domingo, 10 de enero de 2016

Lecturas sutiles ¿Mi hijo tiene en realidad TDAH?

Un día Thomas Edison llegó a casa, le dio un papel a su mamá y le dijo: “mi maestro me dio esta nota y me dijo que solo se la diera a mi madre”.

Los ojos de su madre estaban llenos de lágrimas cuando leyó en voz alta la carta: “su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarle, por favor enséñele usted“

Muchos años después la madre de Edison falleció. Un día mirando algunas cosas viejas de su familia encontró un papel doblado en el marco de un dibujo, lo tomó y abrió, en el papel estaba escrito “su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela”.

Edison lloró por horas y, entonces, escribió en su diario “Thomas Alba Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero por una madre heroica se convirtió en el genio del siglo “.

Deseo realizar una breve reflexión desde una mirada psicoanalítica a un problema que ocupa a las familias y los educadores en general: el denominado Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad.

Durante las últimas décadas, el infante ha despertado a la ciencia un fuerte interés por tratar de homogeneizar las particularidades del ser humano y transformarlo a un síntoma común; los problemas de aprendizaje.

Para Ana Ruth Najles, psicoanalista argentina,

medir a los niños con la misma vara trae sus consecuencias. Señala que la dificultad de esta acción

radica sobre todo en el entorno educativo, puesto que desde las aulas se comienzan a excluir a los

niños al etiquetarlos como niños – problema.

Desde mi experiencia se puede verificar dos situaciones que inquietan: la alta frecuencia con que se encasilla a niños y adolescentes colocándoles la etiqueta de TDAH y la facilidad con que se responde

a la existencia del supuesto síndrome con la medicalización, recetando al niño o adolescente en cuestión estimulantes que afectan entre otras cosas al sistema nervioso central.

En una actitud tal, podemos señalar que la disposición afectiva del niño, su complejidad subjetiva y la conflictividad inherente a las relaciones sociales son reducidas a procesos de sinapsis cerebral; y que el interés, lejos de intentar comprender a fondo lo que le ocurre al niño en su relación con su entorno, es diagnosticar, recetar y administrar medicamentos.

Es cuestionable que no se involucre en el proceso

de entrevistas a los padres, y menos escuchar al

niño dentro de un espacio que le permita expresar

lo que ocurre, sus metáforas a través de la palabra

o el juego.

Por tanto, es necesario considerar que el TDAH es una etiqueta producto de un consenso social que alejan algunos educadores de la sensibilidad tanto en relación a los niños como a ellos mismos.

Muchas veces ocupados en responder a las exigencias evaluativas, dejan escaso tiempo y lugar para el fomento de vínculos sólidos y afectuosos con los niños y es importante considerar que es a partir del lazo social como se gesta lo humano, lo subjetivo

y lo singular.

Nota: si tiene algún tema o sugerencia contactarse con Claudia Méndez del Carpio al correo electrónico

claudiamen@hotmail.com

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