martes, 11 de abril de 2017
Lecturas sutiles Envejecer es inevitable
El paso del tiempo es inevitable, no se puede escapar de las manecillas del reloj biológico, se envejece con el tiempo, uno mismo no percibe los cambios que se van produciendo lenta o rápidamente en el cuerpo, de manera que sorprende ver que el otro igualmente envejece.
Que desafío vivir envejeciendo día a día, en permanente cambio, como única constante, para todos por igual.
El envejecer hace que muchos se angustien, sientan ansiedad, miedo, temor, inseguridad, influenciados porque la sociedad actual da excesivo valor a la juventud, por encima de la experiencia.
El mercado ofrece innumerables métodos para prolongar la juventud, costosos tratamientos, modernos y no tan modernos, con resultados que producen frustración, son solo paliativos, no logran detener el envejecimiento, el tiempo sigue avanzando a pesar de cualquier esfuerzo realizado.
Sucede que el envejecimiento se da en el plano físico y psicológico, la pulsión que es esa energía de vida, fuerza motora que impulsa, que nunca se detiene, no reconoce edad o condición física, no negocia, empuja a la satisfacción, produce molestia e molestias al cuerpo, que al no poder satisfacerla, puede expresarse como enfermedades, depresión y otros tipo de síntomas.
Al decir que la pulsión no envejece, no modifica su fuerza, empuja sin parar, es necesario e ideal lograr encontrar la manera de canalizarla, realizando nuevas actividades, que sean una vía para descargar tensión acumulada, mediante actividades familiares, lúdicas, lectura, pintura, ejercicio físico, meditación, música, que incidan en la prevención de un mayor deterioro de funciones físicas y mentales.
La sexualidad es un aspecto que también se relaciona con la vejez, se da por supuesto, que al envejecer el deseo sexual se apaga, sin embargo la pulsión no sufre semejante transformación, lo pulsional se mantiene en constante empuje a la satisfacción, situación que incomoda al anciano, que puede tener un deterioro corporal y no responder físicamente.
Existen grandes miedos en la vejez, por una parte el miedo que se relaciona con la propia muerte, ya no pensar en la muerte como algo ajeno que le sucede a los demás, esta vez se presenta como algo real, que le toca a uno.
Otro miedo se relaciona con la enfermedad, miedo a perder capacidades que pueden cambiar la calidad de vida de uno mismo.
Miedo a la soledad, estar sin personas que den contención y afecto, disponer de demasiado tiempo libre.
Es importante considerar que después de la jubilación, esta no signifique el cese total de actividades, al contrario, el seguir realizando las cosas que apasionan, que gustan y se disfrutan, que producen satisfacción, permitirá que lo inevitable sea más aceptable.
NOTA: Para cualquier consulta o comentario sobre la columna, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio al correo claudiamen@hotmail.com Visítanos en Facebook: LECTURAS SUTILES
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