sábado, 7 de enero de 2017

Los berrinches y los límites: 2 y 3 años

Entre los 2 y los 3 años es el período de mayor despliegue de berrinches en los chicos. Por un lado, porque no se cumple su deseo y busca entonces la manera de llamar la atención de quien se lo está negando y porque todavía no puede recurrir al lenguaje como lo haría un adulto para expresar su frustración y su enojo.

Tener que bañarse, cambiarse de ropa, dejar de hacer algo que lo tenía entusiasmado o aceptar una negativa, por ejemplo, frente al kiosco de golosinas o la juguetería, son algunas de las situaciones que pueden disparar un berrinche.

Los adultos deben ejercitar su paciencia en esta etapa, pero, a la vez, mantener la firmeza. Si uno de los padres pone un límite, éste debe ser sostenido y respaldado por el otro. En el caso de que haya desacuerdo, ése será un tema de discusión posterior y fuera de la vista de los chicos. De esa charla puede surgir algún acuerdo para situaciones futuras.

También hay que ser muy cuidadoso con los familiares o amigos que puedan presenciar el berrinche y que, mientras uno de los padres pone el límite, traten de evitarlo diciendo, por ejemplo, "Pobrecito, déjalo por un caramelo no va a perder el hambre para la cena". En esos casos hay que ser firmes y ponerles límites también a los adultos, dejando claro, de la mejor manera posible, que los que educan son los padres.

Frente al berrinche, la primera medida es respirar hondo y no enojarse, no se trata de un niño "caprichoso", sino de una manifestación típica de la edad que, según cómo sea manejada por el adulto, puede o no transformarse en una constante en la conducta del pequeño.

El niño que va aprendiendo que si se tira al piso y patalea delante de los invitados consigue comer golosinas antes que la comida, lo tomará como una herramienta. Eso es una conducta inteligente, porque repite algo que le permite alcanzar el éxito. Ahora, si el pequeño aprende que el "No" de sus padres no se modifica con una rabieta, descartará ese método por no resultarle útil. O sea, el hecho de que el niño sea o no "caprichoso", dependerá de la inteligencia con la que los padres manejen sus primeros berrinches.

Por eso, cuando el pequeño comienza a hacer su berrinche, lo mejor es detenerse donde uno esté: en el supermercado, en la calle, o simplemente dedicarle un momento en vez de salir "arrastrándolo". Es importante sentarse a su lado, mostrarle que uno lo acompaña en ese momento desagradable y no hacer un discurso. Ya se le dijo que no y ese "No" debe mantenerse.

Lo más conveniente, de todas formas, es tratar de prevenir los berrinches sin darles lo que pide, porque si no sabe lo que conseguirá y hará rabietas más seguidas, habrá que explicarles, por ejemplo, que se va a ir al kiosco a comprar galletitas para la merienda, pero que no van a comprar golosinas.

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