Ante la avalancha de cursos, talleres y actividades que cada año aparecen durante las vacaciones escolares para los niños, una corriente de sicólogos tiene algo que decir: deja que se aburran.
Normalmente se piensa que el tiempo vacío es perdido porque la idea de hacer algo ‘útil’ se asocia con lo que les puede traer algún beneficio en el futuro laboral, como aprender idiomas, hacer deporte o pasar clases extra, lo cual no está mal, salvo cuando se pretende programarles actividades durante todo el día hasta llegar agotados a la hora de dormir.
La revista británica de educación de Cambridge (Cambridge Journal of Education), publicó en 2007 un artículo en el que defendía el aburrimiento como elemento clave para el desarrollo del aprendizaje y la creatividad. Una idea con la que coincide la sicóloga especialista en educación infantil, Laura Moscoso, quien señala que “no es malo que un niño se aburra, porque le da la posibilidad de pensar y crear nuevas cosas, imaginarse otros juegos”.
Cuando hay tiempo vacío, se abre la puerta a cosas propias como sus invenciones y fantasías. “El aburrimiento, pasado cierto umbral, permite que surja lo nuevo y, de alguna manera, un qué hacer más personal de cada niño”, señala la sicóloga Claudia Gonzáles citada por el diario La Vanguardia.
Fomentar el vacío
La clave está en el equilibrio: ni hiperestimulados ni los reyes de la ociosidad. Que tengan actividades fuera del colegio y juguetes a la mano está bien, pero fomentar un espacio para el aburrimiento es saludable.
Al principio los papás se tendrán que acostumbrar a escuchar las quejas de que no saben qué hacer, que por qué no les prestas el teléfono y que están aburridos. En soportar la repetición de esas frases, sin pasarles un juguete ni prestarles el celular para paliar su tedio, está el éxito.
Al cabo de unos días, su mente descubrirá formas de pasar el tiempo, gustos nuevos y serán capaces de enfrentarse, sin hacer un drama, a la nada
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