Todos hablan de la importancia de la figura paterna en la formación y el desarrollo integral de un niño. Pero, ¿por qué es esa tan crucial su imagen?
“Es la construcción mental-emocional que nos hacemos de nuestro padre. Esta imagen está teñida con nuestras experiencias, comentarios de otros y de cómo elaboramos las vivencias y, en especial, cómo la madre mira al padre, lo que crea o no un acceso a los hijos o hijas”, explica el psicólogo chileno Patricio Asenjo, en una entrevista con Mía.
Esa concepción, por lo general, varía de un hermano a otro y puede ser o no cercana a lo que realmente es el padre, recalca el también facilitador en Constelaciones Familiares.
En publicaciones como Mamá natural, aparece un texto que Asenjo también hace referencia para explicar, en seis hechos científicos, la influencia de la figura paterna en los niños:
1. Interactúa dinámicamente a través del juego, ya que hace que el pequeño explore y aprenda.
2. Esas actividades incentivan a tomar riesgos que ayuda a los niños a controlar, tanto su cuerpo como sus emociones. De ese modo desarrolla habilidades para lidiar con situaciones de crisis, estrés y para la resolución de problemas, así como el sentido de seguridad. “Es darles el mensaje de que el mundo es seguro aunque incierto, pero que se necesita ir y explorarlo”.
3. El tiempo de juego con la figura paterna influye en el compromiso a los vínculos interpersonales, así como a la sensibilidad del padre; es decir que él debe distinguir cuándo es necesario desafiar al menor y cuándo dejarlo disfrutar del juego; a diferenciar entre tiempo y tiempo de calidad para demostrar el amor que le tiene.
4. El rechazo de la figura paterna puede lastimar profundamente al niño, publica el portal. Según Ronald Rohner, del Ronald & Nancy Rohner Center of the Study of Interpersonal Acceptance and Rejection, la figura paterna contribuye a edificar al niño. En caso de que lo rechace, el menor podría generar sentimientos de inseguridad, ansiedad, hostilidad, conductas de abuso de sustancias o problemas de comportamiento. Además, el rechazo paterno altera la habilidad de confiar en otros (en especial en relaciones amorosas).
5. Una relación negativa entre figura paterna y niño desencadena una personalidad regida por el estrés.
6. Las figuras paternas sienten amor gracias a los vínculos y a la oxitocina, hormona del apego. Estudios sugieren que los padres incrementan su nivel de oxitocina durante la crianza. La manera de demostrarlo es a través del juego, cuando los levantan por el aire o consiguen que el bebé ría.
Cabe destacar que la representación paterna influye de forma diferente en la niña que en el niño. “Para el hombrecito es importante tener una buena relación con su padre, ya que de él puede aprender a ser hombre. En cambio, la niña está primero en el círculo de la madre, al igual que su hermano varón, luego los dos se acercan al padre, quien les brinda su visión del mundo y los apoya para que puedan desenvolverse en él. Finalmente, la hija debe retornar al círculo de su madre, ya que de ella puede aprender a ser mujer”, explica la visitadora social chilena María de la Luz Krebes, facilitadora en Constelaciones Familiares Sistémicas.
... y cuando no está el papá...
- En caso de que el padre no esté presente en la crianza de los niños, es fundamental la buena mirada y los buenos comentarios que la madre y los cercanos al niño puedan hacer, aún cuando el papá haya hecho un daño a la familia.
- ¿Por qué? Porque el niño lleva y ama a su padre a través de sus genes y su historia. Tener una buena imagen de él, aunque no esté, lo ayuda a confiar en sí mismo. También forma en él una imagen paterna que servirá en su futura relación con sus hijos.
- Un niño necesita mirar a su progenitor de buena forma. A pesar de todas las dificultades, el padre, junto con la madre, le dieron el mayor regalo… la vida.
- Un ejemplo de cómo crear una buena imagen paterna no quiere decir mentir al niño, pero sí la madre puede hacer comentarios positivos, por ejemplo: “A tu papá le hubiera encantado verte jugar fútbol como lo hiciste hoy”. O bien, “tienes los mismos ojos que tu papá”.
lunes, 4 de abril de 2016
Papá soltero, llena de amor el vacío
Nadie dijo que la crianza de los hijos sería fácil, menos cuando uno de los progenitores está ausente y esa tarea recae exclusivamente sobre el otro. Se cree que en ese reto, las mujeres son las únicas que lo pueden lograr, pero lo cierto es que cada vez son más los hombres a cargo de sus pequeños, desempeñándose bien como padres solteros.
Franklin (39), forma parte de ese segmento hace cuatro años. “No fue fácil, pero con el tiempo, mi hijo y yo nos adecuamos el uno al otro. Confieso que aún no se cerró la herida emocional que ella, mi expareja, dejó. Se perdió un año sin siquiera preguntar por nuestro hijo. Pero ahora él y yo estamos felices”, dice.
Los padres solteros ya no son una excepción a la regla, pues esta situación latente presenta un nuevo estilo de vida, explica el psicólogo Marcelo Pacheco.Para la terapeuta familiar Sherezada Exeni, el concepto social supone que esta situación es más difícil para un hombre que para una mujer. “Pero no es así, él puede. Debe dedicar, como cualquier progenitor, amor, protección, tiempo de calidad y atención a las necesidades básicas y emocionales de su hijo, ya que este último aspecto definirá la salud psicológica en el futuro del menor”, detalla.
Otro punto que favorece al niño en este tipo de conformación familiar es la claridad y fortaleza del padre frente al abandono o la pérdida. Como Franklin, otros padres son cuestionados constantemente por sus niños, sea con dolor o con enojo: “¿qué pasó con mamá?”.
Es conveniente hablar con el menor, “explicarle los cambios que se han producido en el hogar y compartir los sentimientos y opiniones al respecto, pero sin transmitirle las frustraciones”, sugiere Terra.com.
Esa recomendación también la hace Pacheco. “Cuando el hijo pregunta sobre su madre, respóndele con la verdad, en especial si ya es grande, porque sino, el muchacho puede sufrir al enterarse de que le mentiste sobre un tema tan sensible para él”. Sobre este punto, Exeni advierte que “peor que no decir la verdad es crear en el menor un fantasma dentro de una familia que hace referencia a un pasado idealizado y a un presente que no puede ser”.
En la crianza, no hay una fórmula infalible, ni hay una mejor que otra, asumiendo que quieres lo mejor para tu hijo o hija. Algunos jefes de hogar optan por el silencio o por prohibir a los chicos hablar de su madre. Sin embargo, “abordar el tema le permite construir su familia monoparental y esto a su vez le da la posibilidad de crecimiento”, complementa Pacheco.
El psicólogo sugiere que no le cuentes la versión políticamente correcta, “sino tu propia historia, tu vivencia desde la forma que tienes de ser”, sin entrar a la creación de falsas imágenes y afectos ni denigrar la figura materna. Así el niño podrá desarrollarse de manera integral y desempeñar sus roles de hijo sin sentir culpa por la partida de la madre ni pena por el padre. En este punto, el pequeño podría sentir la necesidad y responsabilidad de cuidar a su papá. Sin embargo, no olvides delimitar los roles y el de protector es únicamente del adulto
Claves para hacerlo bien:
Sanar
El padre soltero debe curar la herida emocional de la circunstancia que lo alejó de la madre entendiendo que es un problema de él y no así del niño.
Duelo
El papá soltero tiene que pasar por la etapa de duelo o pérdida de su pareja, para luego superar el abandono. Con salud emocional será más fácil formar al hijo.
Fortaleza
El padre debe tener claro que no es una víctima y asumir la crianza del hijo, solo, pero con firmeza.
Autoestima
Transmite a tu hijo la fuerza y seguridad sin asumir lo que la gente piense de la situación. Siéntete valiente y valioso.
Organización
Con tanto ajetreo, entre el trabajo y la casa es fundamental que crees y mantengas una rutina; establece horarios de estudio, comidas, etc.
Fuente: Marcelo Pacheco (Psicólogo), Sherezada Exeni (Terapeuta familiar).
7 frases que reafirman a tus hijos
No se trata de repetir a diario y literalmente cada una de estas siete frases sugeridas por especialistas a través de la página de Camila Canabal. La idea de esta selección de expresiones busca sembrar en el niño una autoestima alta, además de seguridad en sí mimo. Úsalas y adáptalas de acuerdo con la situación, pero sobre todo con ellas demuéstrale a tu hijo el amor que le tienes. Hazlo con tus palabras, sentimientos y también con tus actos. 1. ‘Creo en ti’
Una mujer compartió su dulce y curiosa historia relacionada a este tema. Ella le dijo “creo en ti” a su hijo de tres años y poco tiempo después, sus palabras volvieron a ella, como un bumerán.
Un día, luego de buscar las llaves de su casa durante al menos una hora, ella se tendió triste y desesperada en el sofá. De repente sintió que algo le agarraba del pantalón: “Mami, yo sé que tú puedes encontrar tus llaves, creo en ti”, le dijo el pequeño.
Fue como si esas palabras le hubieran dado nuevo aliento. Siguió la búsqueda y a los pocos minutos encontró las dichosas llaves.
En realidad la frase “creo en ti” tiene el poder de motivar a quien la escucha.
2. ‘Nunca te rindas’
Esta aseveración alienta y cambia la actitud del niño si se pronuncia con un tono alegre y hasta un poco juguetón. Debes tener en mente que tu objetivo es darle un empujoncito para que encuentre la salida a la situación que lo atribula.
Como ejemplo, una mamá y su niña armaban juntas un rompecabezas. La pequeña intentaba hacer coincidir una pieza en el lugar que no le correspondía, diciendo: “¡Nunca te rindas, nunca te rindas!”.
Su mamá la corrigió: “Es verdad, no debes rendirte. Pero es posible que estés haciendo algo mal, en ese caso lo mejor es detenerse y pensar, desarrollar una estrategia. Si nada cambia a pesar de tus esfuerzos, debes buscar otra salida, inventar otro plan hasta que puedas lograr lo que quieres”. Hay que explicarle al niño que es tan importante no rendirse como estar abierto a nuevas soluciones.
3. ‘De los errores se aprende’
Tu hijo debe entender que encontrar dificultades y cometer errores es algo normal. Intenta enseñarle a no perder la moral al tropezar con obstáculos en su camino. Es muy importante recordárselo no solo en los momentos de angustia, sino antes de eventos que demanden su responsabilidad y decisiones importantes en su vida. Cualquier experiencia enriquece. 4. ‘Todos los profesionale fueron también estudiantes'
Es importante recordar a tus hijos de vez en cuando que cada persona que sobresale en un campo u otro no se encontraba en esa posición al iniciar su recorrido.
Permite que tus niños crezcan sabiendo que cometer errores es normal, que perder es algo inevitable en algunas situaciones, que luchar es algo necesario y que lo anormal sería pensar que los errores, las angustias y las dificultades duran para siempre. El menor debe entender que esos contratiempos son solo un puente para alcanzar su objetivo, realizarse como persona y sobresalir si así lo desea.
Hazle saber a tu hijo que la paciencia, la perseverancia y el esfuerzo son más importantes que la perfección en sí misma. Y que la perfección es diferente para todos.
5. ‘La derrota no es una elección’
Habla con tu pequeño o con tu adolescente acerca del significado de esta afirmación. Explícale que debe afrontar cada una de las experiencias de su vida como una lección y que eso hace que la derrota no sea sino un escalón en su desarrollo, además de una herramienta para idear nuevas estrategias.
La derrota no se elige, se aprovecha.
Lo que sí es una elección es aprender a crecer y dejar atrás los malos momentos, ser perseverante y creer en sí mismo.
6. ‘Aprende de cada moretón y caída’
Cada vez que tu retoño haga algo de forma incorrecta o se vea en una situación desagradable, pregúntale qué aprendió de eso. Habla con él al respecto, explícale que todos aprendemos de nuestros errores, raspaduras, golpes y vergüenzas.Enséñale a sacar conclusiones de cada situación.
7. ‘Estás en un lugar seguro, rodeado de amor y cuidado’
¿Puedes recordar un momento de tu infancia en el que te hayas sentido seguro, hayas experimentado el amor y el cuidado? Esos momentos de tranquilidad, cobijo y armonía estarán en tu mente para siempre.
Es importantísimo que tu hijo crezca rodeado de cariño y atención para que se sienta seguro. Eso tiene una influencia positiva en su autoestima y le ayuda a ser fuerte y valiente.
Cada noche, cuando lleves a tu pequeño tesoro a dormir, dile: “Estás seguro aquí, te amamos”. Pronuncia esas palabras con ternura y tranquilidad para que se queden grabadas en su mente y hagan eco aun en su vida adulta, así le darán calma en momentos de estrés y dificultades.
Estás ahogando a tu hijo (Y NO TE DAS CUENTA)
“Siempre serás mi bebé”. Esa es una de las frases que toda madre ha dicho alguna vez mientras acunaba a su hijo. La cuestión es que esa frase suena diferente cuando el “bebé” en cuestión tiene un año, siete o catorce. Como en un extraño síndrome de Peter Pan, nos negamos a que nuestros hijos crezcan, y eso tiene sus consecuencias.
Muchos medios se han hecho eco del mensaje de la nueva película de Pixar “Inside Out”, respecto a la importancia que tiene la tristeza en nuestra vida. Poco se ha hablado, en cambio, de otro de sus mensajes claves: la necesidad de dejar que nuestros hijos crezcan. Aceptar sus cambios, sus decisiones y dejarles que sufran y se equivoquen para permitir que maduren. Algo que parece obvio, pero no lo es tanto. Volviendo a un ejemplo estadounidense, la revista digital Slate realizaba una encuesta entre 6.000 lectores, para comparar qué cosas habían hecho ellos de pequeños, y cuáles de esas cosas permitían hacer a sus hijos. La conclusión era clara, los chavales de antes tenían más libertad y hoy en día se sobreprotege mucho más a los niños.
“La sobreprotección es una moneda de dos caras: fomento de la dependencia con respecto a los padres y freno de la autonomía infantil”, esta es la principal reflexión que lanza a la sociedad Francisco Javier Méndez Carrillo, catedrático de la Universidad de Murcia y creador del Método Fortius para el fomento de la fortaleza psicológica en niños. Incide asimismo en que “es una trampa”, ya que a corto plazo es una solución cómoda para la familia, porque el niño está encantado de que los padres le sacan las castañas del fuego, y los padres están tranquilos y satisfechos porque evitan o le solucionan los problemas al niño, pero “a largo plazo educar al niño entre algodones no le prepara para afrontar las dificultades que le planteará la vida”.
Las consecuencias de la sobreprotección
Está claro que todo padre quiere hacer lo mejor para su hijo, pero muchas veces no sabe cómo hacerlo, y en la vorágine del día a día, toma las decisiones más fáciles y más rápidas, en vez de pensar en uno de los dichos populares que encierra más sabiduría: “es mejor enseñarle a pescar, que darle los peces”.
Méndez Carrillo insiste además en que “la sobreprotección es una chaqueta con dos mangas. Una ancha, permisiva o para el comportamiento infantil dependiente, y otra estrecha, estricta, autoritaria o para el funcionamiento autónomo”. De esta manera explica que suele darse el caso de “los padres de los niños con mamitis o papitis, es decir, los que tienen miedo de separarse de sus papás y de estar lejos del hogar, de modo que se convierten en su sombra y les persiguen por toda la casa. Son padres muy indulgentes con la ansiedad del hijo y ceden rápidamente a sus exigencias”. Por ejemplo, con comportamientos como acompañarle al baño, o cuando le apaciguan asegurándole que no se marchan hasta que se tranquilice, o le consienten quedarse en casa y no ir al colegio. Esos mismos padres, para otras cosas, son extremadamente restrictivos, con las situaciones que consideran inconvenientes o arriesgadas. “Así, no le dejan ver el telediario para evitarle las malas noticias, no le permiten patinar para que no se caiga y se haga daño, o no le informan de la enfermedad del abuelito para que no sufra. También son renuentes a las actividades que escapan a su vigilancia, como dormir fuera de casa o ir de acampada”. Todo ello tiene consecuencias en el desarrollo de la personalidad y en el crecimiento del niño, como que se vuelvan más inseguros, incapaces de tomar decisiones propias, con un carácter más débil y con miedo a los cambios. Cuestiones que le pasarán factura en su vida como adulto.
Cómo evitar esta situación
El catedrático en Psicología Francisco Javier Méndez Carrillo, explica en su libro Programa Fortius (Ediciones Pirámide) unas claves básicas para reforzar la personalidad de nuestros hijos. Entre las mismas, una de las ideas más destacas es seguir una línea de actuación a la hora de reforzar estos comportamientos. Así, a la hora de afrontar un reto, el experto insiste en que lo primero que hay que hacer es escoger un momento oportuno y preparar la situación. Por ejemplo, si el reto consiste en dejar que aprenda a comer solo, Mendéz Carrillo apunta a reservar el fin de semana, dónde tiene más tiempo para la tarea, y eliminar distracciones como la televisión y los juguetes, además de buscar un momento en el que nos aseguremos que nuestro hijo tiene hambre. Para otras tareas más generales, lo siguiente a tener en cuenta es el proceder de lo fácil a lo difícil; explicar cómo debe de hacerlo, no sólo de palabra, sino mostrándoselo; además de animarle y resaltarle los haciendo cuándo lo haga bien. Todo ello sin dejar de corregir los errores.
“Desde una perspectiva educativa, la protección es un fenómeno beneficioso en la primera infancia, pero se debe retirar gradualmente de forma natural a medida que el niño crece, madura y se desarrolla biológica, psicológica y socialmente, adquiriendo hábitos de higiene, habilidades sociales o aprendizajes escolares, que posibilitan y favorecen la independencia y autonomía personal”. Todo ello además aplicando un poco la lógica en las situaciones que van dándose día a día. “Los padres deben valorar en cada situación qué es lo prioritario, por ejemplo, si el niño interrumpe una llamada telefónica sobre un asunto de trabajo importante exigiendo que le preparen la merienda para irse a jugar, hay que enseñarle a que espere su turno”.
Reforzar la autosuficiencia en el colegio
Si bien el papel de los padres es importante, no hay que olvidar nuestros hijos reciben gran parte de su educación en el colegio. Nuria Sánchez, profesora de Primaria en un colegio privado de Alcalá de Henares, explica que en sus clases se encuentra este tipo de alumnos sobreprotegidos, “una sobreprotección que deriva en debilidad y desconfianza en sí mismos a la hora de afrontar retos y derrotas”, tan simples como un examen suspenso. Desde su perspectiva de maestra, “la clave está en darles responsabilidad. Tendemos a pensar que por ser pequeños no van a ser capaces de hacer ciertas cosas, o a hacerlas nosotros porque lo hacemos más rápido y además nos ahorramos una pataleta, y es un error ya que esto les hace inútiles”.
Estas ideas también se trabajan cada día en sus clases, donde, tal y como expone, “a medida que subimos de curso vamos sacando a nuestros alumnos de la zona de confort, retándoles a, por ejemplo, exponer un trabajo en clase”. En estos casos, reconoce que puede pasar que el alumno, de primeras, se agobie pensando que no será capaz, y acuda a casa en busca de la ayuda de sus padres, para que estos les protejan y les “salven” de esa situación. Ante estas circunstancias su consejo es tajante: “Hay que quitarle importancia, conseguir que sientan que pueden con todo, que eso no debe ser un motivo de rabieta o bloqueo”. Otra de las herramientas que suelen utilizar es la figura del helper, es decir, que cada semana un alumno es nombrado ayudante de la profesora. “Nombrar cada lunes al ayudante delante de todos sus compañeros, ponerle una estrella que le distinga, hacerle sentir importante, responsable y sobre todo, darle confianza de que es ‘mayor’ y puede”.
La implicación de los padres
Pero ninguna de estas medidas resulta efectiva si no hay una complicidad con los padres. Así, la profesora explica que “es muy importante la relación profesor-familia”, que exista una comunicación directa y que el alumno sea consciente de que no puede arreglar los conflictos de clase en las faldas de mamá. “Es importante que la relación entre colegio y familia sea una relación de equipo”.
Ese es otro de los problemas, sobreproteger a nuestros hijos y enfrentarnos con el profesor, aun cuando este tenga razón. En este sentido, Nuria Sánchez apunta que “todos los padres sienten mucha responsabilidad a la hora de sentirse buenos padres, que tenga unos buenos estudios, que crezca feliz, que no sufra… es entendible y no hay que olvidar que se hace desde el amor, pero a veces también desde el miedo”. Por ello, también en el caso de pasarnos al otro extremo, que es presionar demasiado al niño con los asuntos de clase, Sánchez recomienda “controlar esa ansiedad por que sea perfecto”.
Muchos medios se han hecho eco del mensaje de la nueva película de Pixar “Inside Out”, respecto a la importancia que tiene la tristeza en nuestra vida. Poco se ha hablado, en cambio, de otro de sus mensajes claves: la necesidad de dejar que nuestros hijos crezcan. Aceptar sus cambios, sus decisiones y dejarles que sufran y se equivoquen para permitir que maduren. Algo que parece obvio, pero no lo es tanto. Volviendo a un ejemplo estadounidense, la revista digital Slate realizaba una encuesta entre 6.000 lectores, para comparar qué cosas habían hecho ellos de pequeños, y cuáles de esas cosas permitían hacer a sus hijos. La conclusión era clara, los chavales de antes tenían más libertad y hoy en día se sobreprotege mucho más a los niños.
“La sobreprotección es una moneda de dos caras: fomento de la dependencia con respecto a los padres y freno de la autonomía infantil”, esta es la principal reflexión que lanza a la sociedad Francisco Javier Méndez Carrillo, catedrático de la Universidad de Murcia y creador del Método Fortius para el fomento de la fortaleza psicológica en niños. Incide asimismo en que “es una trampa”, ya que a corto plazo es una solución cómoda para la familia, porque el niño está encantado de que los padres le sacan las castañas del fuego, y los padres están tranquilos y satisfechos porque evitan o le solucionan los problemas al niño, pero “a largo plazo educar al niño entre algodones no le prepara para afrontar las dificultades que le planteará la vida”.
Las consecuencias de la sobreprotección
Está claro que todo padre quiere hacer lo mejor para su hijo, pero muchas veces no sabe cómo hacerlo, y en la vorágine del día a día, toma las decisiones más fáciles y más rápidas, en vez de pensar en uno de los dichos populares que encierra más sabiduría: “es mejor enseñarle a pescar, que darle los peces”.
Méndez Carrillo insiste además en que “la sobreprotección es una chaqueta con dos mangas. Una ancha, permisiva o para el comportamiento infantil dependiente, y otra estrecha, estricta, autoritaria o para el funcionamiento autónomo”. De esta manera explica que suele darse el caso de “los padres de los niños con mamitis o papitis, es decir, los que tienen miedo de separarse de sus papás y de estar lejos del hogar, de modo que se convierten en su sombra y les persiguen por toda la casa. Son padres muy indulgentes con la ansiedad del hijo y ceden rápidamente a sus exigencias”. Por ejemplo, con comportamientos como acompañarle al baño, o cuando le apaciguan asegurándole que no se marchan hasta que se tranquilice, o le consienten quedarse en casa y no ir al colegio. Esos mismos padres, para otras cosas, son extremadamente restrictivos, con las situaciones que consideran inconvenientes o arriesgadas. “Así, no le dejan ver el telediario para evitarle las malas noticias, no le permiten patinar para que no se caiga y se haga daño, o no le informan de la enfermedad del abuelito para que no sufra. También son renuentes a las actividades que escapan a su vigilancia, como dormir fuera de casa o ir de acampada”. Todo ello tiene consecuencias en el desarrollo de la personalidad y en el crecimiento del niño, como que se vuelvan más inseguros, incapaces de tomar decisiones propias, con un carácter más débil y con miedo a los cambios. Cuestiones que le pasarán factura en su vida como adulto.
Cómo evitar esta situación
El catedrático en Psicología Francisco Javier Méndez Carrillo, explica en su libro Programa Fortius (Ediciones Pirámide) unas claves básicas para reforzar la personalidad de nuestros hijos. Entre las mismas, una de las ideas más destacas es seguir una línea de actuación a la hora de reforzar estos comportamientos. Así, a la hora de afrontar un reto, el experto insiste en que lo primero que hay que hacer es escoger un momento oportuno y preparar la situación. Por ejemplo, si el reto consiste en dejar que aprenda a comer solo, Mendéz Carrillo apunta a reservar el fin de semana, dónde tiene más tiempo para la tarea, y eliminar distracciones como la televisión y los juguetes, además de buscar un momento en el que nos aseguremos que nuestro hijo tiene hambre. Para otras tareas más generales, lo siguiente a tener en cuenta es el proceder de lo fácil a lo difícil; explicar cómo debe de hacerlo, no sólo de palabra, sino mostrándoselo; además de animarle y resaltarle los haciendo cuándo lo haga bien. Todo ello sin dejar de corregir los errores.
“Desde una perspectiva educativa, la protección es un fenómeno beneficioso en la primera infancia, pero se debe retirar gradualmente de forma natural a medida que el niño crece, madura y se desarrolla biológica, psicológica y socialmente, adquiriendo hábitos de higiene, habilidades sociales o aprendizajes escolares, que posibilitan y favorecen la independencia y autonomía personal”. Todo ello además aplicando un poco la lógica en las situaciones que van dándose día a día. “Los padres deben valorar en cada situación qué es lo prioritario, por ejemplo, si el niño interrumpe una llamada telefónica sobre un asunto de trabajo importante exigiendo que le preparen la merienda para irse a jugar, hay que enseñarle a que espere su turno”.
Reforzar la autosuficiencia en el colegio
Si bien el papel de los padres es importante, no hay que olvidar nuestros hijos reciben gran parte de su educación en el colegio. Nuria Sánchez, profesora de Primaria en un colegio privado de Alcalá de Henares, explica que en sus clases se encuentra este tipo de alumnos sobreprotegidos, “una sobreprotección que deriva en debilidad y desconfianza en sí mismos a la hora de afrontar retos y derrotas”, tan simples como un examen suspenso. Desde su perspectiva de maestra, “la clave está en darles responsabilidad. Tendemos a pensar que por ser pequeños no van a ser capaces de hacer ciertas cosas, o a hacerlas nosotros porque lo hacemos más rápido y además nos ahorramos una pataleta, y es un error ya que esto les hace inútiles”.
Estas ideas también se trabajan cada día en sus clases, donde, tal y como expone, “a medida que subimos de curso vamos sacando a nuestros alumnos de la zona de confort, retándoles a, por ejemplo, exponer un trabajo en clase”. En estos casos, reconoce que puede pasar que el alumno, de primeras, se agobie pensando que no será capaz, y acuda a casa en busca de la ayuda de sus padres, para que estos les protejan y les “salven” de esa situación. Ante estas circunstancias su consejo es tajante: “Hay que quitarle importancia, conseguir que sientan que pueden con todo, que eso no debe ser un motivo de rabieta o bloqueo”. Otra de las herramientas que suelen utilizar es la figura del helper, es decir, que cada semana un alumno es nombrado ayudante de la profesora. “Nombrar cada lunes al ayudante delante de todos sus compañeros, ponerle una estrella que le distinga, hacerle sentir importante, responsable y sobre todo, darle confianza de que es ‘mayor’ y puede”.
La implicación de los padres
Pero ninguna de estas medidas resulta efectiva si no hay una complicidad con los padres. Así, la profesora explica que “es muy importante la relación profesor-familia”, que exista una comunicación directa y que el alumno sea consciente de que no puede arreglar los conflictos de clase en las faldas de mamá. “Es importante que la relación entre colegio y familia sea una relación de equipo”.
Ese es otro de los problemas, sobreproteger a nuestros hijos y enfrentarnos con el profesor, aun cuando este tenga razón. En este sentido, Nuria Sánchez apunta que “todos los padres sienten mucha responsabilidad a la hora de sentirse buenos padres, que tenga unos buenos estudios, que crezca feliz, que no sufra… es entendible y no hay que olvidar que se hace desde el amor, pero a veces también desde el miedo”. Por ello, también en el caso de pasarnos al otro extremo, que es presionar demasiado al niño con los asuntos de clase, Sánchez recomienda “controlar esa ansiedad por que sea perfecto”.
domingo, 3 de abril de 2016
Los problemas de ser una madre o padre presente, pero ausente
PROBLEMÁTICA FAMILIAR
ESTUDIO LO CONFIRMA
Hay padres y madres que a pesar de estar presentes junto a sus hijos son emocionalmente inaccesibles.
Enfundados en sus preocupaciones cotidianas y mundos particulares, no se dan cuenta que los niños tienen un radar de autenticidad con el que perciben esa descuidada y fría lejanía, ese estar ausente, ese vacío que lo queramos o no, puede dejar huella en ellos.
Según un curioso estudio dirigido por la Universidad de Boston (Estados Unidos) y llevado a cabo en diversos restaurantes de comida rápida, se descubrió que una de las causas más comunes por las que los padres dejan de estar presentes se debe al uso excesivo de los teléfonos móviles. Un claro reflejo de la sociedad actual y por la que, posiblemente, esos niños se convertirán también el día de mañana en “adolescentes ausentes”.
El tema de los padres ausentes se alza como un aspecto que preocupa mucho a psicólogos y pedagogos de todo el mundo.
Tanto es así, que el mercado editorial empieza ya a ser sensible a este tipo de crianza con la cual, aprender a
estar presente en cuerpo, alma y corazón para nuestros hijos.
Un ejemplo de esto es el libro “Parenting in the present moment” de la doctora Carla Naumburg.
NECESIDADES EMOCIONALES
Los niños pueden llegar a aceptar nuestras mentiras con lealtad.
Cuando les decimos aquello de “sí, claro que te escucho cariño, claro,
tu dibujo es muy bonito”, asentirán con el rostro, pero sus miradas sabias y sus corazones hambrientos sabrán que su padre, que su madre no está con ellos, que sus palabras no son del todo sinceras porque sus mentes están muy, muy lejos.
Sabemos que nuestros trabajos, los problemas cotidianos y las presiones a las que debemos hacer frente son una prioridad para mantener el equilibrio familiar.
Ahora bien, para educar a un menor no basta con darle un techo, sustento, calor, alimento y plaza en un colegio. Los niños tienen necesidades emocionales que deben ser satisfechas para que su desarrollo psíquico, emocional y neurológico se constituya con normalidad.
CONSECUENCIAS DE LA AUSENCIA
Algunos de los efectos que pueden originarse de ese estar presente pero ausente de los padres son:
* Los niños nunca van a cuestionar al adulto. Si perciben que su madre y su padre están con ellos pero no les ofrecen afecto o atención porque están ausentes pensarán que la culpa es suya. Interiorizarán un rechazo, un dolor emocional que va a dejar huella en su cerebro.
* Los niños anhelan atención para sentirse reafirmados, para construir su identidad. Si no sienten la fuerza de ese vínculo tendrán problemas en su autoestima. A corto plazo, pueden reaccionar de dos formas:
o reaccionando con rabia o con conductas desafiantes.
* En ocasiones, puede ocurrir que los padres solo estén presentes de cara a pautar determinadas órdenes como “cuando ir a dormir, cuando lavarse los dientes, levantarse, vestirse, hacer los deberes…”.
Nadie escucha a los pequeños de la casa, nadie consuela sus miedos, ríe sus ocurrencias o da alas a sus sueños. Los niños, poco a poco, caen en el triste abismo de la soledad parental.
CÓMO ESTAR PRESENTES
Ahora, ya sabemos que no basta con estar físicamente, que debemos limitar el uso del móvil y que nuestros niños disponen de un perspicaz e intuitivo radar emocional con el que van a percibir al instante si estamos con ellos de forma auténtica y plena.
Ahora bien, ¿qué más nos faltaría? ¿Qué estrategias debemos poner en práctica para satisfacer todas
las necesidades de nuestros hijos?
Toma en cuenta los siguientes aspectos básicos y reflexiona:
* Escucha a tus hijos. Parece obvio, pero no todos los padres lo hacen de forma efectiva. Escuchar es mirar a los ojos y dar auténtica importancia a cada palabra que nos digan los niños, por muy ingenuo o estrambótico que sea su razonamiento. No importa, el mejor momento para educar y hacer feliz a tu hijo es ahora.
* Sí, esos momentos de complicidad cotidiana. Hay momentos que deben convertirse en rituales obligados con el que compartir tiempo con tus hijos, pero tiempo de calidad.
Esas charlas mientras comemos, esos cuentos y conversaciones antes de dormir... son instantes mágicos con los que estar presente, instantes que crean marcas emocionales en los niños.
* Enséñales a ser pacientes. Para ser un padre o madre presente también es necesario enseñar a nuestros hijos que en ocasiones, hay esperar
y saber gestionar la frustración.
Queda claro que no vamos a poder estar con ellos a cada hora del día, todos tenemos responsabilidades. Hay que ser pacientes para poder conseguir lo que uno desea.
* Potencia su imaginación, juega con ellos. Si quieres que tus hijos sean personas felices, enséñales
cómo es un adulto feliz a través de ti.
Juega con ellos, trasmíteles entusiasmo, desarrolla su imaginación a través del juego, de ese modo, darás alas a sus sueños, reforzarás su autoestima regalándoles reconocimiento, y ese cariño sincero que edifica mentes más libres y corazones más fuertes.
Superando las heridas
Has crecido, mantienes tu vida, llevas con orgullo tu armadura inexpugnable, y tienes muy claro qué debes hacer ahora para no cometer los mismos errores que tus padres cometieron contigo.
Sin embargo, el vacío del padre ausente sigue ahí, y no importa si en el presente mantienes trato con él, o si ya lo perdiste, o si callas en las reuniones familiares y finges como si el pasado nunca hubiera existido.
Lo primero que deberíamos hacer
es “entender”. Comprender que el padre ausente es un hombre que no supo ejercer su rol de padre, porque nunca entendió su papel como persona.
Es posible que no dispusiera de adecuadas habilidades personales, de una buena autoestima, de un equilibrio interno que le permitiera ver sus errores, miedos y sus propias carencias.
Ahora bien, ¿justifica esto lo que nos hizo? En absoluto, pero la comprensión, en ocasiones, nos ayuda a evitar almacenar más emociones negativas.
ESTUDIO LO CONFIRMA
Hay padres y madres que a pesar de estar presentes junto a sus hijos son emocionalmente inaccesibles.
Enfundados en sus preocupaciones cotidianas y mundos particulares, no se dan cuenta que los niños tienen un radar de autenticidad con el que perciben esa descuidada y fría lejanía, ese estar ausente, ese vacío que lo queramos o no, puede dejar huella en ellos.
Según un curioso estudio dirigido por la Universidad de Boston (Estados Unidos) y llevado a cabo en diversos restaurantes de comida rápida, se descubrió que una de las causas más comunes por las que los padres dejan de estar presentes se debe al uso excesivo de los teléfonos móviles. Un claro reflejo de la sociedad actual y por la que, posiblemente, esos niños se convertirán también el día de mañana en “adolescentes ausentes”.
El tema de los padres ausentes se alza como un aspecto que preocupa mucho a psicólogos y pedagogos de todo el mundo.
Tanto es así, que el mercado editorial empieza ya a ser sensible a este tipo de crianza con la cual, aprender a
estar presente en cuerpo, alma y corazón para nuestros hijos.
Un ejemplo de esto es el libro “Parenting in the present moment” de la doctora Carla Naumburg.
NECESIDADES EMOCIONALES
Los niños pueden llegar a aceptar nuestras mentiras con lealtad.
Cuando les decimos aquello de “sí, claro que te escucho cariño, claro,
tu dibujo es muy bonito”, asentirán con el rostro, pero sus miradas sabias y sus corazones hambrientos sabrán que su padre, que su madre no está con ellos, que sus palabras no son del todo sinceras porque sus mentes están muy, muy lejos.
Sabemos que nuestros trabajos, los problemas cotidianos y las presiones a las que debemos hacer frente son una prioridad para mantener el equilibrio familiar.
Ahora bien, para educar a un menor no basta con darle un techo, sustento, calor, alimento y plaza en un colegio. Los niños tienen necesidades emocionales que deben ser satisfechas para que su desarrollo psíquico, emocional y neurológico se constituya con normalidad.
CONSECUENCIAS DE LA AUSENCIA
Algunos de los efectos que pueden originarse de ese estar presente pero ausente de los padres son:
* Los niños nunca van a cuestionar al adulto. Si perciben que su madre y su padre están con ellos pero no les ofrecen afecto o atención porque están ausentes pensarán que la culpa es suya. Interiorizarán un rechazo, un dolor emocional que va a dejar huella en su cerebro.
* Los niños anhelan atención para sentirse reafirmados, para construir su identidad. Si no sienten la fuerza de ese vínculo tendrán problemas en su autoestima. A corto plazo, pueden reaccionar de dos formas:
o reaccionando con rabia o con conductas desafiantes.
* En ocasiones, puede ocurrir que los padres solo estén presentes de cara a pautar determinadas órdenes como “cuando ir a dormir, cuando lavarse los dientes, levantarse, vestirse, hacer los deberes…”.
Nadie escucha a los pequeños de la casa, nadie consuela sus miedos, ríe sus ocurrencias o da alas a sus sueños. Los niños, poco a poco, caen en el triste abismo de la soledad parental.
CÓMO ESTAR PRESENTES
Ahora, ya sabemos que no basta con estar físicamente, que debemos limitar el uso del móvil y que nuestros niños disponen de un perspicaz e intuitivo radar emocional con el que van a percibir al instante si estamos con ellos de forma auténtica y plena.
Ahora bien, ¿qué más nos faltaría? ¿Qué estrategias debemos poner en práctica para satisfacer todas
las necesidades de nuestros hijos?
Toma en cuenta los siguientes aspectos básicos y reflexiona:
* Escucha a tus hijos. Parece obvio, pero no todos los padres lo hacen de forma efectiva. Escuchar es mirar a los ojos y dar auténtica importancia a cada palabra que nos digan los niños, por muy ingenuo o estrambótico que sea su razonamiento. No importa, el mejor momento para educar y hacer feliz a tu hijo es ahora.
* Sí, esos momentos de complicidad cotidiana. Hay momentos que deben convertirse en rituales obligados con el que compartir tiempo con tus hijos, pero tiempo de calidad.
Esas charlas mientras comemos, esos cuentos y conversaciones antes de dormir... son instantes mágicos con los que estar presente, instantes que crean marcas emocionales en los niños.
* Enséñales a ser pacientes. Para ser un padre o madre presente también es necesario enseñar a nuestros hijos que en ocasiones, hay esperar
y saber gestionar la frustración.
Queda claro que no vamos a poder estar con ellos a cada hora del día, todos tenemos responsabilidades. Hay que ser pacientes para poder conseguir lo que uno desea.
* Potencia su imaginación, juega con ellos. Si quieres que tus hijos sean personas felices, enséñales
cómo es un adulto feliz a través de ti.
Juega con ellos, trasmíteles entusiasmo, desarrolla su imaginación a través del juego, de ese modo, darás alas a sus sueños, reforzarás su autoestima regalándoles reconocimiento, y ese cariño sincero que edifica mentes más libres y corazones más fuertes.
Superando las heridas
Has crecido, mantienes tu vida, llevas con orgullo tu armadura inexpugnable, y tienes muy claro qué debes hacer ahora para no cometer los mismos errores que tus padres cometieron contigo.
Sin embargo, el vacío del padre ausente sigue ahí, y no importa si en el presente mantienes trato con él, o si ya lo perdiste, o si callas en las reuniones familiares y finges como si el pasado nunca hubiera existido.
Lo primero que deberíamos hacer
es “entender”. Comprender que el padre ausente es un hombre que no supo ejercer su rol de padre, porque nunca entendió su papel como persona.
Es posible que no dispusiera de adecuadas habilidades personales, de una buena autoestima, de un equilibrio interno que le permitiera ver sus errores, miedos y sus propias carencias.
Ahora bien, ¿justifica esto lo que nos hizo? En absoluto, pero la comprensión, en ocasiones, nos ayuda a evitar almacenar más emociones negativas.
sábado, 2 de abril de 2016
Mi niño no quiere comer
Entre los 1 a 5 años de edad es normal que el niño pierda un poco el apetito, es probable que los padres piensen que el infante no está comiendo lo suficiente, que nunca tenga hambre o bien que no comerá a menos que le dé de comer cucharada por cucharada.Mientras el niño muestre un nivel de energía normal y esté creciendo normalmente, lo más probable es que la disminución del apetito de su pequeño sea un proceso natural.
-¿Qué lo causa?
El crecimiento a esta edad es más lento y necesitan menos calorías y al parecer tienen menos apetito (esto se llama "anorexia fisiológica"). La cantidad que un niño decide comer es controlada por el centro del apetito localizado en su cerebro. Muchos padres tratan de obligar a su hijo a comer más de lo que necesita, porque temen que la falta de apetito del niño pueda afectar a su salud o causar una deficiencia nutricional. Si el pediatra que controla al niño no observa ningún problema en el desarrollo del niño no hay que forzarlo a comer ya que podría producir sentimientos negativos hacia la comida.
-¿Qué hacer?
Dejar que el niño decida cuánto va a comer a la hora de la comida. Casi todos los niños comen una cantidad suficiente. Si el niño tiene hambre, comerá. Si no es así, tendrá hambre a la siguiente comida.
Realizar cinco comidas al día pero con moderación en los tentempiés de media mañana y media tarde.
Hay que asegurarse de que el niño llegue a la hora de la comida con el estómago vacío. No ofrecer zumos envasados entre horas o dulces porque sacian al niño con facilidad.
El niño debe comer solo y se ha de fomentar su autonomía.
Limite la cantidad de leche a 500 ml al día: la leche contiene tantas calorías como la mayoría de los alimentos sólidos. Tomar demasiada leche puede llenar a los niños y disminuir su apetito.
Hacer la hora de la comida agradable y que el niño participe en la elaboración de los platos.
Evite que la conversación en la mesa se centre exclusivamente sobre la comida.
No prolongar la hora de la comida: dar un tiempo razonable para comer.
-¿Cuándo acudir al pediatra?
El niño no gana peso o está bajando.
El niño tiene algunos síntomas asociados con enfermedad y tiene mal aspecto (por ejemplo, diarrea o fiebre).
El niño rechaza sistemáticamente algún alimento en concreto.
-¿Qué lo causa?
El crecimiento a esta edad es más lento y necesitan menos calorías y al parecer tienen menos apetito (esto se llama "anorexia fisiológica"). La cantidad que un niño decide comer es controlada por el centro del apetito localizado en su cerebro. Muchos padres tratan de obligar a su hijo a comer más de lo que necesita, porque temen que la falta de apetito del niño pueda afectar a su salud o causar una deficiencia nutricional. Si el pediatra que controla al niño no observa ningún problema en el desarrollo del niño no hay que forzarlo a comer ya que podría producir sentimientos negativos hacia la comida.
-¿Qué hacer?
Dejar que el niño decida cuánto va a comer a la hora de la comida. Casi todos los niños comen una cantidad suficiente. Si el niño tiene hambre, comerá. Si no es así, tendrá hambre a la siguiente comida.
Realizar cinco comidas al día pero con moderación en los tentempiés de media mañana y media tarde.
Hay que asegurarse de que el niño llegue a la hora de la comida con el estómago vacío. No ofrecer zumos envasados entre horas o dulces porque sacian al niño con facilidad.
El niño debe comer solo y se ha de fomentar su autonomía.
Limite la cantidad de leche a 500 ml al día: la leche contiene tantas calorías como la mayoría de los alimentos sólidos. Tomar demasiada leche puede llenar a los niños y disminuir su apetito.
Hacer la hora de la comida agradable y que el niño participe en la elaboración de los platos.
Evite que la conversación en la mesa se centre exclusivamente sobre la comida.
No prolongar la hora de la comida: dar un tiempo razonable para comer.
-¿Cuándo acudir al pediatra?
El niño no gana peso o está bajando.
El niño tiene algunos síntomas asociados con enfermedad y tiene mal aspecto (por ejemplo, diarrea o fiebre).
El niño rechaza sistemáticamente algún alimento en concreto.
Cómo acompañar a los hijos en la preadolescencia
La vida se compone por diferentes etapas, que muestran el proceso de crecimiento y desarrollo personal del ser humano, que a lo largo de los años suma experiencias, vivencias y aprendizajes.
Se conoce como preadolescencia a la etapa previa de la adolescencia, es el periodo intermedio después de la niñez y que se inicia con la pubertad, la edad varía en cada persona, por lo general entre los 11 y 13 años.
Existen diferentes cambios, como los fisiológicos, que llegan de a poco y suelen acelerarse a partir de los 10 años para las niñas, y más o menos al año siguiente para los niños, entre los 11 a 12 años. Estos cambios físicos tienen importantes efectos en su desarrollo, por lo tanto se debe incentivar los deportes. El cuerpo del preadolescente ya no es como el de un niño, aunque tampoco evidencia el grado de desarrollo, que recién se acentuará en la adolescencia.
Los siguientes cambios son los del pensamiento concreto hacia el lógico-formal. En muchas ocasiones existen ciertas crisis que requieren de una especial atención por parte de los padres, razón por las que es necesario dedicar bastante tiempo para conversar y ver las alternativas de comunicación, ya sea escrita o por las redes sociales.
Es esencial compartir ideas, pensamientos, involucrarse con ellos, hablar sobre sus cosas, con la finalidad de enseñarles a pensar y a razonar, dado que son muy impulsivos en sus expresiones, no reflexionan sobre sus actos y son en muchas situaciones superficiales en sus análisis que hacen de ellos y de las cosas que les rodean.
Tienen buena memoria; hay que valorar debidamente y animar el desarrollo de estas fortalezas, como también sus capacidades intelectuales, por lo tanto hay que compartir junto con ellos historias y anécdotas. Tienen muy buena imaginación y una gran capacidad de comprensión visual, que habrá que encauzar y potenciar con lecturas provechosas.
Respecto al comportamiento, existen contradicciones, por un lado, el preadolescente mantiene conductas infantiles, pero también empieza a evidenciar un deseo de autonomía que se acentuará en los años siguientes. Empieza a marcar una distancia respecto de los padres, para buscar su propia personalidad y manifestar su modo de ser. En muchas situaciones, se observa rebeldía en la que comienza a poner a prueba las normas que los padres ponen en casa, busca mayor libertad para disfrutar de los planes con los amigos y empiezan a mostrar interés por el sexo contrario.
Mientras que un niño desea compartir mucho tiempo de juegos con sus padres, por el contrario, el preadolescente busca su propio espacio y sus momentos de soledad en casa. Por ejemplo, le gusta encerrarse en su habitación y estar en contacto con sus amigos actualmente a través de las redes sociales.
En los primeros años de la preadolescencia los varones no hacen caso a las mujeres aunque el ambiente les acelera los ritmos y la curiosidad. Entonces será necesario controlar a los más despiertos y sanear el ambiente. En su comportamiento hay “berrinches”, pero no es tan rebelde como aparenta. Teme afrontar las consecuencias de sus actos, se escuda en el grupo, se justifica; si no se le ha educado en la confianza, mentirá con más facilidad por temor al castigo. Él está definiendo su mundo afectivo y espiritual, por ello está muy abierto a todo; las impresiones que reciba le quedarán marcadas para todo el resto de su vida.
Como en toda etapa de crecimiento, la preadolescencia suele incluir ciertos conflictos con los padres y otras figuras de autoridad. Será importante, por lo tanto, que los adultos acompañen al preadolescente mientras refuerzan los valores que desde niños fueron inculcados, esto ayudará en su posterior maduración.
Este periodo de la vida es tan importante como cualquier otro, viven las cosas con mucha intensidad. Por lo tanto la comunicación y educación de los padres es fundamental, ya que deben marcar a sus hijos normas que sean pautas de actuación concretas para que los preadolescentes sepan diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto.
Los valores son inculcados desde niños y en cada etapa se va reafirmando. Con esta finalidad los padres deben también ser modelos a imitar y no simplemente autoridades. Deben ser parte de sus hijos, a partir de sus sentimientos y emociones.
Pese a que los hijos desean su propia independencia, debemos estar atentos de todo lo que aprenden y se les enseña, debemos ponernos en lugar de ellos y enseñarles a resolver situaciones complicadas. Es importante saber alegrarse de sus alegrías y ser atentos con aquello que le preocupa; de este modo se logrará captar rápidamente su atención para entablar una comunicación.
Un aspecto característico de esta edad es que los preadolescentes viven para el grupo de amigos, se sienten seguros en ellos y actúan según el grupo. Temen quedarse solos y dependen mucho de los demás; están definiendo su grupo de amigos y buscan por todos los medios posibles ser aceptados en algún grupo con el que se sienten identificados.
Esto llama la atención ya que existen diferentes grupos que en muchas ocasiones pueden ser crueles con los demás para autoafirmarse, por esta razón hay que hablarles claramente sobre la calidad y el auténtico liderazgo. Eliminar de raíz todo el problema del Bullyng (Actos violentos o intimidatorios constantes sobre una persona, por una o varias personas, con el propósito de agredir, de hacer sentir insegura a la víctima, entre compañeros del colegio, curso ya sean físicos como psicológicos).
Los preadolescentes en muchas ocasiones piensan que aquellos compañeros o amigos que abusan de sus amigos son líderes, esta creencia es totalmente errónea, pues deben ir aprendiendo y conociendo el significado real de un verdadero líder de un grupo, y aprender a ser conscientes del que al tener esas actitudes solo lograría tener problemas serios con su entorno.
Como padres debemos conocer sus inquietudes, compartir momentos cotidianos que les permiten estar juntos. Invitar a su hijo preadolescente a que le ayude a pasear al perro, realizar una caminata corta o larga, cocinar juntos, ver películas, entre otras actividades que son oportunidades para que disfruten estando juntos. Ya que con estas actividades tiene opciones para que su hijo le comente sobre lo que le pasa por la mente, aproveche todos los momentos juntos para establecer lazos de comunicación.
Los ratos especiales nunca se olvidan así que créelos, como el festejo de ocasiones familiares especiales así también las buenas calificaciones escolares o haber ganado un partido de fútbol ayuda a reforzar los lazos familiares.
No olvide de demostrar afecto, hacerlo asegurará que su hijo se sienta seguro y amado. Y usted estará demostrando formas sanas de afecto. Puede que su hijo rechace su abrazo o beso, pero no tiene nada que ver con usted. Simplemente reserve ese tipo de demostración de cariño para los momentos cuando los amigos de su hijo no estén presentes. Y en público, encuentre otras formas de demostrarle que él o ella le importa. Una sonrisa o una expresión de saludo pueden comunicar un mensaje cariñoso y al mismo tiempo respetar los límites físicos.
Algo muy importante es que demuestre interés por los ideas y pensamientos que son expresados por su hijo, sentimientos y experiencias. Si usted escucha lo que él o ella están diciendo, tendrá un mejor entendimiento de la guía, perspectiva y soporte necesarios. Responda sin emitir juicios, así hará que su hijo se sienta más inclinado a compartir con usted sus sentimientos en tiempos difíciles ya que para los padres lo más importante es la confianza de los hijos.
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