martes, 11 de octubre de 2016
El significado del desorden
Los niños suelen convertir el desorden en una forma de vida y esta es una preocupación general para la mayoría de los padres, que cada día luchan por terminar con este mal hábito. ¿Sabía que esto, que para muchos parece algo “normal”, puede ser un síntoma de desórdenes emocionales?
En una convivencia entre alumnos, veinte padres de familia y un maestro guía se conoció, mediante una dinámica grupal, que la mayor preocupación de los padres giraba en torno a lo desordenados que eran sus hijos. A pesar de que les decían a diario que ordenaran su cuarto, ellos no obedecían. Todos coincidieron con esa queja.
¿Por qué los hijos no hacen caso y ordenan sus cosas? Una experta da las pautas para terminar con este mal hábito que afecta a muchas familias, más de las que imaginamos.
Desorden: Origen y consecuencias
Según la psicóloga Verónica Jadue, parte del equipo de profesionales de “A Mi Mundo”, el primer centro de apoyo psicopedagógico en Sucre, con 12 años de trabajo con niños y adolescentes, se entiende al desorden como “la ausencia del orden en un determinado lugar donde antes había orden. O sea, hay cosas que corresponden a un todo y que deberían estar organizadas en un determinado lugar pero no lo están porque alguien contribuyó a su desorganización”.
La mayoría de las veces el desorden genera una gran preocupación en los padres y esa situación se convierte en origen de conflictos familiares.
“Recoger todo lo que se deja tirado y mantener las cosas en su lugar es un hábito que se inculca a través de la repetición; repetir esa misma acción durante 30 días continuos, bajo la supervisión, motivación y refuerzo positivo, no es un mero capricho de los padres pues mantener el orden aporta una serie de beneficios en la vida de las personas”, aconseja Jadue al indicar que “eso es lo que deben razonar los hijos”.
Niños…
Cuando los niños son más independientes y autónomos comienzan a jugar solos, montan sus propias historias y disfrutan como nada en el mundo de sacar todos los juguetes que tienen.
Pero, después, no les gusta recoger nada porque eso significa que el juego llegó a su fin.
“Para ellos la vida es jugar y pasarla bien, aún no son conscientes de que también implica responsabilidades y tareas menos agradables. Si una cosa no les gusta, no la hacen; a los niños les da igual que las cosas estén o no ordenadas”, explica la profesional a ECOS.
Pero cuando son pequeños, todavía es posible moldear su carácter y enseñarles a recoger todo al terminar el juego. “Es más fácil ser desordenado que ordenado, pero es posible crear el hábito, por ello el rol de las personas cercanas a los niños es muy importante ya que van delineando y enseñando gradualmente el significado de la responsabilidad”, agrega ella.
Menciona como una de las claves a la anticipación. Es decir, “tienen que saber que al concluir el juego deben ordenar y dejar las cosas como a un principio, en su lugar”.
Adolescentes…
Los adolescentes consideran a su habitación como un espacio propio, donde a veces el acceso para los demás se hace imposible debido a las reglas impuestas por él mismo en resguardo de su privacidad. En estos casos es mejor que el adolescente sea responsable de ordenar su habitación, pues las cosas que valora como importantes no lo son para los padres.
“Hay que dar al hijo la responsabilidad de limpiar su cuarto y hacer que cumpla con esa obligación; que entienda que la limpieza es una forma de mantener a salvo sus tesoros. Los padres tienen el derecho y la responsabilidad de establecer reglas respecto a su casa y otras posesiones”, insinúa Jadue.
Las elecciones de un adolescente pueden ser toleradas dentro de su habitación y no deben ser impuestas al resto de la casa, pero el orden es el común denominador en toda la casa.
Muchas veces el desorden es una conducta aprendida que se mantiene por asociación. Por ejemplo, “si estudio y apruebo, es más probable que la próxima vez estudie, puesto que obtuve un beneficio por mi esfuerzo. En cambio, si alguna vez no ordené y otra persona hizo mi trabajo, aprenderé que es innecesario esforzarme, ya que otra persona lo hará por mí, aunque haya reclamos o llamadas de atención”, explica la psicóloga. •
Cómo lograr que los niños sean ordenados
Educa con el ejemplo, es decir, en casa todos —sin excepciones— deben ser ordenados.
Haz entender a tus hijos que ser ordenados no es una opción, sino una obligación, así como lavarse los dientes después de comer o ducharse todos los días.
Sé paciente, persistente y no te rindas si ves que tu hijo no te hace caso. Nunca ordenes lo que él desordenó. Las palabras “deja, yo lo hago”, deben desaparecer de tu vocabulario.
Si tu niño ordena sus pertenencias, recompénsalo. Pero no con regalos, más bien negocia y permítele hacer lo que más le gusta.
Explícale por qué es necesario ser ordenado: porque mamá y papá también lo son, porque las cosas se encuentran más rápido si están en su sitio, porque su habitación resulta más agradable si está ordenada, entre otras cosas.
Facilítale el trabajo: tener organizado el cuarto acorde a las edades es importante, debe haber contenedores para los juguetes en un lugar de fácil acceso para sacar y volver a colocar todo en su lugar.
La enseñanza del orden para los más pequeños puede empezar como un juego o una competencia.
Con los más grandes se puede aprovechar el momento de colocar las cosas en su lugar como un espacio de conversación.
La ropa y los juguetes innecesarios o inservibles se deben donar o tirar a la basura, nunca acumular.
Hay que ser claros y precisos al utilizar frases que concreten lo que se espera que haga un hijo: “Guarda los juguetes en sus cajas” o “cuelga la ropa en el ropero”.
No dejes ni un solo día de recordarle la tarea que debe cumplir.
Cada día que mantenga el orden halágalo efusivamente y si hay algo que mejorar, explícale cómo hacerlo mejor la próxima vez, pero sin criticarlo.
Es necesario hacer referencia a la acción (desorden) y no a la persona (el niño o adolescente), pero no decir que el niño o el adolescente es “desordenado”; si se maneja ese término continuamente, actuarán como tales.
Hay actitudes en niños y adolescentes que, acompañadas por el desorden, son indicadores de conductas desadaptativas o trastornos asociados al comportamiento, como el trastorno por déficit atencional y el trastorno negativista desafiante.
Beneficios del orden
Tener las cosas ordenadas sirve a los más pequeños para orientarse y reconocer mejor los distintos espacios de la casa, dónde se juega, dónde se come, etc.
Una casa ordenada y limpia, con las cosas en su sitio, evita complicaciones como accidentes, enfermedades (ácaros), pérdidas de objetos y otros.
Enseñar a un niño a ordenar las cosas le ayudará para que en un futuro sea una persona ordenada a nivel material, social, sentimental, intelectual y laboral.
Enseñar a recoger, a mantener las cosas en el lugar que se les asignó, ayuda a establecer límites, rutinas y normas para los niños, adolescentes y toda la familia.
Posibles causas del desorden
Detrás del desorden se encuentran factores emocionales de niños y adolescentes. Estos son algunos:
El desorden puede ser un medio para llamar la atención de los padres.
Cuando perciben dificultades en la relación de sus padres, a veces expresan lo que sienten y piensan a través del desorden.
Mediante el desorden pueden manifestar que son víctimas de acoso escolar.
Por el desorden se puede detectar un mal manejo de las emociones que no se reconocen como tales; por ejemplo, el enojo y la rabia.
La baja tolerancia de la frustración.
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