LA El hecho de que dos personas estén enamoradas no garantiza un buen matrimonio. Podemos estar profundamente enamorados de nuestra pareja, pero también es probable que juntos no logremos una buena convivencia.
Algunos de los factores más relevantes dentro de un matrimonio son: la compatibilidad de valores, las metas comunes y, en muchos casos, la edad.
Si no existe compatibilidad de valores, difícilmente un matrimonio va a funcionar.
Este factor se pone a prueba máxima durante el nacimiento y la crianza de los hijos, pues es cuando los valores incompatibles resaltan y son mucho más evidentes. Por ejemplo, la esposa puede darle una gran relevancia a la educación espiritual de sus hijos, siendo para ella lo primordial, lo más importante de cultivar, y puede que para el esposo sea más importante que los hijos tengan una educación de tipo materialista.
Por otro lado, puede darse que el hombre sea mesurado con los gastos y que la mujer tenga la idea de que el dinero es para disfrutar y gastar. Todos estos detalles, aparentemente no tan importantes, son los que a la larga pueden llevar al fracaso del matrimonio, porque la convivencia evidentemente no es buena y el ajuste y la satisfacción maritales tampoco.
Dentro de un matrimonio la pareja cumple diferentes roles que deben saber diferenciarse.
Está el rol de amantes, aquellos que son felices y apasionados, enamorados y celosos, dependientes y románticos, pero que difícilmente piensan si pueden convivir bien o no porque están demasiado cegados por la pasión.
Está el papel de esposos, aquellos que tienen un contrato además de social (que se contrae cuando se firman los papeles al momento de casarse), sentimental y uno implícito que tiene que garantizar una buena convivencia.
Para ello, primero la pareja debe amoldarse a los hábitos del otro. Segundo, desvincularse de la familia de origen, lo que implica, entre otras cosas, no involucrar a toda la familia en la resolución de los problemas que debe resolver la pareja. Y tercero, saber resolver las metas independientes, es decir: ¿cómo hacemos para cumplir nuestras metas individuales sin dañar nuestro matrimonio?
Y está el rol de padres, cuyas funciones principales son el de proteger a los hijos, brindar nutrición emocional y enseñarles normas y valores. En este rol no se obra como amantes ni como esposos, se obra como padres.
Y también está el rol de amigos, que probablemente sea el más bonito, porque significa saber escucharse, conocerse, saber confiarse secretos y confidencias. Muchos expertos señalan que las parejas que primero fueron amigos tienen mayor posibilidad de lograr una buena convivencia durante el matrimonio.
Y hay otras tres claves que hacen que un matrimonio tenga éxito: la capacidad de negociar; lograr acuerdos en los que ambos cónyuges salgan ganando. La comunicación efectiva: saber expresar lo que nos gusta y lo que no, lo que queremos y no, sin guardar las cosas que después generen "explosiones” o discusiones, porque no se tuvo la capacidad de decirlas antes. Y, finalmente, el enfrentamiento mutuo de problemas: esto es asumir en pareja todo lo que venga, con el fin común de solucionar algo que va a ayudar a que el matrimonio no se desplome. La frase: "Estoy contigo en las buenas y en las malas” es aplicable a esta situación.
Por ello, aunque a veces parezca que un buen matrimonio es cuestión de suerte, es más un asunto de saber convivir. Y aunque resulte confuso, el éxito de un matrimonio no dependerá del enamoramiento, sino de los valores compartidos.
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