Nunca pactar tras una discusión, ni a última hora...
Estas son las claves para que lleguen a casa a una hora acorde con la vida familiar.
Las salidas con los amigos y la hora de llegada a casa son los primeros reclamos de independencia de la adolescencia, una etapa clave que se extiende de los 12 a los 18 años. Es entonces cuando suelen surgir los primeros roces en la familia. En ambos casos se pueden alcanzar acuerdos entre padres e hijos, pero a los chicos no hay que dejarlos campar a sus anchas. “Los límites deben seguir vigentes. No tenerlos les crea más ansiedad”, afirma Francisco Saborido, jefe del equipo de Familia de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).
Ante esos primeros reclamos hay que empezar a actuar. “Entre los 15 y 17 años es una edad difícil, muestran mayor afán de independencia y rebeldía”, asegura Gerardo Castillo, profesor del departamento de Educación de la Universidad de Navarra. Todo comienza un poco antes. “Sobre los 14 años ya solicitan un espacio para ellos. Quieren ir al cine con sus amigos”, dice Ángel Peralbo, psicólogo y autor del libro “El adolescente indomable”. Y en esas primeras salidas, como en las que vendrán después, establecer un horario de llegada a casa garantiza la tranquilidad familiar. El trabajo corresponde a los padres. Hay que concretar un horario acorde con las actividades del hijo (estudios, deporte..) y con un estilo de vida saludable; comunicárselo en el momento oportuno (no cuando esté enfadado), y ser conscientes de las consecuencias y hasta dónde vamos a negociar con él.
El horario se adaptará a su edad y madurez (hay jóvenes que basta con sugerirles una hora de llegada).
Y además tener en cuenta las circunstancias espaciales (transportes, lugar de residencia). Estos son algunos consejos para lograrlo:
¿A qué edad comienzo a negociar un horario? Sobre los 14-15 años ya están preparados
A esa edad se les debe exigir que cumplan con una dinámica familiar y a cambio se les respeta las nuevas experiencias. Los pactos deben ser serios y claros, e incluso escribirlos en un documento, explicando las consecuencias de no cumplirlo. Así no hay lugar para ambigüedades. No se negocia minutos antes de salir, ni durante una discusión ni cuando haya habido un conflicto reciente que no se haya resuelto. Como orientación: con 14 años, a las 21:30 horas en casa (de forma excepcional, a las 11); a los 16, a las 22:30 h (a la 1 una de la madrugada), y con 18 a las 24 horas (a las 2 de la madrugada).
¿Cómo actuar si llega 20 minutos tarde? Todo tiene sus consecuencias
Hay que escuchar sus explicaciones, pero estas no le eximen de su retraso. Los adolescentes se despistan de la hora muchas veces, otras veces intentan arañar unos minutos más. Al día siguiente, debe entender que todo tiene sus consecuencias. Por tanto, en la próxima salida debe llegar antes. Si los retrasos son reiterados: no dejarle salir el fin de semana siguiente.
¿Se puede ser flexible? Hay excepciones, pero que no se conviertan en rutina
Los horarios son estables. De forma muy excepcional, ante un acontecimiento importante, como un cumpleaños, el horario se puede flexibilizar. Pero hay que tener cuidado, porque intentan convencernos de que cada fin de semana hay una celebración importante.
Si nunca respeta su hora, ¿qué hacer? Plantear nuevos retos
Esa conducta se ha ido fraguando poco a poco. Los padres deben preguntarse por qué, ya que quizá hayan cometido fallos. Por ejemplo: fueron cediendo por falta de fortaleza o por comodidad. El problema no se resuelve en un día. Hay que dialogar con el hijo con argumentos y proponerle el reto de regresar poco a poco al horario inicial, ganando media hora cada noche. Si no funciona: obligarle a levantarse al día siguiente a la hora que debe para dejar libre su habitación. Si solo duerme cuatro horas, se lo pensará mejor.
¿Qué tener en cuenta cuando salga de casa? Con quién va, a dónde y cuánto va gastar
No hay que perder de vista ninguno de esos datos, que nos facilitarán nuestros propios hijos. Hay que ganarse su confianza. Una manera de estar tranquilos es conociendo a sus amigos, los sitios que frecuenta el grupo, saber en qué ambientes se mueven... Eso ayudará a los padres a conocer los problemas que se pueden encontrar. Un capítulo también importante es el dinero que gastan, hay que limitárselo para que aprendan a valorarlo y no se conviertan en personas consumistas (...).
¿Debo pedirle los teléfonos de los amigos y de sus padres? Sí, los jóvenes son vulnerables y corren riesgos
Imprescindible. No solo como medida de seguridad, sino también porque muchos intentarán dormir en casa de otro amigo, y eso hay que comprobarlo. Incluso es importante hablar con los padres de los amigos de nuestro hijo y fijar una hora de regreso a casa para todo el grupo.
Los chicos siempre nos dirán que sus amigos llegan más tarde. Y es problable que sea mentira.
¿Cómo alcanzar un acuerdo? Dialogar y escuchar con paciencia
No se debe buscar un diálogo entre iguales. Conviene llegar a un acuerdo, pero no por consenso. La cuestión no es evitar un conflicto por la vía fácil, sino dar criterio, educar. La participación de los hijos (su opinión) unida a las respuestas respetuosas de unos padres que les hacen pensar, les ayudará a entender la conveniencia de un horario.
Pueden servir argumentos como: una casa no es un hotel y un horario no es una limitación de libertad, sino un medio para facilitar la convivencia.
¿Le recuerdo que no se suba a un coche si el conductor ha bebido? Evitar los mensajes de última hora
Esa insistencia momentos antes de que se marche resulta contraproducente. Esos mensajes de advertencia (no conduzcas si bebes, ten cuidado con las drogas...) hay que introducirlos en la comunicación con los hijos de forma más didáctica y natural, por ejemplo, al hablar de terceros o de una noticia.
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