Cuando tienes un niño pequeño, los berrinches forman parte de su vida.
Aunque las rabietas son normales durante sus primeros años, se hacen
más difíciles de manejar a medida que crecen, y más aún si suceden en
público.
Una de las formas simples de frenarlas es no dándole importancia, dice
el psicólogo Juan José Vargas. “La pataleta cesará siempre y cuando los
padres o cuidadores sean constantes con esa actitud sin caer en la
manipulación del niño”.
Ese tipo de conductas de ninguna forma deben ser negociadas con el
pequeño. “Por el contrario, deben ser creadas como límites y reglas. Por
ejemplo, decirle: ‘Vamos a salir, pero tú no puedes hacer un
berrinche’, caso contrario, se puede llegar a un castigo no físico”,
explica el especialista.
Otra solución que da Vargas es llevar al menor a un lugar menos público
y explicarle que no se puede cumplir sus demandas, y cuando éste se
calme recién entrar al lugar, nunca regañarlo enfrente de la gente, pues
se lo avergüenza o se lo victimiza, y ningún patrón es saludable.
Para la psicóloga Tatiana Jáuregui, lo mejor ante una rabieta es
dejarla sin efecto porque al no prestar la importancia a esa conducta
negativa con la que el niño está buscando atención, el escándalo pasa.
“Los padres deben hacerle ver que él no va a conseguir su objetivo a
través de esa actitud y, conforme el adulto es constante y consecuente
en eso, el niño se irá cansando y verá que esa estrategia no tiene
efecto”.
Los berrinches no solo se dan por capricho, como creen muchos padres,
sino por diferentes factores como los biológicos, emocionales, de
aprendizaje, de relación familiar y ambientales, advierte el psicólogo.
“Los primeros están vinculados a la formación del cerebro, y una
disfunción puede hacer que el menor no controle sus emociones, esto va
con la capacidad de aprendizaje, aún corta en esa etapa. Por tanto, en
los primeros años hay poca experiencia de cómo manejar un disgusto”.
Si no se contiene al niño y se le enseña a identificar y manejar sus
emociones, el berrinche puede llegar al desborde, sin límites ni reglas
en un ambiente descontrolado”.
Las pataletas, además de un mal hábito que los niños adquieren en sus
primeros años, son parte de su aprendizaje y sociabilización en la
relación con los padres, según resalta Jáuregui. Esto se da por “la
forma que tiene el niño de comunicarse y de satisfacer sus necesidades
básicas, las que son atendidas inmediatamente”.
Posteriormente ya no son necesidades básicas, sino demandas
secundarias, como las lúdicas, que tienen que ver con la sociabilización
y los gustos. En ese escenario, los padres, que están acostumbrados a
atender las primeras demandas, van con la misma inmediatez a satisfacer
las peticiones, pero lo que no saben es que el niño se acostumbra a
pedir de la misma manera. Entonces, ese llanto inicial que era por una
necesidad básica se traduce en gritos, en una solicitud imperativa y en
un chillido forzado que desemboca en berrinche”, señala la psicóloga.
Sin duda, las rabietas son comunes en los niños, pero para tu
tranquilidad, y la del entorno, hay formas de ponerles un alto. Jáuregui
dice que el primer paso es “tomar conciencia de que los menores crecen y
que ni tú ni ellos deben quedarse estancados en las etapas. El segundo
paso es ser consecuente y constante en las consignas y en las formas de
comunicarse con ellos”. Si ignoras el escándalo, hazlo repetidas veces,
por ejemplo si dices ‘no’ a algo, siempre di ‘no’ al mismo tema o
acción.
Una vez que el berrinche pasa, es recomendable que le hables de las
causas y los efectos de su conducta y de lo que puede ocasionar.
Explícale, de buena manera, que no tiene necesidad de pataletas y hazle
sentir que igual lo amas. El remedio efectivo es un silenciosos abrazo.
Crea una distracción
Cuando veas que el berrinche está a punto de desatarse, trata de
distraer a tu hijo mostrándole algo que le guste. Los niños pequeños
tienen una corta capacidad de atención, así que es fácil distraerlos.
Barriga llena, corazón contento
No hay nada que haga más que un niño tenga berrinches como el tener
hambre o sueño. Los expertos confirman que si come a sus horas y duerme
el tiempo que debe, según su edad, es mucho menos susceptible a tener
rabietas.
La magia del tiempo fuera
Deja solo a tu hijo por unos minutos en un lugar seguro (que no haya
nada con lo que pueda lastimarse) para que se calme por sí mismo. Dile
que en cuanto esté listo y tranquilo podrá regresar contigo. Esto le
ayudará al autocontrol.
El poder del abrazo
Quizás sea lo último que quieras hacer en el momento en que tu hijo se
transforma y grita sin control, pero un abrazo fuerte, firme y sin
hablar, lo calmará rápidamente. Los abrazos lo hacen sentir seguro, y
esto ayuda a que vuelva la calma.
Nunca cedas ante un berrinche
Es importante que muestres a tu hijo que no logrará nada con
berrinches. Si por ejemplo, llora y grita porque no lo dejas comer un
dulce, no cambies de opinión y le des el caramelo para que se calle,
tampoco cuando se haya calmado.
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