Recibir distinciones, galardones, premios, condecoraciones, felicitaciones o una palmadita en la espalda es y siempre será gratificante. A menudo somos conscientes de que dar nuestro mejor esfuerzo es nuestra obligación, pero cuando ese esfuerzo no es notado puede hacer que se nos ‘caiga la estantería’.
Si a nosotros que somos personas adultas nos pasa, imaginen cómo se sienten nuestros pequeños que están aprendiendo a lidiar con el mundo exterior, en una etapa en la que están adquiriendo las herramientas para hacerle frente.
Estimularlos debe ser una tarea constante, no importa si estamos cansadas, si llegamos tarde del trabajo o si estamos enfrentando una crisis matrimonial. Un niño es feliz cuando siente que lo miman y aprueban aquellos quienes estima y ama.
Pero ojo, como dicen los expertos, se debe estimular al niño, más por el esfuerzo que ha empleado que por el resultado obtenido. Justo aquí es cuando cometemos tamaño error al no celebrar su segundo lugar en la carrera de bicicletas o en el cuadro de honor del colegio. Sin pensar somos muy exigentes. Grave error.
Peor aún, creemos que la única recompensa que puede interesarles es material, cuando la aprobación de sus padres tiene para él más importancia que una golosina. Dejemos de ser tan cómodas y en lugar de darle dinero o el videojuego de moda para premiarlos, pasemos tiempo con ellos, haciendo algo que les guste. Sin duda, eso quedará grabado en el disco duro de su corazón
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