Aplicar el castigo físico en los niños no es un camino acertado, al contrario, este trae varias consecuencias no solo en el niño sino también en la familia, causa más problemas que beneficios, los riesgos que se corren así como los resultados que trae una educación basada en sanciones físicas son visibles a los ojos de todos.
Algunos padres de familia tienen el pensamiento que las palabras o algunos actos son los que hacen más daño, es cierto podemos hacer más daño con algunas palabras que con una nalgada, pero uno debe preguntarse ¿qué consecuencias trae el castigo físico?
Una de las consecuencias es cómo se lastima la autoestima del niño, perjudica el comportamiento del niño y la iniciativa que podría tener para resolver algún problema, ya que se está impartiendo una doble moral, indirectamente se enseña al niño que cuando tenga problemas, así como sus padres él podrá resolverlos con agresiones físicas.
Antiguamente la fórmula para la corrección era el castigo físico, se decía que se los hacía más fuertes para enfrentar la vida o que ése escarmiento les serviría para su futuro, pero sabemos que no sólo no les hace más fuertes, sino más proclives a convertirse repetidamente en víctimas.
Interfiere también en su forma de pensar porque cuando los padres tienen esta actitud hacia sus hijos, invita a los niños a no razonar a excluir el diálogo y la reflexión ante cualquier dificultad que se les presente y reaccionar de forma violenta.
Muchas veces los niños por ésta actitud violenta huyen de sus casas o les pasa esa opción por la cabeza, sienten rencor y resentimiento hacia sus padres, dañando de esta forma los lazos emocionales que se crearon entre los padres e hijos.
Se crea confusión en sus pensamientos, por ejemplo, imaginemos que el niño tiene un problema con su compañero en el colegio, entonces él lo resolverá con golpes, a causa de ésta conducta será reprendido por el profesor que le dirá que las cosas no se solucionan con golpes, el niño estará confundido porque con agresiones se solucionan las cosas en su casa.
Cuando les pegamos les enseñamos, sin querer, que las situaciones difíciles se solucionan con violencia, y que se vale que el fuerte se aproveche del débil, la violencia engendrará más violencia e incluso el niño puede llegar a acostumbrarse a daños físicos que luego no harán ningún efecto en él.
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