viernes, 14 de abril de 2017

Hijos ‘perfectos’ pero tristes



Todos quieren ser perfectos, brillar en lo personal, intelectual, profesional, económico y hasta en lo estético. Pero, tantas exigencias alimentadas por la sociedad actual no solo presionan a los adultos, sino que se han tornado en un alto y pesado medidor para los niños, advierten especialistas en el tema.

Los pequeños también quieren ser los mejores, por lo menos y en una primera etapa, para sus padres. “Esas exigencias y el temor a no cumplirlas pueden generarles frustración, un efecto contrario a lo que buscan los padres. Por eso, hay que tener expectativas reales con ellos”, comenta el psicólogo Roberto Peña.

El terapeuta ejemplifica: si un padre critica al hijo por su apariencia física en vez de estimularlo y ayudarlo, mellará también la salud emocional del menor. O, si una madre sueña que su hija destaque tocando un instrumento o cantando, sin considerar que no tiene vocación, la experiencia puede tornarse en un infierno de frustración.

La psicóloga Lizette Gallegos identifica que ese deseo de perfección es de los padres, lo que conlleva a presionar a los hijos a realizarlos, a ser buenos y mejores, como si no lo fueran. A su vez, los niños buscan aprobación de sus progenitores, y ese afán puede hacerlos infinitamente infelices. “Puede generarles ansiedad y baja autoestima al saber que no cumplen con el ideal de sus padres”.

Los casos no son iguales. Peña dice que hay menores que siguen el modelo de sus padres en la búsqueda de sobresalir. “Quizá son los menos, pero hay niños que se esfuerzan y dan muestras de voluntad inquebrantable para lograr objetivos, lo cual es muy bueno. Lo que hay que tomar en cuenta es el equilibrio, porque si el triunfo se vuelve un vicio y no consiguen lo que anhelan, quedarán profundamente heridos y frustrados al punto de generar depresión en la edad adulta”.

Según los psicólogos, los niños que crecen con la idea de ser perfectos viven con miedo constante a cometer errores. “Acumulan ansiedad siendo imposible alcanzar la aprobación buscada, mensaje que se refuerza ahora no solo en casa sino fuera; en los medios y en la sociedad, de ahí las altas demandas laborales y de imagen que hay”, detalla Gallegos.

“Esa demanda hace que los padres deseen niños multifunción ‘para que sepan y puedan defenderse en la vida’. Pero, paradójicamente, esa presión aplastante los anula y daña”, recalca.

En ese círculo vicioso, hay una salida. Peña identifica el desarrollo firme y constante de la autoestima. “Para ello se debe identificar las habilidades y reforzarlas. También es saludable ponerles desafíos y mostrarles que la vida tiene variables y por no conseguir todo lo que se quiere no se acaba el mundo”. Y lo más importante, ratificar que él o ella sigue siendo tan valioso y amado como siempre, tal vez más por el esfuerzo puesto en llegar a las metas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario