miércoles, 22 de marzo de 2017

Niños con-sumidos por las pantallas

Hoy quiero compartir con ustedes un tema que me llama particularmente la atención, las repercusiones que tienen las diferentes pantallas (celulares, televisión, computadora, tablet y otros) en los niños. En los últimos años se puede notar que -en muchos casos- los infantes se encuentran inmersos frente a estos objetos, lo cual no pasa desapercibido por las repercusiones que estas conllevan, como ser: el aislamiento, la falta de interés en el estudio, los deportes o la obviedad de las reglas, e ntre otras ¿Por qué el uso de estas pantallas tienen este tipo de repercusiones? ¿Por qué y cómo se ha llegado a que los niños en la época actual y desde muy temprana edad tengan como niñera a las diferentes pantallas?

Comencemos con un simple ejemplo, las familias a finales de la década de 1920 –cuando la era de los aparatos tecnológicos apenas comenzaba– se sentaban a almorzar juntas escuchando la radio; posteriormente, en la década de los 90 las familias se sentaban a la mesa mirando la televisión; y en la actualidad son pocas las que se sientan a almorzar juntas y sin que sus miembros estén pendientes de sus redes sociales, noticias o series transmitidas por las diferentes pantallas. Este ejemplo básico, muestra el cambio que ha sufrido la familia con el pasar de los años. Uno de los principales fenómenos que ha influido en este cambio ha sido la crisis económica y el capitalismo, ya que ambas obligan a las personas a trabajar más (o mejor dicho, las personas se obligan a trabajar más) para tener más cosas materiales, creyendo en el engaño del discurso imperante de la época, el capitalismo; gracias a ello, muchos padres dejan notar su ausencia en la educación y la crianza de sus hijos, y a la vez tratan de velar esta ausencia con diferentes regalos, que principalmente son pantallas. Y en este sentido, las pantallas se convierten en un velo que tapa la ausencia (no solo en el sentido físico) de los padres, ya sea por trabajo o porque ellos mismos están con-sumidos por sus pantallas o diferentes actividades.

Enfocándome ahora en los niños; la constitución de un sujeto se da a partir del apalabramiento, es decir, a través del discurso de las figuras parentales, este decir da significantes que “promueven” diferentes maneras de ser y estar en el mundo. ¿Pero, qué es lo que sucede cuando estas figuras parentales son las que ofrecen, frente a su ausencia, pantallas? Pues el lugar de estas figuras queda diluido, y junto a ella el aparato simbólico, que es el campo de la palabra y frente a esto deviene lo imaginario.

En consultorio, se escucha mucho acerca de niños que “no hacen caso” “no escuchan” y esto es porque estos niños no se conectan a lo simbólico, están desenganchados de la palabra, la palabra en estos, ya no tiene peso ni efecto.

Por si fuera poco, las diferentes pantallas están llenas de imágenes que muestran figuras idealizadas e irreales, que pueden hacer de lo imposible posible, de lo prohibido algo permitido. Estas imágenes efímeras y discursos vacíos sirven como modelos de identificación para los niños, pero son lábiles y se pulverizan al igual que un héroe de televisión cuando cumple su ciclo. Así también podemos ver que la fractura del orden simbólico repercute en algo muy primordial para el ser humano, que es el deseo –eso que mueve en la vida y da una dirección– de tal manera que, hace perder la brújula de este, es por ello que constantemente se escucha hablar sobre los niños/adolescentes “desinteresados”, ”sin ganas”, “aburridos”, “adormilados” y otros más. Ya que no hay razones por las cuales trabajar, ni sueños que soñar, porque todo lo imaginable o no, se lo encuentra apretando un botón.



NOTA: Para cualquier consulta o comentario sobre la columna, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio al correo claudiamen@hotmail.com

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