lunes, 29 de febrero de 2016

Los niños sufren la ausencia del padre como “un duelo”

Cuando se habla de asistencia familiar es porque hay una separación de pareja. Los niños entienden como separación hasta una simple pelea (mucho más importante, si ésta es física) y se sienten como meros espectadores, indica la psicóloga forense, Lorena Cox Mayorga.

Agrega que cuando se produce la separación efectiva y, por ende, la ausencia de uno de los progenitores, los hijos sienten ese vacío que produce la pérdida de un ser querido, aún más cuando en la mayor parte de las veces no los vuelven a ver, asumiendo esto, muchas veces, como una muerte.

Este proceso en el ámbito de la psicología clínica es conocido como la “elaboración del duelo”, entendido como un estado de shock, sensación de injusticia, negación y enojo. Depresión, miedo, tristeza. Éstos son algunos de los sentimientos que afloran, en una primera instancia, etapa a la que sobreviene reconocer la pérdida y aceptar la realidad, posteriormente con una sobrecarga de recuerdos.

DINERO Y CONFLICTOS

Según Cox, la falta de recursos económicos no afecta a los hijos de padres divorciados como tal, sino el hecho de atribuir la responsabilidad de la falta de economía al progenitor ausente, lo que deriva en situaciones conflictivas.

Este hecho se produce con mucha frecuencia, según la especialista, y son los menores que dan cuenta de estas situaciones a familiares o personas externas, incluso con el uso de terminología que no es propia de su edad.

“Los niños asumen, adicionalmente, ser también abandonados en el sentido material, lo cual es interpretado como una falta de amor y cariño por el sentido de privación”.

A los padres en proceso de separación les resulta difícil comprender la ruptura emocional.

En la generalidad de los casos es difícil realizar este tipo de separación; entre la persona como pareja y la persona como padre de nuestros hijos (que por supuesto en relaciones con los cuales también es padre o madre). Indica que por las experiencias negativas que se atraviesan en la convivencia conyugal, difícilmente se puede diferenciar con este papel fundamental. En este sentido, es muy frecuente atribuir esas características también a este rol.

CHANTAJE

El fenómeno de chantaje, en su expresión extrema, es conocido como el Síndrome de Alienación Parental (SAP.), comenta la profesional.

El SAP es un conjunto de síntomas, que se produce en los hijos, cuando un progenitor, mediante distintas estrategias, transforma la conciencia de los niños con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.

Esto implica una suerte de campaña de desprestigio en relación con el padre no custodio.

El niño llega a desarrollar los siguientes indicadores: campaña de denigración, justificaciones para el desprecio, argumentos irracionales y ridículos, ausencia de ambivalencia, todo es bueno en un padre y malo en el otro.

Cox explica que cuando el progenitor genera odio patológico en sus hijos, desarrolla un mensaje y un fenómeno, que normalmente se denomina “lavado de cerebro”.

“Los hijos que sufren este síndrome desarrollan un odio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado, que tiene consecuencias catastróficas en el desarrollo físico y psicológico de éstos”, asegura la psicóloga.

Otras veces, sin llegar a sentir odio, el SAP provoca en los hijos un deterioro de la imagen que tienen del progenitor alienado, es decir, no se sienten orgullosos de su padre o de su madre como los demás niños.

El hombre busca someter a la mujer con el dinero

Patricia Mendoza

Psicóloga

Las mujeres sufren, en la actualidad, diferentes formas de agresión.

En el país, con la Ley 348, se identifican 17 tipos de violencia. No solo los ataques verbales y los golpes son reconocidos como maltrato. La violencia económica es también una forma de agresión, si se toma en cuenta que el hombre tiene el mandato de ser el “proveedor” de la familia.

La violencia económica se ejerce durante la convivencia. El hombre realiza un control de todo lo ganado, sin importar quién lo ha obtenido.

Cuando la relación llega a su fin, el hombre trata de mantener el control y busca ejercer poder sobre su expareja.

Algunos padres presumen, desde su imaginario, que la obligación de cumplir con su responsabilidad económica irá de la mano con su deseo de que cumplan con la obligación emocional y responsabilidad paterna afectiva, que responda a la figura de padre protector.

En varios casos se observa que al ser notificados con la demanda de asistencia familiar, los hombres se sienten agredidos y vulnerados en sus derechos y privilegios. Asumen una actitud de defensa actuando de manera dominante, controladora y, en muchos casos, descalificando el ejercicio del rol de madre que tiene la mujer.

Usan frases como: “Si ella no puede cuidar a mis hijos, que me los deje”. Tratan de coartar su derecho al trabajo o libertad con esta afirmación: “Si le paso una asistencia familiar, ella no debe trabajar”.

Si bien la ley establece que ambos padres deben cubrir las necesidades de los hijos para su desarrollo integral, en los hechos no se valora, no se reconoce y mucho menos se remunera el trabajo del hogar.

Uno de los efectos psicológicos, a raíz de la separación, es la relación de dependencia que se establece entre la mujer y el hombre proveedor. También se ve afectada la autoestima y el empoderamiento de la mujer, al separarse y quedar bajo el cuidado de uno o más hijos, sin un proyecto de vida claro.

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