La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo dijo hace algún tiempo que "la amistad, las buenas relaciones sociales y las redes sólidas de apoyo mejoran la salud en el hogar, el trabajo y la comunidad”.
Contar con una red de apoyo a nuestro alrededor pasa de ser meramente una distracción en nuestra vida. Contar con amigos, familiares que nos escuchen es más que simplemente un lujo de pocos, es un factor imprescindible para gozar de una buena salud mental; no solo porque en el grupo social se genera la aceptación, sino también porque en el grupo social, con sus componentes (amigos, hermanos, familiares) nos sentimos queridos, meta final de todo ser humano: ser amado.
Hay quienes afirman que nuestra meta es cosechar un bien inorgánico que se reproduce: el dinero, pero lo cierto es que, el afán de todo hombre y de toda mujer es ser aceptado y ser amado. Precisamos del amor de nuestros amigos, de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestros hermanos para sentir que estamos vivos, y en primera instancia precisamos sentirnos amados por nosotros mismos.
Cuando este elemento vital nos falta, la indiferencia nos hace presa fácil y corremos el riesgo de llenar nuestro corazón de una amargura que no nos permite disfrutar de la vida plenamente. Lo propio sucede cuando no contamos con una sólida red de apoyo, como enfatiza la OMS.
La posibilidad de curarnos de cualquier enfermedad es menos probable cuando no hay un ser querido brindándonos su apoyo. No es necesario que la persona a nuestro lado sea una experta en decir palabras correctas. Las palabras siempre serán las correctas si el que las dice las expresa desde el corazón.
Cuando estamos sumidos en problemas y no hay quien nos escuche, tendemos a reprimir todas esas palabras e ideas que nos acechan, y ellas terminan enfermándonos. Hay un sabio refrán que dice "cuando la boca calla el cuerpo habla”, ¿pero cómo hablar si del otro lado no hay quien escuche?
Por ello es importante cuidar y cultivar verdaderas amistades, cuidar las relaciones interpersonales que mantenemos con nuestros familiares. Es importante guiarnos por la lealtad hacia aquellos que nos aman, porque solo aquellos quienes verdaderamente nos aman estarán presentes cuando más lo necesitemos. Necesitar no se reduce a los estados críticos por los que atravesemos, también implica la necesidad de reír junto al otro, de tener momentos gratos de conversaciones saludables, de sentirse confortado, escuchado, distraído; eso también hace parte de promover nuestra salud mental.
Somos seres inherentemente sociales, por lo tanto, está en nuestros genes la necesidad de vivir en grupo. La familia es una prueba grande de esa necesidad. Una familia cohesionada tiene más probabilidad de lanzar a la sociedad individuos "sanos” sin grandes patologías, que una familia disfuncional.
Una de las bases de la familia es brindar ese sostén a sus miembros en grandes crisis. Es como llegar a la casa paterna o materna después de muchos años y sentir que allí todo nos conforta, sin importar la lejanía o los años, sentimos que nuestro hogar nos abraza.
Cuidar y cultivar verdaderas amistades significa darles una importancia real a esas personas que nos rodean, valorando el tiempo que se dan para escucharnos o para vernos. Valorando los consejos que desde su experiencia nos brindan. Entendiendo que esas personas también necesitan que nosotros les demostremos cariño, con palabras, atenciones y gestos. Dándoles como ellos nuestro valioso tiempo, más aun cuando hay una gran urgencia que hace que nos busquen.
La amistad, al igual que el amor, se trata de reciprocidad, y tal como recibimos lo que damos, en el caso de las amistades y las redes de apoyo, sucede exactamente lo mismo.
Por esta razón vale la pena preguntarse ¿cuántos verdaderos amigos tengo a mi alrededor?, de nuestra respuesta saldrá la conclusión de cuánto realmente les estamos dando nosotros al mundo.
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