Yo quería un auto, no un tren! grita Adrián, de tres años de edad, quien con llantos y zapateos muestra su descontento al ver su regalo de Navidad. Sus padres optaron por ese obsequio ya que lo consideran más didáctico, pero el niño no para el berrinche pese a las explicaciones y los mimos. Para evitar estos inconvenientes debes poner límites a tiempo.
Una rabieta es una conducta que un infante utiliza para manipular y obtener todo lo que desea, explica a mía el consultor en temas de infancia, Pedro Mendoza. “Gritar o llorar tiene significado, es un acto de sobrevivencia; un niño piensa que si no llora sus padres no sabrán que tiene hambre. Sin embargo, al verse acostumbrado a que se le dé todo, presiona y lo hace con berrinches”, advierte.
Esta rabieta infantil se expresa de tres formas: cuando se lastima a sí mismo; cuando se tira al piso, patalea o golpea las paredes; y cuando tira todo lo que tiene al alcance. Pero, ¿existen maneras de limitar esta actitud? Sí. El consultor hace cinco recomendaciones.
La primera es que los progenitores mantengan firmeza y autoridad al hablar con su hijo, lo que no significa gritarle. Si no se hace esto, el niño no asumirá el concepto de mando. “Debemos hacerle entender que las cosas no se compran y entregan en cualquier momento o lugar”. Decirle con entereza: “Hemos hablado y no vamos a comprar cosas que no necesites” le ayudará a comprender, aconseja Mendoza.
Una segunda recomendación es crear y respetar las reglas de un hogar. Por ejemplo la hora de dormir del niño está marcada a las 21.00 y no hay negociación al respecto. Si se incumple lo confundirán e incumplirá las normas.
Por otro lado, es habitual que determinados familiares sean más permisivos con los niños y cedan a sus caprichos. No hay que impedir esta actitud, pero el infante debe entender que es solo una prerrogativa, se lee en el portal www.consumer.es. Por ejemplo, “si grita en medio de una reunión y sus abuelos le dan un chupete para calmarlo, se le debe explicar que hicieron una excepción”, dice el consultor.
Una cuarta sugerencia es darle tiempo de calidad. Esa debe ser la premisa de cada familia, más si los padres trabajan todo el día. En ocasiones, los caprichos son una forma de reclamar mayor atención. Llegar a casa con un regalo no es más importante que darle un fuerte abrazo. “Saber que sus papás lo aman, que juega con él, que lo protegen, calma al niño”.
Por último, la labor de educación debe realizarse de igual forma por ambos padres. Si uno se muestra más permisivo que el otro, es probable que el niño termine por acudir siempre al más flexible y haga berrinche ante el más estricto.
En la institución Háblame, de la que Mendoza es consultor, se ofrecen talleres gratuitos a padres de familia para tratar estos temas y otros. También pueden asistir los menores de edad para desarrollar su inteligencia emocional, autoestima y comunicación.
Edad
Un niño suele comenzar con los berrinches a los dos años y los incrementa con el tiempo, hasta los cinco.
Perfil
Un niño caprichoso no valora lo que tiene pues sabe que lo conseguirá fácil, siempre quiere más, es obstinado.
Acción
Si la rabieta es continua dentro de un lugar, los padres pueden sacarlo hasta que se calme.
Calma
En ningún caso uses la violencia, no le grites, no lo zarandees, ni lo lastimes. Ten paciencia y toma control de la situación. Eso sí: jamás cedas.
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