Las peleas entre madre e hija suelen ser habituales sobre todo cuando comienza la adolescencia, pero en algunos casos, esta relación se convierte en un problema mucho más serio y ambas se pasan el día entero discutiendo; la mamá por su parte siente que se está alejando de su hija y ésta, por el contrario, siente que su madre es su enemiga. Esta situación las daña a ambas y por tanto afecta también al resto de la familia. Pero incluso cuando hay una buena conexión, en cierto momento acaban recriminándose mutuamente algunos asuntos.
Entonces ¿por qué esta relación es, a veces, tan complicada? ¿Qué lleva a una madre a discutir día y noche con su hija y viceversa? Para resolver algunas dudas con relación a este tema, M consultó con Daniel MacLean* terapeuta y facilitador en Constelaciones Familiares, que recientemente dio el taller “Sanando la herida materna”, tema que repetirá el 1º de junio en Cochabamba.
1. ¿Por qué algunas mamás e hijas tienen una relación más compleja y difícil que otras?
La pista a que tenemos que seguir es: ¿Qué ves en tu hija? ¿A qué o a quién te recuerda? ¿Qué botones te activa? ¿En qué momento vino? Un ejemplo: la Sra. X, vivió muchas dificultades económicas de niña, su madre la tuvo muy joven y no pudo estudiar, y se lo hizo sentir muchas veces. Ella entonces resentida y dolida con lo que vivió de niña tiene sueños de ser emprendedora y tener plata, lo contrario de su madre, se gradúa con honores, recibe varias ofertas laborales pero, igual que su madre “accidentalmente” se embaraza a los 24. Con esta hija tiene muchos problemas, le remueve su propia historia, dificulta su camino al estrellato. Esta niña, igual que ella misma con su madre, es rebelde, resentida, en fin… Con la segunda hija después de tres años, tiene otra relación, vino en buen momento, en un matrimonio estable. Esta segunda niña le “activa” lo que ella quería ser. La primera, lo que ella quería olvidar y negar.
Estos pueden ser algunos de los motivos que llevan a una relación conflictiva.
2. ¿Cómo y por qué surgen heridas psicológicas entre madre e hija?
Primero que toda madre a su vez es hija. Ella podría venir de una relación también conflictuada y cargada con la propia madre, vivió también frustraciones, quiebres en el amor, la seguridad, y quizá ella misma tuvo que ocupar un lugar de madre para su madre, o fue sutilmente manipulada para ser lo que la mamá no pudo ser. Quizá la hizo sentir culpable de haber venido al mundo, o haber venido en mal momento, de ser vital y movediza, de que se vuelva una competencia por el amor del padre, etc. Esta pregunta siempre implica una mirada a varias generaciones en las que se fueron pasando y repitiendo los patrones negativos de relación, las heridas, los secretos, las frustraciones, los resentimientos.
El dolor, la herida, es parte inevitable de la vida, pero el sufrimiento es una opción. La idea no es evitar la herida, el dolor, el acontecimiento difícil, sino desarrollar la capacidad de sanar, de conversar, de buscar ayuda, de apostar por la vida que realmente deseamos.
3. Pero… ¿Cómo una madre puede evitar pasar estos aspectos negativos o traumas a su hija?
Esta es la pregunta del millón. Demasiada desesperación hay en las madres por tratar de proteger a sus hijos de todo mal, de pasarles cosas, de que se repitan historias. Este nerviosismo, este sutil desespero de que no sufran lo que ellas han vivido, de que no repitan, de que no sean como ellas, de que no esto y no lo otro, al final siempre termina ocasionando no solo que se repita lo temido, sino que sea aún peor. Surge la sobreprotección, la vigilancia, el control.
El primer acto de amor y valentía de una madre es aceptar que los hijos tienen su destino, confiar en que podrán con los desafíos de la vida. Y después ocuparse de ellas mismas, de sanar las propias heridas, recobrar la fuerza, la vitalidad, el amor a la vida. Esto es lo mejor que les pueden pasar a sus hijas.
4. Y hablando de la sobreprotección, la vigilancia y el control ¿Qué daños provoca esto en las hijas?
Las madres que en nombre del amor, de la seguridad, de ser “buena madre” invaden el espacio íntimo de sus hijas, vigilando, controlando sus relaciones, su sexualidad, su alimentación, sus amistades, sus horarios, etc., promueven que las hijas no desarrollen su autonomía, su independencia, su fuerza vital, su capacidad de decisión, de diferenciarse y ser ellas mismas. Estamos hablando de la famosa fusión o simbiosis madre-hija. Las madres vivieron lo mismo con las propias madres. La angustia de separación, la culpa, la fobia a estar solas, son tan intensas que pronto buscan fusionarse con la hija, con la promesa de una nueva vida y todas esas oportunidades que no supieron tomar. En estas relaciones simbióticas la madre trata de vivir y realizarse a través de su hija.
No podría ser más enfático al mencionar que las consecuencias de este enredo son nefastas.
5. Negando el problema
Por lo general es muy difícil que las madres acepten ver su problema. Hay demasiada culpa, demasiada presión social. El pesado y dañino mito de que el amor de la madre es intocable, demasiado sagrado, demasiado puro, demasiado maravilloso. Y cuanto más denso el problema, más difícil que las madres quieran hacer algo al respecto. Las madres de chicas con desórdenes alimenticios o desordenes de personalidad, por ejemplo, casi nunca van a terapia. ¡Es sorprendente!
Justamente necesitan mantener la ilusión de que el problema es de las hijas, esto las refuerza en su rol de sobreprotección, de “misión madre” tienen la excusa para la vigilancia y el control, en resumen, para justificar una relación simbiótica. Si reconocen que ellas son el mayor vector del problema y hacen algo para solucionarlo la simbiosis ya no puede perdurar. Esto desencadena toda esa angustia de separación, culpa, miedo a la soledad. Pero si tienen la ayuda adecuada y sobrepasan esta fase difícil, los dulces frutos de la sanación pronto se hacen sentir y un nuevo mundo se abre. Vale mil veces el esfuerzo.
6. La herencia de los conflictos
“Es como una regla de oro. Todos los temas que no han sido resueltos tienden a repetirse. Los problemas los conflictos, lo no dicho, los secretos, las heridas emocionales que no se quieren ver, sentir, no pueden fluir y desamarrarse por sí solas”, explica.
Y el no querer ver, el rechazo, la negación a lo vivido, el no querer molestarse con recordar o aceptar lo ocurrido es lo que hace que se haga tan pesado y repetitivo. Aquello que niegas se hace más grande y fuerte. Lo que evitas, invitas.
7. Sanar las relaciones
Hemos hablado de cosas duras, y necesarias de ser miradas y platicadas. La intención es justamente abrir el juego para sanar. Y reconocer el problema es el primer y más importante paso.
Contamos hoy en día con todas las herramientas, libros, terapias, grupos de apoyo para empezar el camino de la sanación. En este sentido las Constelaciones Familiares entre otros métodos, son de gran ayuda para trabajar con los patrones repetitivos, para sacar a la luz la trama oculta de las relaciones conflictivas y promover la sanación, la reconciliación con el destino, la vida, con los padres, etc. Este taller “Sanando la herida materna” lo he creado específicamente para abrir un espacio de conversación, de apoyo mutuo para la sanación. Paso a paso tenemos que ir recuperándonos a nosotros mismos. En la medida que lo hagamos, por añadidura, se irá alivianando el bagaje de negatividad que tanto queremos evitar pasar a los hijos. Y les pasaremos más cosas positivas. La experiencia de la maternidad se puede hacer tanto más plena, satisfactoria y constructiva, de una manera real y no de cara al selfie.
8. ¿Consejos? ¿Hay luz al final del túnel?
Hay una enorme y maravillosa luz al final del túnel. Solo que uno tiene que ir hacia ella, no te cae del cielo. Y esto significa hacer un trabajo interno de confrontación con las propias heridas, aspectos negativos e irracionales, con nuestras demandas y caprichos infantiles. Necesitamos para eso un método, una disciplina, una ayuda externa. “Suena a que quiero vender el charque de la terapia pero de verdad estos cambios no ocurren por una decisión de la voluntad consciente, por una resolución de año nuevo. Las relaciones sanas y creativas no son un app que se baja y listo”, concluye MacLean.
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