lunes, 29 de agosto de 2016

Corrige en privado sin hacer daño

Enfoque educacional

Resalta en público las virtudes de tus hijos, elógialos cuando así lo merecen, pero corrige sus errores en privado. Esa es la clave.

Los gritos, los reproches a viva voz y las siempre recurrentes comparaciones con otros niños, cristalizan de forma negativa en la autoestima de los más pequeños.

El tema sobre cómo corregir a nuestros niños cuando estamos en un contexto público, siempre es un tema tan complejo como delicado.

Hay madres y padres que, sencillamente, no dudan en escenificar todo un espectáculo a base de gritos y críticas, sin pensar en las consecuencias que ello puede tener.

Un mal comportamiento, un suspenso o una palabra fuera de lugar desencadena en ocasiones un drama difícil de olvidar.

Ahora bien, también suele darse otro tipo de situación realmente particular. Pongamos un ejemplo: vamos con nuestros hijos a un centro comercial y, por las razones que sean, su actitud no es la adecuada.

Al instante, surgen esas miradas admonitorias a nuestro alrededor, como aves expectantes aguardando la sanción. Esperando la férrea disciplina donde se supone que con una palabra, todo queda solucionado.

Si esto no sucede, al momento aparece esa sutil etiqueta del “mal padre” o la “mala madre”.

Esta presión social, en ocasiones, no tiene en cuenta los complejos laberintos que supone educar a un hijo, o incluso las particularidades de cada criatura. Hay que regañar, no hay duda, y debemos corregir, está claro, pero hay que hacerlo bien.

Es imprescindible educar con inteligencia, con cariño, intuición y con el suficiente acierto como para no herir, ni tampoco para intensificar aún más las emociones negativas.

Te proponemos reflexionar sobre ello.

Los reproches en público:

formas sutiles de herir

Con los hijos ocurre como en cualquier otra dinámica relacional.

La persona acostumbrada a corregir o a sancionar a su pareja en público con un tono acusatorio, despectivo o irónico, hace daño.

El directivo que sanciona a su empleado ante los demás nunca será un buen líder.

Una vez más, hemos de hacer uso de la Inteligencia Emocional.

Un reproche realizado ante toda una galería de espectadores vulnera nuestra autoestima, y es, por encima de todo, una humillación pública realizada sin anestesia y con alevosía daña profundamente.

Si cada uno de nosotros tuviéramos la adecuada sensibilidad y empatía comprenderíamos que hay fronteras privadas que no deben cruzarse.

Ahora bien, cuando hablamos de educación el tema es aún más doloroso.

Algunos maestros y profesores, por ejemplo, cometen la mala praxis de corregir el error del alumno de forma pública y con aire despectivo: “está claro que tú nunca vas a aprobar mi asignatura”.

A su vez, muchas madres y muchos padres tienden a enhebrar la crianza de sus hijos a través de esas agujas afiladas con el hilo de la mala pedagogía, que al final causan graves heridas emocionales.

Un error habitual es comparar el comportamiento de un hijo con el de un hermano o con el del otro niño: “tu hermano es más listo que tú”, “tus compañeros de clase son más espabilados y tú siempre eres el último en todo”.

Asimismo, comentar aspectos privados o comportamentales de los hijos con otras personas ante el propio niño, como si este no pudiera oír, ver o sentir, es una costumbre habitual que afecta negativamente en la autoestima de los más pequeños.

Hay que tenerlo en cuenta.

Corregir entre gritos centrándose exclusivamente en la falta o el error cometido pero sin educar, y sin ofrecer estrategias de mejora o de orientación, es una estrategia muy poco pedagógica que debe evitarse.

Corrige con paciencia y respeto para ayudar a crecer

Corrige, orienta, disciplina, sanciona si es necesario, pon límites, pero hazlo siempre con paciencia, en privado y sin hacer daño.

Ahora bien ¿quiere decir esto que hemos de quedarnos “impávidos” cuando nuestros hijos se portan mal en público? En absoluto.

El típico “sopapo” que algunos defienden para detener la conducta disruptiva de un niño lo que consigue muchas veces es intensificar aún más la rabia o sus emociones negativas.

Los bofetones no educan, hieren y dejan marcas interiores, así como los gritos o los reproches despectivos del tipo “no tienes remedio” o “no sé qué voy a hacer contigo”.



Algunas pautas claves para disciplinar en público

Para aplicar la disciplina en público si la ocasión nos obliga a ello, deberíamos actuar del siguiente modo.

Muchos padres de hoy ya no se recordarán de los cachetes que les dieron sus padres, porque si lo hiciesen verían que no les han servido de nada, no les han educado, solo les han enseñado a tener miedo.

No es lo mismo “cállate y quédate quieto que lo único que haces es molestar” que decir “¿puedes guardar silencio ahora, por favor? Mamá está hablando por teléfono”.

Según un estudio llevado a cabo por el “Family Research Laboratory” de la Universidad de Hampshire, regañar mal y en público a nuestros hijos deja secuelas.

Se intensifican tanto las emociones negativas que esos niños tendrán día a día como la frecuencia de conductas desafiantes. Así pues, vale la pena tener en cuenta estos sencillos consejos:

* Deja a un lado los juicios ajenos.

No te sientas presionado/a por quienes te rodeen en ese instante, cuando te encuentres en un supermercado, el médico o una calle: no es a ellos a quienes debes demostrar que eres un buen padre, una buena madre, sino a tu hijo.

* Puede que en ese instante te sientas azorado/a por la vergüenza ante el mal comportamiento de tu niño, pero no te dejes llevar por la frustración. Haz uso de la “Inteligencia Emocional” y empatiza con tu hijo/a para comprender qué le ocurre y por qué muestra esa conducta en casa.

* En lugar de dar una orden con un grito, ofrece opciones que inviten al niño a reflexionar: “tienes dos opciones, o te levantas ahora mismo o te quedas en el suelo para siempre mientras papá y yo vamos al parque”. Una vez que te obedezca, recuerda: corrige esa mala conducta en privado. Ahora basta con finalizar con dicho comportamiento.

Ten en cuenta que un niño está hecho de un material muy delicado.

Su mundo emocional a veces es caótico y explosivo; sin embargo, es tarea nuestra desenredar, aliviar, propiciar estrategias de control y autoconocimiento para que madure en felicidad y en el amor.

Sé paciente y comprende sus emociones infantiles.

Entiende que las mismas cosas que a ti te ofenden, a él o ella también le pueden hacer daño.

Así que recuerda, que antes de regañar a tus hijos mejor elogia en público y corrige en privado, pero

sin hacer daño.


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