domingo, 11 de enero de 2015

Miedos en los niños

EL MIEDO FORMA PARTE DEL CICLO EVOLUTIVO NORMAL DE LOS NIÑOS | EL APOYO DE LOS PADRES ES FUNDAMENTAL. JAMÁS SE DEBE MINIMIZAR O BURLARSE DE LAS EMOCIONES QUE SIENTE EL PEQUEÑO POR MUY INSIGNIFICANTES QUE SEAN. CUANDO UN TEMOR ES INTENSO, SE DEBE ACUDIR CON UN ESPECIALISTA.

"Mi hijo de 8 años siente mucho miedo por las noches. Cualquier ruido que escucha, por insignificante que sea, le provoca mucha angustia. Debo acostarme con él todas las noches hasta que concilie el sueño, pero casi la mayoría de las veces se vuelve a despertar y me busca aterrado”, cuenta María mamá de Alejandro. Ella considera que es necesario buscar ayuda pero su esposo y el resto de su familia, le dicen que pronto se le pasará y que debe “aprender a ser hombrecito”

Si bien algunos temores son comunes en la niñez, cuando una madre o ambos padres son testigos de que su retoño está sufriendo mucho, es necesario buscar ayuda y romper con ciertos clichés que solo hacen más daño.

Los miedos en esta primera etapa de la vida, por lo general están relacionados a la oscuridad, a algunas personas, fantasmas, monstruos, animales, insectos o a situaciones vividas o imaginarias que las perciben como una amenaza. El miedo a la oscuridad es casi permanente en la niñez desde los 2 hasta los 9 años, por lo inesperado y por lo imaginario; el miedo a quedarse solos hasta los 7 u 8 años; el miedo a la muerte de los seres queridos comienza a los 4 o 5 aproximadamente.

“El miedo en el transcurso de la niñez, va teniendo sus representaciones específicas en función a la edad y al desarrollo psiconeurológico, ya que van desapareciendo algunos y apareciendo otros nuevos. Pueden aparecer sin razones aparente, están sujetos a un ciclo evolutivo y suelen desaparecer con el transcurso del tiempo conforme evolucionan las características cognitivas, sociales, madurativas o emocionales”, dice la psicóloga Cristina Rubín de Celis.

Lo fundamental con relación a este tema es que los padres tomen en serio el miedo que siente su hijo ya que aunque éste no tenga fundamento, para ellos son reales. La actitud debe ir más bien por el camino de la compresión y hacerles sentir que están ahí para protegerlo. Por ningún motivo los padres o hermanos deben reírse o burlarse, y peor aún utilizar adjetivos como “cobarde” “miedoso” o “maricón”.

“Es necesario comprender que el miedo es una emoción natural o “normal” que todos atravesamos ante una situación nueva o frente a ciertos estímulos reales o imaginarios.

Es una emoción necesaria y adaptativa, que mediante el aprendizaje y evolución se logra enfrentarla o a superarla, haciendo que el niño sienta confianza y valentía, mientras no enfrente situaciones que sean riesgosas para su salud o bienestar físico o psicológico”, dice la psicóloga, que a tiempo explica que ante ciertos temores como por ejemplo el miedo a los resbalines, por el vértigo que genera en el niño, los padres pueden ayudar a su hijo a superar este temor.

Se puede lograr que el pequeño se adapte a un juego infantil y socialice esta superación con otros de sus pares. Las investigaciones sobre este tema han dado como resultado que las niñas suelen presentar más miedos y de mayor intensidad que los niños, por varias hipótesis ya sea biológicas como psicosociales. En la biológica según la cual los varones estarían mejor dotados para el ataque y la defensa mostrando menos conductas temerosas al ser constitucionalmente más fuertes. Y en la psicosocial que se permite a las niñas demostrar sus afectos o temores de forma más espontánea (mediante llanto, gritos, quejas), que los varones.



¿CÓMO AYUDARLOS?

La psicóloga comparte algunos consejos para que los padres puedan ayudar adecuadamente cuando su pequeño siente temor.

Lo primero es conversar con él mostrándole seguridad, conteniendo al niño, demostrando que se lo entiende, pero que es necesario que también escuche las razones por las que no debe tener miedo a dormir solo. Se debe escuchar a qué específicamente tiene miedo, observar el grado de temor, para luego poder utilizar diferentes alternativas.

En el caso de que el niño demuestre mucho temor, es recomendable que uno de los padres se acueste con él hasta que se duerma, especificando un número de veces únicamente.

Utilizar hasta los 4 años, algún juguete con el perfume de la mamá o del papá, para que acompañe al niño a dormir.

Premiar al niño las primeras veces que duerme solo con felicitaciones públicas (delante de la familia o amigos), halagos a la valentía y al crecimiento que tiene, esto reforzará positivamente que el niño pueda superar miedos.

Controlar que tipo de programas televisivos observa y no permitir que vea películas o programas que generen angustia o temor.

Estar atentos a las charlas que tiene con otros niños, ya que a veces hablan de películas de terror o situaciones traumáticas que han sufrido o que han escuchado y que terminan por generar curiosidad, temor y angustia.

No sobreprotegerlos, esto reforzará la inseguridad en el niño. Tampoco actuar de una forma intolerante, más bien se debe tener mucha paciencia, ya que todos atravesamos estas etapas en diferente magnitud.

No es aconsejable que duerman con la luz prendida, ya que no podrán conciliar bien el sueño y descansar a plenitud porque la luz activa las neuronas de vigilia, por lo tanto interfiere con la actividad cerebral y la calidad del sueño. Sobre este tema se realizaron varios estudios científicos donde analizaron que: (llegar a la fase REM) las ondas cerebrales, el ritmo cardíaco, la respiración y la actividad muscular es afectada en personas que duermen con luz encendida. Por tanto podrían utilizarse los “espanta cucus”, que son unas lámparas pequeñas con luz tenue en el velador y que pueden ser programadas para estar solo unos minutos encendidas, por lo tanto automáticamente se apagan, para no perjudicar un buen descanso.



ERRORES FRECUENTES

Muchas veces el miedo es trasmitido genéticamente o por el discurso familiar. Se puede observar que la base de muchos comportamientos son aprendidos por la observación de modelos de “aprendizaje por modelado” (especialmente a través de los padres o allegados). Los padres miedosos podrían ser inintencionadamente, a través de su comportamiento y sus emociones, inductores de instaurar diferentes miedos en sus hijos “Padres miedosos transmitirán a sus hijos inseguridad y miedos”; padres “nerviosos” inducirán a que su pequeño sea inseguro, temeroso y ansioso.

No es bueno que el niño sea inducido a sentir miedo, los padres deben enseñar a los hijos a prever situaciones de peligro, por ejemplo: no te acerques a perros desconocidos porque pueden ser peligrosos. Es un discurso educativo, no generador de miedo como por ejemplo: “los perros muerden a los niños… ¡no te acerques!, A mí me mordieron a tu edad”.

“Los padres deben fortalecer el autoestima de los niños brindándoles confianza, seguridad, optimismo y no inseguridad, desconfianza y negatividad infundiéndoles miedo o temor a situaciones, personas, u objetos y peor aún utilizar adjetivos calificativos negativos que solo dañaran la seguridad del pequeño. Enseñarles a ser precavidos, a cuidar sus vidas y a superar cualquier situación adversa generará adultos con autoestima alta y personas competentes”, dice la especialista.

Otro error frecuente es que los padres confunden el miedo con el respeto. A veces se utiliza los “chantajes”…si no me haces caso te voy a pegar con cinturón y no sabes cómo duele!. En este tipo de casos el niño aprenderá a tener más temor al dolor que ganas de obedecer al padre o madre que amenaza, y terminará por no distinguir qué es respeto y qué es miedo”, asegura Rubín de Celis.



MIEDOS MÁS PROFUNDOS

Se puede distinguir un miedo más profundo, cuando se ve afectado o interrumpido el desarrollo bio-psicoevolutivo del niño. Por ejemplo si ya controlaba esfínteres y por miedo deja de hacerlo, o si presenta otros síntomas como que le sudan las manos, tartamudea, se come las uñas, se lleva todo a la boca por el grado de ansiedad que tiene o cuando su sueño se ve afectado, llora frecuentemente, grita, necesita andar y estar acompañado de alguien en todo momento, son conductas y comportamientos que dan la pauta de que el niño está atravesando por un grado excesivo de miedo.

Es importante acudir a un especialista cuando el niño refleje en su comportamiento cotidiano cambios que interfieran con su desenvolvimiento habitual y cuando éste también genere preocupación a las personas que lo rodean. El especialista analizará si se trata de miedos inherentes al desarrollo evolutivo o por el contrario se trata de un problema que es preciso tratar para evitar futuros problemas, concluye la psicóloga.

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