Pasa más tiempo con tu hijo adolescente. Incluso cuando las cosas van mal o todavía más en esos momentos, busca la forma de dedicarle más tiempo a tu hijo. Ya el simple hecho de que él o ella vea que te preocupas por conseguir momentos para compartir acabará consiguiendo que esos momentos sean cada vez mejores para ambos.
Ten claro que eres su madre o su padre, pero no su amigo. Algunos padres de adolescentes creen que convirtiéndose en amigo de sus hijos solucionarán los problemas de relación. La realidad es la contraria, a pesar de que los adolescentes ya no son niños todavía necesitan, o quizá aún más, la presencia de la figura materna o paterna. Necesitan normas y necesitan disciplina, algo que un amigo no puede imponer. Por eso es importante que los padres mantengan su posición. Aunque eso no quiere decir que sean padres dictatoriales o excesivamente autoritarios. El diálogo suele dar mucho mejor resultado con los adolescentes que el autoritarismo.
No tomes todo lo que haga como algo personal. Eso les ocurre a muchos padres de adolescentes, están convencidos de que todo lo que estos hacen es para "fastidiarles" a ellos. Nada más lejos de la realidad. Los chicos y chicas no tienen como objetivo fastidiar a nadie pero están viviendo una etapa de sus vidas en la que necesitan una dosis de rebeldía y tienen que cuestionar la autoridad, es una de las características naturales del proceso de maduración. Si los padres consiguen ver las reacciones de sus hijos bajo este prisma es mucho más sencillo que sientan más tolerancia hacia las acciones de sus hijos.
Habla con él sobre las cosas que le interesan. Intenta saber todo lo que puedas sobre tu hijo, y encárgate de que él o ella sepan que estás informado. Charla con ellos de sus aficiones, sus amigos, la escuela. Mantén conversaciones sobre cuestiones importantes de su vida como su futuro, su sexualidad, su salud o sus amistades pero también dedícale un tiempo a las charlas intrascendentes que muchas veces te dirán más sobre tu hijo que las conversaciones más profundas.
Háblale de tus preocupaciones. Ten en cuenta que él debe saber cómo estás tú. Tus problemas o tus preocupaciones también le interesan. No tienes que cargarle con ellos pero sí puedes informarle para que así aprenda a madurar.
Introduce algunas pequeñas modificaciones en tu lenguaje. Es importante que entiendas que tu hijo adolescente ya no es un niño pequeño al que educas con órdenes. Tampoco es un adulto, eso es cierto, pero si en algunas cuestiones le tratas como si fuera un adulto eso le ayudará a empezar a serlo. Y una de las cuestiones que puede marcar la diferencia es el lenguaje que utilizas con él o ella. Por ejemplo, en vez de decirle "quiero que hagas" es más productivo "me gustaría que hagas" o "te agradecería que hicieras". Procura utilizar menos la palabra "no" y más otras alternativas, como "preferiría" o "estaría bien". Y recuerda que es importante que corrijas a tu hijo o hija cuando a tu entender ha hecho algo mal pero igual de importante es que busques motivos para felicitarle porque hace muchas cosas bien.
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