lunes, 15 de agosto de 2016
Adultos que no quieren dejar el nido familiar
Aunque pareciera lo contrario, a muchos jóvenes bolivianos se les hace difícil dejar el nido familiar debido a varios factores, principalmente el económico, lo que genera una prolongada situación de dependencia. Pero también hay otro grupo, de los denominados “ninis”, que no asumen responsabilidades familiares, no estudian ni trabajan, convirtiéndose en una verdadera carga para sus padres.
De acuerdo con la Constitución Política del Estado, en nuestro país se adquiere la mayoría de edad a los 18 años. En algunas culturas se entiende a esta edad como el inicio de una vida independiente, en la que la persona debe valerse por sí misma.
Está claro que la realidad actual es diferente a la de hace algunas décadas por dificultades como la de encontrar trabajo, la precariedad laboral y la insuficiencia económica de los trabajadores. Esto genera que muchos jóvenes tengan una prolongada situación de dependencia familiar, incluso, hasta edades avanzadas, explica a ECOS Gianina Irusta, psicóloga del gabinete CREER, que ofrece atención psicológica especializada en niños, pareja y familia.
Cuestión de edades
Al concluir su carrera de pregrado, generalmente a los 23 años, la mayoría depende de los ingresos de sus padres y son pocos los que disponen de ingresos propios, aunque sean reducidos.
Según Irusta, entre los 21 y 24 años empieza tímidamente la transición hacia la independencia; entre los 25 y 29 aumenta la intención, pero también hay mayores de 25 años que pese a tener ingresos propios, siguen demandando del apoyo familiar para subsistir.
Como suben las exigencias para optar a un puesto de trabajo, los estudios a veces se prolongan tanto como el ejercicio profesional. “Antes los padres dejaban como herencia a sus hijos una carrera profesional y era poco probable que estos no pudieran realizarse como profesionales y como individuos”, dice la psicóloga.
Lo cierto es que, hoy en día, la dependencia familiar puede extenderse por largo tiempo. En muchos casos, de manera tolerable; en otros, más allá de lo razonable.
La generación “nini”
El Instituto Español de la Juventud define al colectivo “nini” como el grupo de personas jóvenes que no estudian ni trabajan, ni lo intentan; no presentan incapacidad por enfermedad y no asumen cargas familiares.
Los ninis en Bolivia podrían estar entre los 18 y 35 años de edad, no realizan ninguna actividad con valor económico o social y no muestran ningún interés en hacerlo.
La psicóloga Irusta explica que un nini es un joven que perdió la esperanza en su entorno económico y social; no estudia porque no cree que haciéndolo mejorará su situación y no trabaja porque piensa que los salarios que le ofrecen no son suficientes para llevar una vida digna. Tampoco cree que una carrera laboral mejore la vida en el futuro.
“Considero que la decisión de los ninis de no asumir un rol funcional de trabajo, estudio o responsabilidad social en su comunidad o la familiar, no solo es producto de sus preferencias, sino también de las condiciones económicas y sociales que los rodean”, sostiene la profesional.
La psicóloga Gianina Irusta es coaching en Inteligencia Emocional, especialista en Psicología Forense Familia y Menor; también trabaja con capacitación y formación. Los interesados pueden ingresar a la página de Facebook: “Aprendiendo en Familia”, o llamar a los teléfonos 76123140 y 64-22055.
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Hay una edad ideal para que los hijos abandonen el nido paterno?
Antes, los padres tenían que enfrentar el reto psicológico del “nido vacío”. Hoy, deben encontrar formas saludables que no provoquen traumas en sus hijos para afrontar el “nido repleto”, es decir, la convivencia con los hijos ya adultos en la misma casa.
Hace unos 20 años, terminar el servicio militar para los varones era un hito importante que se relacionaba con la mayoría de edad, una muestra de que el joven había dejado de ser un “mocoso”, como decían los abuelos, para convertirse en un hombre. Significaba que la persona podía mantenerse sola, salir de su casa, casarse y tener familia. Pero los tiempos han cambiado y las trasformaciones económicas y sociales retrasan considerablemente la salida de casa.
Según la psicóloga Gianina Irusta, en Bolivia, la edad ideal para que los hijos abandonen el nido son los 18 años, siempre que el Estado (como ocurre en otros países del mundo) brinde buenas opciones para que la juventud pueda realizar sus sueños y proyectos de manera responsable y consciente.
No obstante, muchos padres responderían que la edad ideal es cuando se casen, ya que el matrimonio suele constituirse en el preludio de la emancipación.
Hay sectores que todavía juzgan a los jóvenes cuando quieren dejar sus hogares para independizarse, y no faltan los padres de familia que se hacen las siguientes preguntan con relación a sus hijos: “¿acaso no están a gusto viviendo con nosotros?, ¿qué les falta?”. Eso sin contar las murmuraciones: “Fulanito se está yendo de su casa, ¿será que están en tan mala situación económica o estará en malos pasos?”, “¿cómo que su hija se independizará?”. “Yo no haría eso para que después digan que mi hija es una tal o una cual… de aquí sale casada o no sale…”.
¿Cuán determinante es el factor dinero?
También se presentan casos en los que el dinero que gana un joven es suficiente para independizarse, pero no para constituir un hogar. Entonces, no puede “darse el lujo” de casarse antes de los 29 años y así independizarse de sus padres.
Un estudio realizado en España señala que, en los últimos años, la edad media del matrimonio pasó de 26 a 30 años en los varones y de 23 a 27 en las mujeres.
En este marco, una edad cercana a los 30 años anuncia un límite tolerable de la permanencia en la casa de los progenitores, término que, como se ha visto antes, es “impuesto” por la presión social. “Si yo tuviera 28 o 30 años y siguiera viviendo en casa de mis padres, me daría vergüenza”, dice Jorge, un joven de 20 años.
“En todo caso, la independencia del seno familiar, ya sea por estudios o por trabajo, debe ser bien planificada y no tratada como resultado de un problema o de situaciones no resueltas”, aconseja la profesional consultada por ECOS.
¿Los hijos profesionales deben seguir viviendo en casa de sus padres?
La psicóloga Gianina Irusta responde que no es correcto. Sin embargo, dice que la mayoría de las madres, especialmente, eligen sin dudar que sus hijos o hijas se queden a su lado incluso después de casados. Es común que piensen: “mejor si se vienen a vivir con nosotros, así ‘ganaremos’ una hija o un hijo más…”.
En cuanto a los “ninis”, ¿quiénes son los responsables?, ¿padres o hijos?
Son los padres los que tienen mayor grado de responsabilidad para que sus hijos se hayan convertido en unos “ninis”, pues muchas tareas que les correspondía hacer a ellos, como la recuperación de valores, la imposición de normas y el establecimiento de límites en sus hijos desde temprana edad, así como su enraizamiento en cada etapa de la vida de los descendientes, se delega a otras personas o no se trabaja en ello.
Irusta dice que la actividad laboral de los padres puede causar problemas, pues hay hijos que creen que sus padres les deben muchas cosas porque “los abandonan” y, cuando los hijos se quejan por la salida de sus progenitores al trabajo, ellos se justifican preguntándoles: “¿Cómo te compraría todo lo que te doy si no voy a trabajar?”.
Además, según la experta, se da una contradicción: En estos tiempos parece que los chicos maduran y manejan el destino de sus vidas tempranamente, deciden sin presiones con quién salir y qué estudiar, pero también ocurre una “infantilización propiciada”; es decir, las exigencias, obligaciones y responsabilidades que ayudan a prepararse mejor para encarar la vida adulta son escasas. “Son maduros para unas cosas y más dependientes e infantilizados para otras”, puntualiza.
Los ninis pueden representar una “carga” muy pesada de llevar para los padres. Una lástima porque deberían experimentar una etapa diferente en sus vidas, al haber cumplido con la crianza y la educación de sus hijos.
¿Qué se puede hacer para no crear “ninis”?
Es fundamental enseñar a los hijos, desde pequeños, cuáles son sus derechos y obligaciones y la importancia que tiene el aporte de cada uno de
los miembros de la familia en cada etapa de la vida. No hay que tener miedo a darles tareas.
Las obligaciones pueden empezar con las tareas domésticas hasta, por ejemplo, la generación de ingresos económicos durante las vacaciones a partir de los 16 años. “Todos somos conscientes de que este aporte en muchos grupos poblacionales se efectúa desde mucho antes, sin embargo el valor del dinero también requiere educación ya que puede ser un instrumento de riesgo: los jóvenes, al contar con dinero para satisfacer sus gustos inmediatos, pueden dejar sus estudios, por eso es importante que los progenitores aborden esos temas con sus hijos”, aconseja Irusta.
Los padres tienen que enseñar a sus hijos el valor de las cosas y de las normas de la sociedad; a que su mirada vaya más allá de él, de su grupo familiar y de amigos, que aprendan a pensar en grande para aportar a la comunidad, al país y al mundo.
Y esto solo se puede alcanzar cuando en todos los espacios en los cuales los niños, jóvenes y adultos reciben e imparten educación contemple que la administración de las propias vidas implica también asumir responsabilidad con la vida de los demás.
No faltan los padres de familia que se hacen las siguientes preguntan con relación a sus hijos: “¿acaso no están a gusto viviendo con nosotros?, ¿qué les falta?”. Eso sin contar las habladurías: “Fulanito se está yendo de su casa, ¿será que están en tan mala situación económica?, ¿o andará en malos pasos?”. “¿Cómo que su hija se independizará?”. “Yo no haría eso para que después digan que mi hija es una tal o una cual… de aquí sale casada o no sale…”.
RIESGOS EN LOS “NINIS”
- La conducta de un joven inactivo puede derivar en situaciones de riesgo, tanto para él como para los que lo rodean.
- Pueden surgir situaciones que se tornen irreversibles, como depresión, angustia, ansiedad y suicidio.
- La ansiedad y la depresión a veces llevan al alcoholismo, la drogadicción y a la evolución de trastornos psicológicos como la anorexia y la mitomanía.
- La falta de esperanza y oportunidades genera la pérdida de valores y la búsqueda de nuevos referentes de autoridad, que pueden derivar en conductas delictivas, de violencia y delincuencia organizada.
- El problema de corto plazo se puede volver de largo plazo, pues si no se logra integrar formalmente a las actividades económicas y sociales en una etapa temprana de su vida, es difícil que lo haga posteriormente.
- Si la persona no se integra al mercado laboral de joven, es muy difícil hacerlo de adulta. Si no respeta las leyes y las normas sociales de joven, es imposible que lo haga de adulta.
El Instituto Español de la Juventud define al colectivo “nini” como el grupo de personas jóvenes que no estudian ni trabajan, ni lo intentan; no presentan incapacidad por enfermedad y no asumen cargas familiares. Los ninis en Bolivia podrían estar entre los 18 y 35 años de edad, no realizan ninguna actividad con valor económico o social y no muestran ningún interés en hacerlo.
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