“La intolerancia frente a la vejez es otro de esos males contemporáneos que se instalaron en el mundo de manera gradual y sin saber a qué hora”, señala el portal lamente.esmaravillosa.com. De ser una fuente amorosa de sabiduría, pasaron a convertirse en seres con los que muchos no saben qué hacer. Muchos se enfrentan al rechazo, olvido o desprecio.
El ideal contemporáneo se centra en la juventud como fuente de todo bienestar. Pese a que esto es falso, muchos lo dan por cierto y actúan en consecuencia. La fortaleza física es ahora más o menos un fetiche. Una persona mayor no cabe en esa ecuación y su vulnerabilidad no es algo con lo que se quiera lidiar.
Las personas más frágiles resultan muchas veces relegadas. Así pasa con los niños, las personas mayores y los enfermos, entre otros. Los adultos jóvenes, sanos, fuertes y en pleno uso de sus potencialidades, siempre andan en busca de alguien en quien delegar la atención y los cuidados que son su responsabilidad. Se han ganado al menos cinco consideraciones que se detallan a continuación:
1. No intentar cambiar a una persona mayor porque hacerlo es una falta de respeto. Solo quien se cree mejor que otros pretende transformar a los demás.
Una persona mayor ya “ha toreado en muchas plazas”. Se ha formado sus propios criterios, acertados o no. Ha adquirido sus propios hábitos, gustos y costumbres. Nadie tiene derecho a intentar convencerla que debe pensar o actuar de otra manera. Y, de hecho, es muy probable que por más que se lo intente, no se lo logre. Al aceptarlos, se evita malos ratos innecesarios.
2. No entrar en discusiones. Puede que un padre o abuelo estén convencidos de algo que puede parecer absurdo. Sus creencias religiosas o políticas podrían ser muy diferentes a las suyas. Las personas mayores a veces quieren intentar convencer de que ellos tienen la razón.
No se debe olvidar que una persona mayor ha acopiado un gran bagaje, que no es para nada despreciable. Su forma de pensar no es fruto de la casualidad, sino de vivencias y conocimientos adquiridos. No es bueno enfrascarse en discusiones inútiles. Al contrario, hay que regalarles una escucha afectuosa y respetuosa.
3. Estimularles en sus aficiones o pasatiempos favoritos. Muchas veces las personas mayores se muestran tímidas o temerosas con sus propios intereses o aficiones. En el mundo actual, su palabra no es muy tenida en cuenta, a menos que ocupen puestos de poder. Puede ser la lectura, jardinería o incluso el deporte. Hay que descubrir sus intereses y apoyarlos.
4. Se debe aceptar sus limitaciones físicas y cognitivas sin criticarlas. Dicen que hay una prueba que todos deben hacer es taparse los oídos con algodones, aplicar vaselina sobre los ojos y amarrar dos ladrillos a las piernas. Luego, hay que tratar de vivir así por una hora. De esa manera, se sabría cómo se siente estar en una edad avanzada.
Al pasear con una persona mayor, hay que caminar a su ritmo y no le tiene que pedir más de lo que puede dar. Si no escucha cuando se le habla, debe hablarse más fuerte y claro, en lugar de recriminar. Es importante escuchar sus quejas de salud sin ofuscarse.
5. Pasar por alto sus manías. Algunas personas mayores pueden ser bastante caprichosas y tercas. Incluso pueden ser traviesos o desafiantes. Hay un momento en que vuelven a comportarse como niños. En medio de ese infantilismo tardío, algunos desarrollan comportamientos extravagantes. Detrás de la manera de actuar de una persona mayor hay una razón. Están viviendo cambios muy grandes y se enfrentan a la idea de que van a morir en unos años. Sus obstinaciones y caprichos les ayudan a compensar su sentimiento de vulnerabilidad o su miedo.
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