miércoles, 19 de febrero de 2014

La hormona que ayuda a socializar

La oxitocina es una hormona que el cuerpo produce naturalmente y cuya reacción química está asociada sobre todo con actos sexuales y de maternidad o paternidad, aunque al parecer su presencia en asuntos amorosos es un tanto más amplia y detallada, incluso en conductas tan elementales como el contacto corporal. Así, ésta que también se conoce como la “hormona del amor”, es una sustancia indispensable en las interacciones cotidianas. Como en otros casos, aquí la indisociable relación entre individuo y comunidad se expresa por medio de una serie de efectos químicos visibles a través de las acciones.

Conductas como la fidelidad, el apego o la manera en que recibimos un triunfo o un fracaso son, sí, resultado de la educación y el desarrollo en determinado medio, pero también, en algún punto, respuesta a las reacciones que suceden en el interior del cuerpo. La oxitocina es una hormona clave en el comportamiento social. A continuación algunas situaciones que explican, así sea parcialmente, la manera en que uno se conduce ante los otros.

Lealtad. La relación entre un hombre y una mujer puede ser, por momentos, bastante primitiva. Al menos así lo mostró un experimento que investigadores alemanes realizaron en 2012, en el cual 57 hombres, solteros y con algún tipo de compromiso con una mujer, recibieron una rociada de oxitocina o de un placebo por debajo de su nariz; acto seguido fueron enviados a entrevistarse con una mujer joven y atractiva, quien les haría preguntas más bien triviales. El verdadero objetivo era observar qué tan cerca se colocaban los hombres de la mujer mientras hablaban.

De acuerdo con el estudio, los hombres en una relación y con oxitocina en su nariz, se mantuvieron cautamente alejados de la chica que tenían enfrente. Los hombres también comprometidos con el placebo se acercaban un poco más y, finalmente, los solteros parecían estar de lleno sobre la mujer.

Malos ganadores, peores perdedores. El gusto por la competencia y la rivalidad, no pocas veces desenfrenado en ciertas personas, así como la manera en que se acepta una victoria o una derrota, están relacionados con los niveles de oxitocina del organismo. Varias investigaciones encontraron que durante un juego como el póker, la glándula pituitaria posterior secreta oxitocina conforme la partida se desarrolla, afecta las reacciones de bienestar y de malestar según se gane o se pierda. De ahí que uno siente al ganar que todos los del alrededor son amigos, pero si se pierde, se sospecha de los rivales y secretamente se cree que están haciendo trampa.

La oxitocina nos hace confiar en otros, pero no nos ciega. El complejo sistema químico involucrado en el comportamiento explica, pero es sólo una de las piezas de la conducta cotidiana. En el caso de la oxitocina, ésta nos vuelve más liberales con los demás, nos hace confiar en los otros, aunque tampoco hasta el exceso. El placer de sentirse parte de un grupo puede terminar si la conciencia advierte que se vulneran principios en los que se cree (éticos, empáticos y otros).

Cooperación

Si la cooperación es uno de los comportamientos que distinguen a la naturaleza humana y también la de otros animales, ella se debe a la oxitocina. Aunque, paradójicamente, por un efecto más bien egoísta. Un estudio realizado con chimpancés encontró que el acto de rascar la espalda de otros monos en busca de insectos genera en quien lo realiza una descarga de oxitocina que, a su vez, se traduce en una descarga de tranquilidad, relajamiento e incluso placer. Así, las muestras de compañerismo reportan también una ganancia individual.

Sin embargo, la investigadora Mirre Stallen descubrió también que este efecto podría presentarse únicamente entre grupos que ya se relacionan entre sí. En el caso de personas que no se conocen y de pronto tienen que realizar una labor compartida, la oxitocina provoca que la persona prefiera realizarla a solas y recele de elegir un líder que dirija el trabajo.

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