Autoridades que lidian a diario con adolescentes infractores, víctimas de la droga o de grupos negativos (pandillas) han llegado a la conclusión de que el mal comportamiento es, en primera instancia, consecuencia de fallas en el núcleo familiar del niño, adolescente o joven, en este caso los padres, los tíos, los abuelos o tutores.
El jueves por la tarde, un profesor sacó del aula a dos alumnos del ciclo secundario de la unidad educativa 18 de Marzo y los llevó a la dirección para que de ahí llamaran a sus padres para ponerlos al tanto de su mal comportamiento. “Llame a sus padres para que vengan a enterarse de la inconducta de estos chicos, que es todos los días, y no traen su agenda para comunicarles a sus padres”, pidió el maestro a la regente.
“La ausencia de los padres y la falta de comunicación con sus hijos es notoria. El azote de las pandillas ha disminuido con relación a otros años en este colegio, pero hay gente que vende droga por entre la verja a los alumnos. Asimismo, hay chicos que se aíslan deprimidos por problemas familiares”, manifestó Gabriela Muguértegui.
La familia, pilar clave
Rossy Valencia, directora de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, manifestó que en las intervenciones realizadas durante años en los centros educativos, la variable que más interfiere para que el adolescente caiga en las drogas, pandillas, mal aprendizaje o esté al borde de que lo expulsen, es el tema de la relación familiar.
“Al fallar la familia prácticamente repercute en el desarrollo integral del adolescente. Existe mucha ausencia de los padres, y estamos hablando no solo de familias pobres sino de clase media y bien establecidas. La carencia afectiva, la falta de comunicación asertiva, el mal ejemplo en principios y valores, repercute negativamente. Ninguna institución puede ejercer el rol de la familia, porque el afecto viene de los padres. Solo basta mirar las estadísticas de la Defensoría y vemos que la incidencia mayor es la inasistencia familiar. Si cruzamos esta variable hay un padre ausente en cuanto al afecto, por lo que se refleja un sentimiento de no pertenencia a la familia”, dijo Valencia.
Según las estadísticas de la Defensoría, la asistencia familiar lidera con creces las demandas de riesgo social a los menores y las mujeres.
En 2008 se recibieron 1.320 casos; en 2009, 2.173; en 2010, 2.515; en 2011, 2.410; en 2012, 3.353; el año pasado, 5.073 denuncias, y, en lo que va de 2014, 3564.
La confianza sobre todo
Para el pedagogo Álvaro Puente, es indispensable una relación profunda dentro de la familia para llevar por buen camino a los hijos.
“La relación profunda va acompañada en formación de valores, los hijos tienen que aprender a respetar a los demás, a tener coraje para seguir adelante aunque las cosas sean difíciles; si lograremos esto normalmente habremos superado los problemas de delito, drogas, etc.”, manifestó Puente.
En cambio, Fernando Rosso, secretario de educación de la Confederación Nacional de Juntas Vecinales de Bolivia, cree que la degradación juvenil no es atribuible directamente a los padres sino al sistema de vida en nuestro país.
“Es un problema estructural, no coyuntural, falta trabajar en la familia, complementar en las escuelas, capacitar a los maestros y a los padres para saber qué hacer con los chicos. Hemos perdido los valores e incluso el temor a Dios. Se debe hacer un pacto con todas las instituciones, las iglesias incluidas”, sugirió Rosso
Claves para la crianza
La relación familiar
El hijo tiene que confiar en sus padres, no temerles sino respetarlos. Si los valora, la mitad de la batalla está ganada.
LA CONFIANZA PATERNA
Los padres tienen que creer en sus hijos, pero deben estar muy atentos a los síntomas que aparecen.
A TEMPRANA EDAD
En la conciencia de un niño de tres años tiene que estar grabado que hay límites, lo que supone el respeto a los demás.
AMPARO FAMILIAR
La familia no siempre son los padres. Un tío, un abuelo puede ser la figura paterna para un niño y viceversa para las niñas.
COMPROMISO
Los padres deben renunciar a temas personales y dar prioridad a los niños, a cuya edad cualquier equívoco se subsana.
Hay que buscar el error en nuestras casas
Franklin Alcázar - CONSULTOR INDEPENDIENTE
Ocuparse de la delincuencia, de la drogodependencia, del abandono escolar o del problema de las pandillas como si fueran fenómenos aislados, es cometer un error; el problema es social y nace en el seno familiar.
Estamos en un proceso acelerado de perder los valores que nos inculcaron nuestros padres y nuestros abuelos. Ahora en la sociedad boliviana parece que los padres se han olvidado de la existencia de los hijos, y los hijos se han olvidado de la autoridad de los padres, entonces han adquirido una especie de libertinaje, que hace que todos los niños y adolescentes prácticamente no tengan control de parte de la familia y actúen como si fueran autosuficientes.
Ahora se le echa la culpa a la televisión, a la influencia de los medios, de la gente que viene de afuera, pero creo que solo es la punta del iceberg. Hay que buscar el error, las deficiencias en nuestra propia casa, empezar a vernos en el espejo especialmente los padres, tíos, abuelos que, con cierta condescendencia y hasta con burla, vemos el mal comportamiento de los hijos y no les llamamos la atención.
Es cierto que cuando en la familia no hay la suficiente influencia moral, ética y fortaleza, la droga y las malas conductas de grupo encuentran un campo fértil en los jóvenes. Lo lamentable es que no estamos formando a los niños de una manera que tengan tal fortaleza como para que los estímulos malos que entran a la familia sean rechazados automáticamente.
Como hallan un terreno fértil, la situación evoluciona, explota y hace que estos niños sean proclives a la delincuencia, al bullying, a la droga y al alcohol, que es la droga de mayor consumo en el país y no tiene freno en lo absoluto. Es peor que eso, los padres fomentan la ingesta de alcohol; conozco padres que les encanta hablar con sus hijos cuando están borrachos
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