jueves, 11 de mayo de 2017

Cómo educar a nuestros hijos Yackieline Rodríguez Tórrez, psicóloga

Una de las grandes realidades que vivimos hoy en día, tanto padres como educadores, es el cambio profundo que van viviendo los niños y jóvenes. La educación ha evolucionado, existen diferentes conductas en nuestros niños, son inquietos por naturaleza, influenciados por las nuevas tecnologías, crece su información, son críticos, buscan la participación y validación de todo lo que se comparte con ellos.

Desde muy pequeños, podemos enseñarles conceptos vitales para desarrollar su capacidad de autoconocimiento, saber lo que sienten como bueno o malo para ellos, e identificar cuándo son responsables de una situación y cuándo lo son los demás. Esto les ayudará a generar una buena autoestima, a desarrollar su fortaleza, su seguridad. Existen circunstancias en las que como padres muchas veces no comprendemos que los niños cambian. Actualmente, piensan de otra manera, razonan, investigan de una manera diametralmente diferente de lo que alguna vez vivimos cuando teníamos su edad.

A pesar de que las tecnologías son innovadoras, no existe la posibilidad que seamos reemplazados. Por ejemplo, un abrazo nunca será reemplazado, las palabras tan importantes como el que “tú puedes”, tiene una alta capacidad de motivar y generar lazos de mutuo crecimiento que siempre harán indispensable a los padres.

Los valores que deseamos inculcar a nuestros hijos es esencial en su aprendizaje, debemos tener actitudes positivas y adquirir ciertas habilidades para disciplinarlos. Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres y aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones claves que tenemos que manejar con soltura, he aquí algunas sugerencias:

NI GRITOS NI GOLPES

Antiguamente los castigos eran con ciertas chicoteadas, palmadas, los padres corregían estrictamente, obteniendo resultados esperados de obediencia, pero también es cierto que causaban ciertos conflictos en sus conductas como temores, inseguridades y, en algunos casos, traumas.

Se recomienda, en lugar de castigar, implantar un modelo de justicia reparativa, en el que el niño aprenda a reconocer que hizo algo malo, pida disculpas por ello, con un acto que repare lo hecho (un dibujo, una manualidad, dar un abrazo) y se comprometa a no repetirlo. Esta actitud posteriormente nacerá naturalmente del niño, pero los padres lo tienen que orientar. En un hogar donde los padres resuelven a gritos, a golpes, sus diferencias, peleas, un niño no va a aprender algo diferente. Por eso debe ver el ejemplo del diálogo, con acciones.

IMPORTANCIA DEL EJEMPLO

Los niños imitan, es decir que “aprenden el 90 por ciento de lo que ven”, a partir del ejemplo. Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas. Así que debemos fortalecer y aprovechar las costumbres cotidianas, como el de saludar, comportarnos en la mesa, respetar las normas de los semáforos, para que adquieran hábitos correctos y poco a poco, tomen responsabilidades.

LA COMUNICACIÓN

Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Desde el embarazo, se debe mantener ese lazo de comunicación con el bebé y continuar siempre en comunicación. Hablarles mucho, sin prisas, contarles cuentos y también dejar que ellos sean quienes nos lo cuenten. Su forma de pensar es importante así que debemos preguntar sus opiniones demostrarles que nos interesa, así se sentirán escuchados y queridos.

LOS LÍMITES

Hay que enseñarles a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes. Tanto niños y también padres comprendan que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos, y que hay horarios de dormir temprano.

DEJAR QUE EXPERIMENTEN

La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites. La sobreprotección no es buena, porque creamos niños inseguros y temerosos, tenemos que dejarles correr algunos riesgos.

NO HACER COMPARACIONES

Generalmente existen las comparaciones. Hay que eliminar frases como “aprende de tu hermano”, o expresión como “nunca haces caso”. Sino frases positivas como “Estoy seguro que haces muchas cosas bien, aunque últimamente estás comportándote mal. Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.

REFORZAR LO BUENO

Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Darles apoyo afectivo y dejar que sean ellos los que según su capacidad, resuelvan sus problemas.

Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentir valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «bello mi hijo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima. Rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.

Debemos fomentar un clima de cercanía y confianza con nuestros hijos, esto no significa que debamos ser sus mejores amigos. Entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencias, protección, pero también nuestras normas. Tomemos en cuenta que un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.

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