martes, 17 de noviembre de 2015

“UN NIÑO SIN MIEDO ES UN NIÑO QUE TENDRÍA ACCIDENTES CONSTANTEMENTE”, COMENTA LUIS MUIÑO.

Todos tenemos nuestras fobias, conocerlas e impedir que condicionen nuestra vida se vuelve imprescindible. De la M a la O, pasando por la I, E y D, el psicoterapeuta español, Luis Muiño resuelve algunas dudas sobre el miedo.

“Es instintivo, de conservación. Toda nuestra mente y cuerpo ha evolucionado para preservarnos. Hay instinto en cada cosa que hacemos, que funciona gracias al miedo a la muerte”, resuelve el psicoterapeuta.

El problema radica en la asociación y que esta sea irracional. Por ejemplo, hay personas que ese miedo a la muerte les paraliza y se ven incapaces de ir a un centro de salud o a un hospital. En esa circunstancia, el miedo es “paralizante, insano y tóxico”, define Muiño.



¿El miedo es irracional?

“Sí, porque es instintivo. No procede de elementos estadísticos racionales”, confirma el divulgador y colaborador de medios de comunicación.

El miedo, continúa Muiño, es visceral y tiene que ver con las hormonas que entran en juego en ese momento, y con imágenes que te hacen evaluar el miedo. “La cuestión es que esto acabe limitando tu vida”, añade.

Si esto sucede, es que ha llegado el momento de convertirlo en racional. ¿Cómo lograrlo? En primer lugar, con el autoanálisis: estudiar de dónde salen las asociaciones, si estas funcionan y ayudan o al contrario. “El proceso difícil es ser conscientes de cuáles son tus miedos y de dónde vienen. Una vez analizado, el cambio es muy fácil”, explica Muiño.



¿Qué estimula la aparición del miedo?

“Casi todo. Realmente, una de las cosas que se discuten en psicología es si realmente todo podría producir miedo”, reconoce el especialista.

Muiño hace alusión al experimento de Peter Watson, por el que consigue que un niño adquiera miedo a una campanilla tocándola cuando aparece una rata.

“He conocido gente con fobia prácticamente a todo”, añade, aunque haya algunas cosas más proclives que otras a provocar pánico.



¿El miedo es de débiles?

El psicoterapeuta lo tiene claro y, de forma rotunda, contesta: “Obviamente no, el miedo es de toda persona sana”.

Eso sí, parece que encuentra un peligroso colectivo que no se achanta ante nada: los psicópatas.

“Ser consciente de tus propios miedos es de valientes. Lo fácil es ocultártelos a ti mismo y a los demás. Tenerlos es de personas sanas, reconocerlos es de valientes”.



¿Por qué nos da miedo la oscuridad?

“La vista es nuestra forma fundamental de asegurarnos de que el mundo es tranquilo, cuando la perdemos nos sentimos indefensos”, contesta Muiño.

El ser humano es el animal que más depende de la vista, pues su sentido del olfato no es tan potente como el de otros mamíferos, su tacto está muy poco desarrollado e incluso su oído es más vulnerable.

“Es la principal arma que tenemos para asegurarnos de que estamos rodeados de cosas que no deberían darnos miedo. Si la perdemos, todo el organismo se pone en estado de alerta”, concluye.



¿Es disfrutable?

Según los expertos nadie disfruta cuando está asustado, pero la adrenalina liberada podría ser la responsable de que hasta un 60% de los que ven una película de miedo repitan experiencia.

Los cuentos infantiles están llenos de personajes que provocan el miedo en los más pequeños. El objetivo, aprovechar la gran persistencia que el temor confiere a los recuerdos. Así, por medio de animales parlanchines, hemos aprendido que no debemos hablar con extraños, o que no conviene adentrarse en lugares peligrosos. No hay que olvidar que el temor a algo se puede aprender única y exclusivamente a través de la palabra o el testimonio de otros, sin que necesariamente lo hayas experimentado personalmente.

Al crecer algunos siguen conservando su fascinación por las historias de terror. El miedo que provocan estas historias es la emoción más difícil de extinguir. Oír relatos de miedo o ver películas de terror desata los mismos efectos fisiológicos que vivirlos: el ritmo cardíaco, la presión arterial y la respiración se aceleran y la adrenalina se dispara.

Entonces, ¿por qué nos gustan las películas de terror? Según los expertos, en la adrenalina podría residir la clave. Puesto que estas películas provocan un aumento de esta molécula, satisfacen la necesidad de sensaciones fuertes sin necesidad de lanzarse en paracaídas o recorrer la montaña rusa más vertical.

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