga Nadia Rocabado señala que entre los castigos que se aplican por el mal comportamiento de los hijos están los morales, como ser, poner a reflexionar al niño, mandarlo a su cuarto, confiscar sus juguetes o cosas favoritas, no dejarlo ver tele, por mencionar algunos.

“También existen los castigos físicos como la guasca y el corrector físico. El primero sugiere una serie de golpes, ya sea con la mano o con cinturón o algo que se le asemeje, y generalmente bien acompañada de la rabia y la impotencia del padre, por lo que muchas veces se le puede pasar la mano; mientras que el corrector físico es un golpe bien dado en el momento adecuado y acompañado de una reflexión, en donde el adulto tiene un total control de sus emociones y se aplica cuando la situación ha sobrepasado los límites”, explica.
Por tanto, añade, no es aconsejable guasquear a los niños, pero sí corregirlos y sugiere que cuando lo hagan, contengan la rabia y usen más el raciocinio. Este es un factor muy difícil para los padres, afirma, puesto que muchas veces están muy enojados, con los nervios alterados o estresados, pero tienen que hacer un esfuerzo por sobreponerse a la situación.

¿A qué edad se debe empezar a disciplinar?
Rocabado cree que es recomendable comenzar con la disciplina en los primeros años de vida, tomando en cuenta que a un bebé no se lo puede disciplinar, aunque mucha gente diga lo contrario.

“La disciplina se puede aplicar con cariño y a través del juego en niños de toda edad, especialmente en los más pequeños. Disciplinar a los más grandes será un poco más difícil pero no imposible, solo se necesita una actitud firme y un entorno que no lo contradiga, ya que quienes educan son los padres, no los abuelos y menos los otros parientes”, señala.
Según Saavedra, la educación requiere de tiempo y lastimosamente el concepto de tiempo de calidad que se maneja hoy cae, debido a la necesidad de compartir, estar, acompañar, limitar y motivar a los hijos lo más posible y no dejar esta labor en manos de terceros. “… La educación de nuestros hijos no puede remplazarse ni delegarse”, concluye

Algunas recomendaciones

Para evitar el berrinche

Rita dos Santos da algunos consejos:
Anticiparse, antes de salir de la casa decirle donde van y cómo quieren que se comporte: “Vamos al súper, me ayudarás a meter los productos en el carro y no pedirás dulces o juguetes. Repite lo que dijo mamá”.
Incentivar. Motivarlo para que obedezca: “Si estás tranquilo y ayudás, cuando lleguemos a casa te ganarás el supersticker de Transformers”.
Advertir. Explicarle las consecuencias negativas si no obedece: “Si te tirás al piso, entonces no mirarás tu programa favorito”.
Planificar. Si el niño debe esperar en el pediatra o que llegue la comida en el restaurante, llevar un juguete o libro para colorear y así distraerlo.
Ser firme. Si establecen consecuencias, como restar beneficios o premiar, explíquenle antes para prevenir la conducta indeseada y darle la oportunidad de desarrollar comportamientos positivos. De esta forma estarán ayudando a autorregularse. Además debe cumplir a cabalidad con lo que dice o promete, caso contrario perderán autoridad.
Saber diferenciar. El llanto de angustia del simple berrinche o en el caso de adolescentes de la actitud desafiante, no olviden que los problemas de comportamiento prolongados son signos de otras dificultades subyacentes, como conflictos en el hogar, hiperactividad, ansiedad, etc.
Saber pedir ayuda. Nadie nace sabiendo ser padre o madre, por ello si tienen dudas o si ven que no están logrando resolver el problema, consulten a un profesional.

El ejemplo de los padres es lo mejor
Cynthia Rivero /Sicopedagoga
La disciplina tiene que ver con la cultura, la manera en que las sociedades, tanto familia como comunidad, instruyen a sus miembros para que tengan un código, hábitos, normas de conducta y de orden. Ayuda a las personas a vivir en comunidad, construir sociedad y lograr armonía en la convivencia. El castigo es una medida extrema cuando, a pesar de haberse dado todas las instancias de aprendizaje (consejos, segunda oportunidad, explicaciones y reflexiones), la persona persiste en su mal comportamiento. El castigo es externo y extremo; puede ser un arma de doble filo, porque puede darse en un momento de frustración de la autoridad y generar rabia en ambos.
El ejemplo en la conducta del mismo padre es lo mejor. Si quiero que mi hijo sea ordenado y organizado, lo aprenderá mejor si como padres somos así. Si le pido que deje de mirar televisión, debo aguantarme las ganas de hacerlo yo. Si deseo que sea limpio y cuidadoso, debo dejar de ensuciar la ciudad, colaborar con el orden de la casa, ser respetuoso al dirigirme a los demás... Si quiero que obedezca, debo ser consecuente con lo que pido y lo que doy.
Mantener una buena relación con los hijos no implica ser sus ‘amigos’; ellos tendrán muchos y variados amigos pero solo un padre y una madre, ese rol le toca a cada uno y nadie lo debe ocupar. Si no lo cumplimos, estaremos quitando a nuestros hijos los grandes educadores de sus vidas. Los padres son las personas que con amor y respeto tienen que enseñar las normas, las costumbres y los hábitos que deben tener.
La mejor manera de educar, que promueve la autonomía y la conciencia social en los hijos, se da por tres variables:
a) El ejemplo consistente de las conductas.
b) Sancionar a los hijos con las consecuencias de sus actos.
c) Dar obligaciones, acordes con la edad del niño o adolescente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario