Tuve una conversación interesante con la madre afligida de una adolescente de 16 años que recientemente había roto su relación con un joven de igual edad: "El problema es que yo la veo muy deprimida, ¿es normal exagerar tanto por un romance pasajero?”, decía, tratando de halllar una respuesta.
Todo lo "hiperbólico y exagerado” tiene que ver con la adolescencia, manifesté en esa oportunidad, pero, además es importante recordar que toda pérdida implica su posterior y normal proceso de "duelo”, un momento para llorar aquello que se consideraba realmente valioso, en este caso, esa relación de enamorados.
Es posible que como padres nos sea inconcebible que una persona tan joven, con un largo camino por delante tenga el pensamiento erróneo de no poder vivir sin una determinada persona. Ese es, justamente, un "pensamiento irracional”, propio de los adolescentes.
En la adolescencia, y más propiamente en la adolescencia media (de los 13 a 17 años), las emociones, sensaciones, sentimientos y deseos de proximidad se viven con mucha mayor intensidad. Lo mismo sucede con el enamoramiento que supone un deseo (a veces obsesivo y compulsivo) y atracción muy fuertes hacia una persona.
En este caso, el enamoramiento está sujeto a pensamientos supervalorados: "es el amor de mi vida”, "es el chico más hermoso del universo”; o pensamientos irracionales y falsas ideas como: "nadie me amará nuevamente”, "nunca jamás viviré un amor igual”. Como indica el psicólogo estadounidense Albert Ellis, "son los causantes de las emociones dolorosas , dramatizadas, exageradas” y que son generalmente alimentadas por agentes externos, como las novelas o películas, donde muestran un amor increíble que pese a todas las circunstancias habidas y por haber, los protagonistas terminan juntos y felices.
También están las canciones con contenido de promesas eternas, que penetran profundamente en los esquemas cognitivos del adolescente, dando como resultado esa clase de pensamientos.
La adolescencia media es una etapa crítica de búsqueda de identidad, de experiencias, de sexualidad a flor de piel y deseo de vivencias extraordinarias como en las películas. Todo esto hace querer encontrar con ansias aquello que ve.
Cuando el adolescente ve amenazado su amor, surgen los sentimientos de dolor y sufrimiento que, dependiendo de la forma en que el adolescente los resuelva, podrán derivar en periodos de tristeza (largos o cortos) o inclusive en depresión.
El tiempo ayuda mucho en estos casos, y sólo permitiendo que los hijos pasen su etapa de duelo sin presiones, se logrará que ellos, por sí solos, resuelvan el problema del aislamiento y los sentimientos de tristeza.
Sin embargo, cuando el adolescente se encuentra en la fase de resignación, los padres podrían entablar una charla en la que se planteen ejercicios para analizar esas ideas irracionales.
Se puede preguntar, por ejemplo: ¿qué es lo que más te afecta del rompimiento? La respuesta podría ser: "siento que era el mejor chico, o chica, del mundo” y una forma de quebrar este pensamiento es a través de alguna respuesta reflexiva: "el mundo tiene billones de habitantes ¿de verdad piensas que es el mejor de entre tantos?
El objetivo es que con una serie de refutaciones creativas el adolescente pueda llegar a un pensamiento más real: era alguien común y corriente con cosas buenas y cosas malas, no él, o la mejor de billones. De esta manera será más fácil y apropiada la aceptación de esa pérdida, para que el adolescente pueda continuar con el ritmo normal de su vida.
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