¿De verdad no quieres tener hijos?”. Esta es la pregunta que todos hacen a las mujeres que toman esta decisión, algo cada vez más común en el siglo XXI y que despierta interés en las personas más allegadas, que temen que vaya a quedar ‘incompleta’ o que nunca alcance la verdadera felicidad si no se es madre. En este contexto, la ciencia decidió responder y a través de determinados estudios ha demostrado que los hijos pueden traer más dolores de cabeza que alegría a las parejas.
La decisión de tener un hijo es la más importante que un hombre y una mujer pueden tomar en su vida. Aventurarse a ser padres sin valorar todo la responsabilidad y los sacrificios que se deben realizar acarrea a un grave error; hacerlo puede implicar que no compense lo positivo (que es muchísimo) y convertir la experiencia en pura infelicidad.
Ser padres es algo maravilloso, pero también tiene una serie de responsabilidades e inconvenientes (por ponerlo de una manera) de los que no se hablaba demasiado hasta que la gente las empezó a relatarlos en las redes sociales. Padres y madres de todo el mundo relatan a diario sus experiencias con el estrés, las dificultades económicas, el reparto de las tareas domésticas y de cuidado de los hijos... Cuando un niño llega a una casa implica un cambio de 180º en todos los sentidos que, en el caso de algunas parejas, puede desatar situaciones de crisis continuas. Crisis que no todo el mundo puede superar.
¿Una pareja feliz?
Un estudio realizado en el Reino Unido hace 2 años revelaba que las parejas sin hijos tenían matrimonios más felices que quienes sí los tenían. Eso sí, no todo es blanco o negro según esta investigación. Mientras que los ‘childless’ encontraban más tiempo para dedicarle a su relación, también señaló que las mujeres sin niños eran menos felices que las que eran madres. Los hombres sin hijos, eso sí, eran ligeramente más felices que los que sí eran padres.
Según esta investigación hay un mayor grado de insatisfacción en determinados tipos de padres: aquellos que son muy jóvenes o los que tienen muchos hijos pequeños.
Otros estudios previos también han analizado el impacto de los hijos en los matrimonios. De nuevo, las parejas con un mayor índice de felicidad no tenían descendencia, mientras que quienes sí habían sido padres vivían sus mayores cotas de infelicidad cuando los niños eran pequeños y recuperaban la paz marital cuando éstos abandonaban el nido.
Hoy somos más conscientes
Entonces, ¿resulta que los hijos son el peor enemigo de las parejas? En realidad, ninguna de estas investigaciones explican la situación de todos y cada uno de los padres como los motivos que les llevaron a la paternidad, si fue planificada o no, sus circunstancias sociales y económicas... La paternidad, en pleno siglo XXI, es una opción a la que la mayoría de las parejas llegan de forma consciente, meditada y consensuada. Tener un hijo es mucho más que mantener con vida a un ser humano pequeñito y verlo crecer. Hay muchos elementos implicados en la ecuación de la paternidad: amor, paciencia, enseñanza, cariño, respeto... Y no solo hacia el niño sino también hacia la persona con quien compartes la experiencia.
¿La conclusión? Tener hijos cambia nuestra vida, implica responsabilidades y sacrificios como también trae las más grandes alegrías. Sin embargo, no son ellos los responsables de la infelicidad de la pareja ni tampoco los que llevarán a la pareja a la felicidad máxima. Sería una visión muy sesgada pensar que todo es blanco o negro y que no hay una amplia escala de grises que depende de tantos factores como hombres y mujeres hay en la sociedad. Lo más importante -y lo que realmente hace felices a las personas- es que cada uno haga lo que quiera con su vida y que los demás lo respeten; y esto sí que es difícil de conseguir.
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