viernes, 12 de febrero de 2016

Albores de la urbanidad

Repasando las páginas de la historia, encontramos que desde los primeros grupos humanos se han delineado normas de comportamiento que luego se transformaron en usos y costumbres garantizando así las buenas relaciones.

Los hombres primitivos inventaron señales y gestos para demostrar que llegaban en son de paz, sin ánimo de pelear con otras tribus.

Las culturas Atlantes, Tiwanakotas, Incas, Collas, Mayas y Aztecas tenían sus propias reglas de comportamiento, tanto para el diario vivir como para sus diferentes ceremonias.

Los sumerios y asirios tenían sus propios usos y costumbres que se fueron reglamentando de generación en generación hasta que Hamurabi lo plasmó en el gran “Código de Hamurabi”, que sirvió de base para todas las normas, reglamentos y leyes fundamentales, incluso hasta nuestros días.

En Egipto, existía un ceremonial religioso y otro faraónico o de gobierno, conducidos por sacerdotes y personal especializado.

La China contó con el asesoramiento del gran maestro del ceremonial K´ung Ch´iu o Kung Fu-Jzu (551-479), conocido como Confucio, quien a pesar de ser de origen humilde fue un verdadero sabio, fundó una escuela donde impartió enseñanza sobre la moral y las buenas costumbres.

En la época medieval, los trovadores fueron los encargados de transmitir a través de su canto, consejos sobre las buenas maneras a caballeros y damas.

Posteriormente, se escribieron algunos libros dedicados a este tema, destacándose “El Cortesano” de Baltazar de Castiglione, un punto de referencia para el mundo actual.

En resumen encontramos reglas de comportamiento repartidas a lo largo de la historia, que se adaptan a nuevas costumbres, pero no desaparecen porque no son una moda, son una necesidad que nos ayuda a convivir en sociedad.

La etiqueta, el protocolo y el comportamiento social son responsabilidad tanto del hombre como de la mujer, sobre todo cuando deben enfrentar situaciones en el ámbito familiar, social, diplomático o político, donde se debe mostrar un trato adecuado hacia los invitados o personalidades de diversos espacios sociales.

Es imprescindible rescatar los valores del comportamiento humano tanto en el hogar como en el entorno laboral y las relaciones dentro la sociedad.

El respeto y la tolerancia son fundamentales para llevar exitosamente una relación. Tomando en cuenta que también forman parte las expresiones gestuales, el lenguaje fonético y el lenguaje escrito.

El ser humano al ser arquitecto de su propia vida, tiene la posibilidad de diseñarla como realmente la quiere vivir, el secreto está en no perder la oportunidad de ser cada día mejores personas, brindando amor y lo mejor de cada uno.

Nota: A partir de esta edición, la experta en ceremonial, etiqueta, protocolo y comportamiento social, Georgette E. Bretel de Aliaga, se suma a los columnistas de la revista con temas relativos a esta temática.

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