jueves, 29 de enero de 2015
A mi hijo le gustan los Juegos ‘espiritistas’
Por curiosidad, por saborear “lo prohibido” o simplemente por diversión, adolescentes y jóvenes de todo el mundo han jugado, desde siempre, los denominados juegos espiritistas. Se cree que al hacerlo, un espíritu “responderá” a una serie de interrogantes, entre ellas y las más comunes: ¿aprobaré equis materia? y ¿corresponderá él o ella a mi amor?
Pues lo primero que hay que decir al respecto es que no existe nada que pruebe que los espíritus responden a estas dudas. Lo que sí puede pasar (y esto es comprobable científicamente) es que uno o varios de los participantes experimenten ciertas sensaciones durante el juego, pero no por efecto de un ente, sino porque el ambiente que los rodea, su estado de ánimo o su sensibilidad los condicione y, en consecuencia, aumente su vulnerabilidad.
Como padres hay dos caminos: 1) reflexionar con tus hijos —mejor no prohibir porque ello incrementará el afán de pasar por la experiencia— sobre los riesgos, y 2) reaccionar con racionalidad y sabiduría si te enteras de que ya probaron algún juego y que algo se salió de control.
¿Y qué es el espiritismo? La definición más simple establece que es una doctrina de quienes suponen que a través de un médium u otros modos se pueden comunicar con los espíritus de los muertos. Como se recordará, una veintena de estudiantes de entre 13 y 16 años de la unidad educativa Gabriel José Moreno de Pautiro (Santa Cruz) experimentó, en octubre de 2014, sudoración, taquicardia, pánico e incluso desmayos, luego de que otro grupo habría jugado a la Ouija y ofrecido el alma de 50 alumnos en ofrenda.
El hecho es que el incidente dejó más dudas que certezas. Ouija, San Cipriano, San Miguelito o Santa Catalina son algunos de los juegos espiritistas que algunos adolescentes y jóvenes suelen usar por curiosidad o para mostrar quién concentra más poder. La psicóloga Sonia Gottret dice que si bien es posible que tu hijo pase por esta experiencia, lo importante es que no se vuelva una rutina porque podría afectarle psicológicamente y dejar algún trauma. “En realidad hacen esto por curiosidad y (en el caso de los “guías”) porque quieren mostrar quién es el que más dominio tiene manipulando respuestas o haciendo creer al más débil que algún alma o espíritu lo está siguiendo o no lo perderá de vista desde el momento en que fue invocado”, explica Gottret.
Su colega Susana Jáuregui advierte que este tipo de prácticas es solo una forma más que tienen los adolescentes para reclamar atención. “Muchos chiquillos, por la edad en la que están, buscan llamar la atención de los adultos, puesto que se sienten aislados e inventan y creen haber sentido manifestaciones que en realidad no tienen explicación científica”.
Además, estos juegos resultan “atractivos” para algunos jóvenes porque es parte de su naturaleza desafiar a su entorno y probar la suerte. Sin embargo, ambas profesionales coinciden en que el interés que demuestren los adolescentes por vivir estas experiencias dependerá en gran parte de cómo fueron criados por sus padres, de la influencia y el peso que tenga en sus vidas la religión, de los miedos e inseguridades que hubieran desarrollado, o de la confianza, conocimiento y seguridad que les hubieran transmitido.
“Como curiosidad pasa, pero cuando la práctica empieza a cambiar su actitud o su personalidad se le debe poner un freno para no ir más lejos”, aconseja Gottret. “La idea es manejarlo con cautela y ver hasta dónde se puede llegar para que nadie salga lastimado, asustado o traumado”, complementa Jáuregui.
En los casos de los juegos citados líneas arriba, se supone que “el espíritu responde” a las preguntas con algún movimiento o algún sonido y a veces algunos de los participantes pueden jurar que vieron o sintieron algo. El psicólogo Óscar Urzagasti es tajante y claro al respecto: “son rituales en los que se manipula todo”.
¿Y cómo se explica que haya personas que experimenten ciertas sensaciones? Pues, primero —apunta Urzagasti— los adolescentes tienen una parte que sueña, que delira con tener una experiencia extrasensorial y con romper las normas, con hacer lo prohibido, eso los lleva a practicar este tipo de juegos. Y segundo, el ambiente tétrico, callado y oscuro en el que se encuentren hace que todo se sienta real.
Sucede entonces que “se sugestionan, generan estrés y éste, niveles de ansiedad que pueden alterar a alguna persona que tenga predisposición a la psicosis, abriéndose la posibilidad de sufrir una alucinación, incluso alguno de ellos podría delirar”, afirma el especialista, quien recuerda que de cada 100 personas entre 12 y 15 tienen la capacidad de experimentar una psicosis. El entorno inestable y agresivo también hace su parte.
Los profesionales coinciden en que lo importante es reflexionar con tu hijo sobre cualquier episodio de este tipo. Aconséjale que use la razón, que medite, que evalúe y se responda sí mismo si realmente es posible que algún “difunto se comunique” con él o si solo se dejó llevar por la excitación del momento y creyó ver y escuchar cosas que en realidad estaban solo en su mente.
La comunicación entre padres e hijos para desmitificar estos asuntos es vital para la salud física y emocional de los adolescentes, solo hay que saber escucharlos sin enojarse ni imponer castigos inútiles que no le harán entrar en razón.
Fuentes: Tatiana Jaúregui, Sonia Gottret y Óscar Urzagasti, psicólogos.
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