Los padres de adolescentes a veces sienten como que han vuelto a la época del jardín de niños, con la excepción de que los inconvenientes pueden ser más serios y las cosas perdidas u olvidos más caros. Para colmo, sus modales en la mesa son horribles, a muchos no les gusta bañarse o usar desodorante, y se olvidan de limpiarse los dientes.
Esos momentos que hacen que un padre se pregunte: "¿Por qué será que mi hijo vive en otro planeta? ¿Cuándo regresará a la Tierra?".
Probablemente se demore un poco.
La mayoría de los científicos pensaban que el cerebro humano se había desarrollado totalmente para los 12 años. Pero investigaciones con tecnología más avanzada hacen pensar ahora que la coordinación de ciertas funciones no se ha desarrollado totalmente hasta pasados los 20 años, según Lawrence Steinberg, profesor de psicología de la Temple University.
"No es que los adolescentes sean olvidadizos", explicó. "Lo más probable es que estén más pendientes que los adultos de las recompensas inmediatas y son mucho menos proclives a planificar y pensar en el futuro. El futuro puede ser una hora más tarde".
Steinberg está acostumbrado a hablar con padres ya que es el autor del libro "Tú y tu adolescente: La guía esencial de los 10 a los 25 años" (You and Your Adolescent: The Essential Guide for Ages 10-25).
Aimee Stern, de Silver Spring, Maryland, sufre con una hija de 11 años y un varón de 15. "Perdieron varios teléfonos celulares, llaves y abrigos", afirmó.
Stern, quien está escribiendo un libro sobre el consumo de alcohol por parte de los adolescentes, dice que se sintió "aliviada" cuando descubrió que "no estaba loca y que los olvidos de mis hijos son parte del desarrollo del cerebro".
Esa especie de nebulosa mental se hace sentir también en la casa de Marc Pitman en Waterville, Maine. Pitman se conforma con una sola cosa: que su hijo de 11 años cierre la puerta de su habitación. "Va a cerrar la puerta, camino a la habitación se olvida y vuelve a la sala de estar sin haberla cerrado".
Otro deseo sería "que use los cubiertos en la mesa, no las manos".
Pitman dice que repite hasta el hartazgo las recomendaciones más básicas. Shelly Walker adopta otro enfoque. Está cansada de pagar por cosas que pierde su hija de 11 años. "En una semana perdió una zapatilla y su iPod touch en la escuela. Ella conoce el valor del dinero". Sally Treadwell, de Boone, Carolina del Norte, tiene dos hijas, de 17 y 14 años. Igual que Walker, ya no paga por las cosas que sus hijas pierden o rompen. Pero no atribuye estos incidentes al cerebro.
"La noción de que los adolescentes no pueden conservar las cosas porque sus cerebros están en desarrollo es un concepto muy moderno", expresó. "En mi familia éramos cinco. No teníamos mucho dinero y cuidábamos las cosas. Parte del proceso de crecimiento es aprender a ser responsable. El mundo no es desechable".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario