domingo, 14 de agosto de 2016

Cómo enseñar a tus hijos a ser amables y felices


Un profesor sobre educación en la Harvard Graduate School of Education y la Harvard Kennedy School, Richard Weissbourd conecta la enseñanza de moralidad a los niños con la salud emocional de los mismos. Por ejemplo, dice que cuando un adolescente desea abandonar un equipo deportivo, muchos padres se concentran en la felicidad individual del niño y se niegan a exigirle que considere las necesidades

de los demás. Dejar el equipo puede afectar de forma adversa a sus compañeros de equipo que pueden haber contado con él. Para crear niños emocionalmente saludables los padres deben enseñarles a preocuparse por las necesidades de los demás.

3.- Todos los días es un buen momento para enseñar valores: la empatía y la gratitud se enseñan con la práctica, y esta debe ser diaria para que un niño las reconozca como algo común en sus vidas. Por esto, se aconseja hacer de todas las instancias, un buen momento para dar las gracias, no por lo que se tiene, sino que por las personas que hacen del día a día algo más llevadero y de mayor o menor manera, hacen las cosas más fáciles y felices.

Es importante no premiar a los niños por ayudar en la casa o cooperar con sus hermanos. Eso debe ser algo normal en sus vidas. Sí se sugiere felicitarlos cuando sus actos de bondad sean fuera de lo común.

También se aconseja conversar con los niños sobre los actos de justicia o injusticia que pudieran haber presenciado o que se muestran por televisión.

4.- Amplía su preocupación más allá de su círculo cercano: anima a tu hijo a que consuele a algún compañero del colegio al que acaban de molestar y se encuentra triste, o enséñale que existen niños en otros países lejanos que quizás no tienen una vida con las mismas comodidades que él.

Es importante que sepa que fuera de su círculo inmediato existen personas que también tienen sentimientos y necesidades, y que por eso, debe ser amable con todos.

5.- Ayúdalo a manejar su ira: muchas veces, la amabilidad de un niño puede desaparecer porque la rabia se apoderó de él. Y quién lo culparía, si uno mismo como adulto debe controlar, y a veces con dificultad, los sentimientos conflictivos que surgen diariamente. Para esto, se recomienda que cuando el menor esté calmado, enseñarle a manejar sus sentimientos de ira, contando hasta cinco y respirando profundamente para tranquilizarse.

Más adelante, cuando se vea que el menor está a punto de enojarse, se debe recordar estos pasos para que él se acostumbre a hacerlo solo cuando la ira surja.

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