lunes, 4 de abril de 2016

Estás ahogando a tu hijo (Y NO TE DAS CUENTA)

“Siempre serás mi bebé”. Esa es una de las frases que toda madre ha dicho alguna vez mientras acunaba a su hijo. La cuestión es que esa frase suena diferente cuando el “bebé” en cuestión tiene un año, siete o catorce. Como en un extraño síndrome de Peter Pan, nos negamos a que nuestros hijos crezcan, y eso tiene sus consecuencias.

Muchos medios se han hecho eco del mensaje de la nueva película de Pixar “Inside Out”, respecto a la importancia que tiene la tristeza en nuestra vida. Poco se ha hablado, en cambio, de otro de sus mensajes claves: la necesidad de dejar que nuestros hijos crezcan. Aceptar sus cambios, sus decisiones y dejarles que sufran y se equivoquen para permitir que maduren. Algo que parece obvio, pero no lo es tanto. Volviendo a un ejemplo estadounidense, la revista digital Slate realizaba una encuesta entre 6.000 lectores, para comparar qué cosas habían hecho ellos de pequeños, y cuáles de esas cosas permitían hacer a sus hijos. La conclusión era clara, los chavales de antes tenían más libertad y hoy en día se sobreprotege mucho más a los niños.

“La sobreprotección es una moneda de dos caras: fomento de la dependencia con respecto a los padres y freno de la autonomía infantil”, esta es la principal reflexión que lanza a la sociedad Francisco Javier Méndez Carrillo, catedrático de la Universidad de Murcia y creador del Método Fortius para el fomento de la fortaleza psicológica en niños. Incide asimismo en que “es una trampa”, ya que a corto plazo es una solución cómoda para la familia, porque el niño está encantado de que los padres le sacan las castañas del fuego, y los padres están tranquilos y satisfechos porque evitan o le solucionan los problemas al niño, pero “a largo plazo educar al niño entre algodones no le prepara para afrontar las dificultades que le planteará la vida”.



Las consecuencias de la sobreprotección

Está claro que todo padre quiere hacer lo mejor para su hijo, pero muchas veces no sabe cómo hacerlo, y en la vorágine del día a día, toma las decisiones más fáciles y más rápidas, en vez de pensar en uno de los dichos populares que encierra más sabiduría: “es mejor enseñarle a pescar, que darle los peces”.

Méndez Carrillo insiste además en que “la sobreprotección es una chaqueta con dos mangas. Una ancha, permisiva o para el comportamiento infantil dependiente, y otra estrecha, estricta, autoritaria o para el funcionamiento autónomo”. De esta manera explica que suele darse el caso de “los padres de los niños con mamitis o papitis, es decir, los que tienen miedo de separarse de sus papás y de estar lejos del hogar, de modo que se convierten en su sombra y les persiguen por toda la casa. Son padres muy indulgentes con la ansiedad del hijo y ceden rápidamente a sus exigencias”. Por ejemplo, con comportamientos como acompañarle al baño, o cuando le apaciguan asegurándole que no se marchan hasta que se tranquilice, o le consienten quedarse en casa y no ir al colegio. Esos mismos padres, para otras cosas, son extremadamente restrictivos, con las situaciones que consideran inconvenientes o arriesgadas. “Así, no le dejan ver el telediario para evitarle las malas noticias, no le permiten patinar para que no se caiga y se haga daño, o no le informan de la enfermedad del abuelito para que no sufra. También son renuentes a las actividades que escapan a su vigilancia, como dormir fuera de casa o ir de acampada”. Todo ello tiene consecuencias en el desarrollo de la personalidad y en el crecimiento del niño, como que se vuelvan más inseguros, incapaces de tomar decisiones propias, con un carácter más débil y con miedo a los cambios. Cuestiones que le pasarán factura en su vida como adulto.



Cómo evitar esta situación

El catedrático en Psicología Francisco Javier Méndez Carrillo, explica en su libro Programa Fortius (Ediciones Pirámide) unas claves básicas para reforzar la personalidad de nuestros hijos. Entre las mismas, una de las ideas más destacas es seguir una línea de actuación a la hora de reforzar estos comportamientos. Así, a la hora de afrontar un reto, el experto insiste en que lo primero que hay que hacer es escoger un momento oportuno y preparar la situación. Por ejemplo, si el reto consiste en dejar que aprenda a comer solo, Mendéz Carrillo apunta a reservar el fin de semana, dónde tiene más tiempo para la tarea, y eliminar distracciones como la televisión y los juguetes, además de buscar un momento en el que nos aseguremos que nuestro hijo tiene hambre. Para otras tareas más generales, lo siguiente a tener en cuenta es el proceder de lo fácil a lo difícil; explicar cómo debe de hacerlo, no sólo de palabra, sino mostrándoselo; además de animarle y resaltarle los haciendo cuándo lo haga bien. Todo ello sin dejar de corregir los errores.

“Desde una perspectiva educativa, la protección es un fenómeno beneficioso en la primera infancia, pero se debe retirar gradualmente de forma natural a medida que el niño crece, madura y se desarrolla biológica, psicológica y socialmente, adquiriendo hábitos de higiene, habilidades sociales o aprendizajes escolares, que posibilitan y favorecen la independencia y autonomía personal”. Todo ello además aplicando un poco la lógica en las situaciones que van dándose día a día. “Los padres deben valorar en cada situación qué es lo prioritario, por ejemplo, si el niño interrumpe una llamada telefónica sobre un asunto de trabajo importante exigiendo que le preparen la merienda para irse a jugar, hay que enseñarle a que espere su turno”.



Reforzar la autosuficiencia en el colegio

Si bien el papel de los padres es importante, no hay que olvidar nuestros hijos reciben gran parte de su educación en el colegio. Nuria Sánchez, profesora de Primaria en un colegio privado de Alcalá de Henares, explica que en sus clases se encuentra este tipo de alumnos sobreprotegidos, “una sobreprotección que deriva en debilidad y desconfianza en sí mismos a la hora de afrontar retos y derrotas”, tan simples como un examen suspenso. Desde su perspectiva de maestra, “la clave está en darles responsabilidad. Tendemos a pensar que por ser pequeños no van a ser capaces de hacer ciertas cosas, o a hacerlas nosotros porque lo hacemos más rápido y además nos ahorramos una pataleta, y es un error ya que esto les hace inútiles”.

Estas ideas también se trabajan cada día en sus clases, donde, tal y como expone, “a medida que subimos de curso vamos sacando a nuestros alumnos de la zona de confort, retándoles a, por ejemplo, exponer un trabajo en clase”. En estos casos, reconoce que puede pasar que el alumno, de primeras, se agobie pensando que no será capaz, y acuda a casa en busca de la ayuda de sus padres, para que estos les protejan y les “salven” de esa situación. Ante estas circunstancias su consejo es tajante: “Hay que quitarle importancia, conseguir que sientan que pueden con todo, que eso no debe ser un motivo de rabieta o bloqueo”. Otra de las herramientas que suelen utilizar es la figura del helper, es decir, que cada semana un alumno es nombrado ayudante de la profesora. “Nombrar cada lunes al ayudante delante de todos sus compañeros, ponerle una estrella que le distinga, hacerle sentir importante, responsable y sobre todo, darle confianza de que es ‘mayor’ y puede”.



La implicación de los padres

Pero ninguna de estas medidas resulta efectiva si no hay una complicidad con los padres. Así, la profesora explica que “es muy importante la relación profesor-familia”, que exista una comunicación directa y que el alumno sea consciente de que no puede arreglar los conflictos de clase en las faldas de mamá. “Es importante que la relación entre colegio y familia sea una relación de equipo”.

Ese es otro de los problemas, sobreproteger a nuestros hijos y enfrentarnos con el profesor, aun cuando este tenga razón. En este sentido, Nuria Sánchez apunta que “todos los padres sienten mucha responsabilidad a la hora de sentirse buenos padres, que tenga unos buenos estudios, que crezca feliz, que no sufra… es entendible y no hay que olvidar que se hace desde el amor, pero a veces también desde el miedo”. Por ello, también en el caso de pasarnos al otro extremo, que es presionar demasiado al niño con los asuntos de clase, Sánchez recomienda “controlar esa ansiedad por que sea perfecto”.

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