Por intentar buscar la creatividad, tan cacareada en asuntos sexuales, saltamos muchas veces desbocados a la cama y nos damos de bruces con nuestra propia torpeza: esguinces cervicales, uñas rotas, desgarros u otras situaciones más bochornosas que desinflan la pasión de un plumazo o hacen que terminemos con nuestros huesos lastimados en las urgencias de cualquier hospital o, casi peor aún, con el Cuerpo de Bomberos llamando a nuestra puerta. Sin ir más lejos, la Brigada de Bomberos de Londres admite que tiene que atender a menudo situaciones de emergencia de personas que, emulando alguna que otra escena de '50 Sombras de Grey' han quedado sujetas a esposas y otros juguetes sexuales o atrapadas entre objetos tan grotescos como una tostadora o una aspiradora. Según la compañía de seguros Medical Insurance, al menos un tercio de las personas que practican sexo han sufrido al menos una vez alguna avería sexual.
Admitámoslo. Torpes en la cama somos todas y todos. Al menos en alguna ocasión. Y podemos serlo tanto que hemos convertido el sexo en uno de los momentos más arriesgados del día, igual que lo era el despertar para Kafka. La psicóloga Miren Larrazábal, autora de 'Sexo para torpes' reconoce que estos percances a menudo son el desenlace de una pareja que vive la sexualidad con niveles muy altos de ansiedad, expectativas exageradas, mentiras y creencias absurdas, en lugar de dejarse llevar por su deseo con la mirada puesta nada más que en dar y en recibir placer. "Una de cada dos personas tiene problemas en la cama en algún momento de la relación. Sí es posible disfrutar de una sexualidad sana y divertida, pero antes debemos aprender sobre ella".
Si hubiese que encontrar una cura contra la impericia sexual, Larrazábal cree que la única sería el optimismo y una dosis extra de buen humor. Pero no estaría de más dar con el punto exacto que debería mediar entre el hastío de la rutina, que mata la pasión, y esa locura que acaba con nuestros huesos hechos añicos y la dignidad tronchada en dos, y no precisamente de risa. Las siguientes son unas pautas sutiles de prudencia, si bien una buena carcajada puede salvar hasta el coito con calcetines o las bragas de Bridget Jones en sus mejores tiempos cinematográficos.
Está genial ponerle una pizca picante a la relación, pero teniendo en cuenta que tus fantasías no son siempre las suyas. Un traje de Superhéroe o de Caperucita Roja pueden alimentar el morbo o el sonrojo, según el momento y la persona.
La mala higiene o los gestos soeces matan la libido sin derecho a réplica y con pocas posibilidades de tomarlo con humor. La naturalidad no puede confundirse con grosería.
La falta de pericia al desabrochar un sujetador o desabotonar una camisa desborda la paciencia de cualquiera.
El desenfreno debe reservar un lugar al sentido común. Por ejemplo, no perder de vista las llaves de las esposas. Entre las urgencias atendidas en el hospital Kings College de Londres, destaca el caso de un caballero con dos anillos de metal pegados a su pene por tratar de imitar a Christian Grey, el protagonista de la famosa trilogía.
¿Aún nos resistimos a dejar nuestros móviles en stand by?
En momentos de lujuria no se puede ser un bocazas. ¿A qué viene hablar de ex, hacer comparaciones, pedir compromiso o planificar el futuro?
El salto del tigre u otras hazañas sexuales no dejan de ser emocionantes, siempre que ninguno de los dos acabe hiriendo con uñas o dientes las partes más sensibles del otro.
Cada persona dispone de una ruta del placer muy personal que la pareja no tiene por qué conocer si no se le va guiando de modo adecuado.
Si no somos muy habilidosos, ¿por qué empeñarse en la estrechez del ascensor o el poco romanticismo del baño?
Y si tampoco somos acróbatas, obstinarse en tomar las posturas del Kamasutra como modelo puede resultar muy ridículo.
El sexo furtivo es excitante, pero se disparan las posibilidades de ser sorprendidos o de cometer meteduras de pata bastante acaloradas.
No hay mayor torpeza que insistir en taparse la celulitis o apagar la luz para disimular los michelines, en lugar de dejar que fluya la sexualidad.
¿Aún no hemos aprendido a usar el preservativo con soltura? Puede entonces que esta sea la primera y última cita.
Como dice una de las columnas de Esther Balac, "cuando por fin encuentren nuestras zonas erógenas, no las traten como tuercas de carro".
Un 'no' significa una negativa puntual, no un rechazo personal. Obcecarse sí conduce al rechazo.
Usar juguetes sexuales es un gesto creativo y positivo, pero precipitarse al desplegar tu repertorio puede resultar una torpeza muy intimidante.
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