asta la fecha, Susana no ha conseguido que el juez que lleva su caso, aumente la pensión de Bs 200 a Bs 1.000 para su hijo que ahora estudia en la universidad.
“Cuando me divorcié el juez determinó que mi exmarido le pase Bs 350 mensual pero él, como es abogado, recusó para que solo sean Bs 200”, contó.
Hoy sigue ‘peleando’, si vale el término, para que aumente la pensión, y aunque él gane bien, no ha logrado en seis años que aumente ni un solo boliviano.
La situación de Susana es tan común en la sociedad, que las historias por pensiones son infinitas y con diversos finales. Pero ella, como pocas, no dio el brazo a torcer y sigue insistiendo por el derecho que tiene su hijo.
Cuando hay sentimientos
La historia es distinta para Mariana que cuando se enteró de que su pareja la engañaba, decidió separarse y llevarse a su hija. Nunca pidió pensión. “No quiero recibir migajas de él, yo puedo mantenerla para que no le falte nada”, apunta.
Si bien es comprensible que muchas veces el dolor se apodere de nosotras, tenemos que ser razonables al pensar que no toda la vida vamos a estar en una situación económica estable.
“Además, no hay que olvidar que es un derecho de los hijos y que al rechazar la pensión, estamos cometiendo dos acciones graves; primero, que estamos dejando a un padre en un estado de irresponsabilidad y segundo, que uno como madre está administrando equivocadamente un mandato por ley”, explica la abogada Sandra Matienzo.
Él no quiere
“El rechazo a recibir ayuda como la falta de ella, es una demostración de egoísmo por parte de los padres y muchas veces los hijos se transforman en un instrumento de castigo”, explica la sicóloga Tania Buzzolaro.
En este punto, Matienzo cuenta un hecho que marcó un antes y un después en su trayectoria profesional. Ella demostró cómo el exesposo de una cliente, que se negaba a pasar pensiones porque supuestamente no tenía trabajo, se daba una vida de lujo con viajes al extranjero, gastos de tarjeta de crédito y compra de vehículos de lujo.
“Logramos que el comercio informal, que no deja huellas, quede en evidencia y mostramos con pruebas que el obligado (demandado) era una persona solvente”, cuenta.
La especialista en derecho familiar, Janeth Castro, lamenta que exparejas presentan documentación falsa sobre sus ingresos económicos.
“Es cuestión de conciencia del hombre que sabe que tiene un hijo y que este necesita el sustento de ambos”, puntualiza.
Y reconoce con pesar que existe un maquillaje de las planillas de pago. “Ante el juez, todo es con pruebas y a veces estas son falsas”.
Proceso corto, según el caso
Cuando existe el rechazo del padre (en caso que la mujer tiene la tenencia legal de los hijos) en pagar una pensión acorde a las necesidades de sus hijos, el proceso sumario puede alargarse.
“Mayormente dura entre seis a siete meses, pero muchas veces cuando se presenta la demanda, el juez llama a una conciliación a los padres y puede ser que allí se pongan de acuerdo”, explica Castro.
Cuando no existe conciliación, el juez fija una audiencia complementaria con testigos. A partir de esta, el juez tiene cinco días para dictar su sentencia.
Matienzo y Castro aclaran que si la pareja ha estado casada, la pensión se fija durante el proceso de divorcio.
En caso que sea un hijo nacido fuera del matrimonio, la demanda se presenta a un juez instructor, y para la apelación pasa a un juez de partido.
Idas y venidas
Cuando el pedido por pensión se alarga, la mujer normalmente es quien lleva la carga sicológica de tantas idas y venidas.
Ante este panorama, Buzzolaro aconseja que se afronte esta situación con el apoyo de un profesional en su área, para así evitar, lo que muchas veces es inevitable, el sufrimiento de los hijos al ver pelear a sus padres por un derecho que les corresponde
La experta
“Muchas veces la madre quiere tener la verdad absoluta”
Marisol Echalar - SICÓLOGA EN UNICEF
Muchas veces escuchamos estos mensajes: “Él no quiere saber nada de su padre”, “es por todo lo que su padre hace que ha perdido su cariño”.
El niño ante esta madre que se muestra poseedora de una verdad absoluta, tiene dos opciones. La primera es la de vivir atemorizado al permitirse pensar un poco diferente a ella, entonces se da cuenta que puede amar al padre, que es lo más natural en todo niño, pero puede haber represalias y entonces teme también a la madre, además hay miedo a que en el contacto él deje de querer a su madre. Esta angustia de ambivalencia es tan fuerte que el niño en algunos casos prefiere dejar de sentir.
La segunda opción es vivir siendo una réplica de la madre, y no permitirse pensar o sentir diferente a ella, así que se convierte en el defensor de la madre y enfrenta al padre.
Así de importante es la afectividad que esa madre le está transmitiendo al niño. Que el hijo deje de quererlo, es lo peor que al padre le pueda pasar y a eso es a lo que la madre apela. En estos casos, no se le concede al niño una subjetividad propia
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