domingo, 20 de julio de 2014

¿Jugando a ser mujeres?

Los concursos de belleza o modelaje infantil cada vez están cobrando mayor fuerza, exponiendo a minirreinas con extensiones, uñas esculpidas y bronceado artificial. Muchas madres dicen que lo hacen porque son las propias niñas las que lo piden, porque quieren ser modelos o actrices. ¿Pero hasta qué punto es bueno pasarse horas en un castin, vivir toda esa competitividad y quizá tener que afrontar el rechazo?

En criterio de la sicóloga Liliana Zabala, es bonito observar a una niña jugando a ser mujer, cuando nace de ellas mismas y de su mentalidad infantil usar los tacones de mamá, maquillaje, pinturas, aros, carteras y vestidos.

“Pero cuando los padres las obligan y se ve a las niñas jugando a ser actrices y modelos rodeadas de un mundo de lujo y glamour, el término que se emplea para ello es ‘adultizando’ a las chicas”, dice.

La sicóloga Nadia Rocabado manifiesta que cuando una madre quiere o viste a su pequeña hija como ella o la hace asumir una vestimenta propia de una señorita, debe surgir la siguiente pregunta: ¿por qué? Y si se ahonda en la respuesta a ese deseo, se podrá ver que ella, por medio de su hija, quiere realizar anhelos que no han podido ser cumplidos en alguna etapa de su vida y con ello suplir de alguna manera sus frustraciones de un pasado.

“¿Eso es bueno? No, porque los hijos no pueden ser utilizados como mecanismo de compensaciones a frustraciones pasadas de los padres. Lamentablemente eso es muy común en el contexto y no solo en la cuestión de la apariencia de los niños y niñas, se da en múltiples aspectos y situaciones, la mayoría de las veces los padres no son conscientes de que están queriendo suplir sus deseos frustrados median sus hijos”,

¿Hasta dónde es normal?

Es normal que las niñas actúen como mujeres porque es parte de la construcción de su feminidad; sin embargo, los padres deben orientarlas porque si usan tacones, pueden fracturarse las piernas o si se maquillan, están marchitando la piel precozmente.

“Una cosa es jugar a ser mujer como proceso de desarrollo y otra muy diferente es inducirlas, porque no estamos dejando que quemen etapas. Los límites, normas y valores las chicas los reciben desde el seno del hogar y desde pequeñas”, señala Zabala.

Asimismo, para la sicóloga Tania Buzzolaro es normal ver en los padres el modelo y jugar a mamá, ponerse tacos, maquillarse, etc. Siempre ha sido así, asegura, solo que ahora se da más temprano el cambio de juego a la realidad por toda la estimulación externa a través de los medios de comunicación.

La terapeuta familiar Fanny Parrado considera que es parte de los propios intereses de las mamás, en el afán de estar a la moda, porque en el fondo se proyectan en la hija y quieren darle lo que no tuvieron durante su adolescencia.

“A veces, por falta de carácter al educar a sus hijas tienden a motivar a que las niñas formen su personalidad en función a su apariencia física y a su forma de vestir, permitiendo que centren su atención más en lo superficial, distorsionando su imagen de sí mismas en su calidad de personas”, explica.

Los riesgos latentes

Zabala indica que una madre permisible puede que vea reflejada su infancia interrumpida o, de lo contario, no haya vivenciado una niñez a jugar a ser mujer y lo desplaza en su niña. No obstante, hay que tomar en cuenta el peligro que significa para el sexo opuesto observar a esta niña grande. Es posible que se deje envolver por el instinto sexual masculino y surja una acometida hasta con violación.

Añade que es clave entender que desarrollo intelectual y emocional van de la mano y que tratar de adelantarlos, los atrasa y empobrece en múltiples planos. Lo más recomendable es que las chicas empiecen a los 16 años a decidir por ellas mismas, cuando ya tienen una concordancia física y mental con su actitud.

La sicóloga Ingrid Saavedra ve con preocupación que en el entorno europeo se ve a las niñas adolescentes que exigen sus necesidades, se relacionan de igual a igual con sus mayores y reclaman por el derecho sobre su cuerpo.

Añade que la moda social del entorno propone un modelo de chica grande, con libertad y estilo, similar a las jóvenes, por eso se ven desterrados muchos té piñatas, suplantados por fiestas y paseos en limusina, sesión de maquillajes y manicura. “A parte de la quemazón de etapas, ¿estamos viviendo un culto exacerbado al cuerpo?”, cuestiona.


Una dura batalla
Tania Buzzolaro afirma que los niños están bombardeados por tal cantidad de mensajes publicitarios en la televisión e internet que solo buscan vender sus productos y la batalla para los padres es titánica en el afán de hacer entender a sus hijas, que también se ven presionadas por el grupo.

“Desde la globalización, las culturas se mezclaron, se fundieron y se combinaron. La tecnología invadió nuestras vidas y, como consecuencia, la nueva era tecnológica ha traído un cambio en las etapas de desarrollo humano. Vemos que los bebés son más despiertos en la época actual y que nosotros, como padres, también hemos evolucionado”, señala.

Por esa misma razón, agrega, las adolescentes comienzan a crecer antes. Lo que los padres no deben olvidar es que más allá de todos estos antecedentes, la etapa de la adolescencia sigue con las mismas características de siempre y, aunque ellas quieran ser adultas antes del tiempo, los papás deben poner límites y no permitir ciertas conductas.

Ingrid Saavedra dice que evidentemente el entorno está muy ‘sexualizado’ porque es el modo en el que la publicidad se vale para vender algo. Y es importante poner atajo a lo negativo de nuestra época y educar a nuestros hijos en un sano equilibrio, y dependiendo de su madurez, nuestros hijos irán poco a poco tomando sus propias decisiones y aprendiendo a limitar todo lo negativo.

“No todo lo que nos ofrece nuestra cultura, los modelos externos o lo que tiene un alto valor económico, es bueno para los chicos. Aprendamos como padres a ser críticos y a saber mediar lo que entrará a formar parte de la vida de sus hijas”, subraya.

¿Qué hacer?

Buzzolaro dice que cabe a los padres, a través del diálogo, mostrarles que pueden optar por ser diferentes, tener opiniones distintas del grupo sin ser por esto discriminados. La mayoría de las veces el grupo acepta una opinión diferente cuando hay buenas relaciones y cariño entre ellos.

Agrega que es posible negociar la forma de vestirse, el maquillaje, las salidas y otros temas conflictivos de la etapa de la adolescencia. No existe otra forma más eficiente que a través del diálogo, paciencia y con mucho amor para lograr que los hijos tomen a los padres como modelo y punto de referencia para su desarrollo y valoren su opinión sobre los diferentes temas de su interés.

Respetar y no imponer
En criterio de Saavedra, enseñar a nuestros hijos acerca de la consecuencia de sus actos y a no tener que obedecer por temor es un inicio para hacer de una persona un ser pensante, analítico, reflexivo que sabrá hacer de su libertad y poder limitar lo negativo de su cultura.

“Es cierto también que como padres no podemos estar ausentes de ellos. La pubertad y adolescencia son etapas de vulnerabilidad en la que nuestra seguridad y sabiduría debe saber guiar para habilitar conductas positivas y ayudarles a comprender actitudes negativas, frenar las influencias externas y dirigir su propio desarrollo eficazmente”, remarca.

Parrado acota que es importante como madres siempre ubicar a las hijas en su contexto social y económico, de acuerdo a su edad. “Las mamás tenemos la loable misión de educar y formar, somos las que marcamos los límites, damos normas, inculcamos valores y dirigimos su accionar”, apunta.

Para Rocabado es recomendable que los padres respeten las diferentes etapas de desarrollo de sus hijos y las características sicológicas, fisiológicas y sociológicas, y que no traten de vestirlos como adultos ni menos querer hacer una réplica en miniatura de sí mismo.

Puntualiza que se debe respetar la individualidad de cada niño y no usarlo como mecanismos de compensación de fantasías o deseos no cumplidos. Es necesario tener en cuenta que la vida del menor le pertenece a él y que él debe desarrollar su propia historia de vida

Isabella Barrett una niña top model

Tiene seis años, millones de dólares y una línea de joyas, ropa y maquillaje. ¿Cómo lo logró? A través de los polémicos concursos de belleza en Estados Unidos, que la acostumbraron a convivir con la fama, con un estilo de vida lujoso y la llevaron a participar de un reality show. Así es la vida de la jovencísima Isabella Barrett, la Little Miss América.

Su carrera comenzó a los cuatro años en su ciudad, Providence, en Rhode Island, cuando su madre, Susanna, se dio cuenta del futuro prometedor que tenía su hija como reina de la belleza y la inscribió en un concurso. Desde entonces, Bella, como le dicen, no para.

Su presencia en un concurso es casi garantía del éxito. Esto le valió ser convocada para ser la cara de una línea de juguetes de la cadena estadounidense Toys R Us. Pero su fama mundial la alcanzó con su participación, junto a su madre, en el reality show Toddlers and Tiaras (Niñas y tiaras), que pone al descubierto el detrás de escena de los concursos de belleza de los más pequeños, que siempre despiertan polémica por la exposición de menores de edad.

El año pasado Bella lanzó su propia firma de joyas, Glitzy Girl, a la que luego añadió una línea de ropa y maquillaje. El negocio cuenta con 42 empleados y acaba de facturar un millón de dólares.

“Gastamos más de $us 50.000 cuando empezó a concursar, pero miren dónde está ahora; valió la pena”, aseguró la madre, que ha sido blanco de críticas por ‘sexualizar’ a su hija y ganar dinero con ello.

Ella, no obstante, afirma que todo es deseo de su hija. “Si mañana me dice que lo quiere dejar, estaría bien”, afirma, aunque admite estar acostumbrada a los flashes. “Me pregunté si hacía esto por ella o por mí, pero me di cuenta de que lo disfruta tanto como yo”, subrayó

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