miércoles, 6 de abril de 2016

Aprender a escuchar es la clave para niños hiperactivos

Niños movidos y desatentos en relación con los aprendizajes ha habido siempre y los habrá.

La novedad ahora radica en la mentalidad contemporánea, ligada a la prisa y a una noción del tiempo que no contempla la espera ni la pausa necesaria para comprender qué hacemos o qué queremos hacer.

Por eso, el aumento de niños diagnosticados de hiperactividad, y en muchos casos medicados con psicoestimulantes, no sería pensable sin esa idea tan actual de que hay que ir corriendo, sin parar, para poder evitarnos la pérdida del tiempo.

Así cultivamos la ilusión que sumando actividades extraescolares o extralaborales llenaremos todos los vacíos de nuestras vidas en un estado de apresuramiento tan aceptado socialmente en nuestra época, destaca el diario La Vanguardia.

El paradigma de internet

La hiperactividad es pues el signo de nuestra época. Nos habla de la sustitución de una noción del tiempo que incluía la espera y el medio plazo como momentos ineludibles en la consecución de objetivos, por un tiempo de lo instantáneo, del just in time (¡¡consíguelo ya!!), cuyo paradigma es internet, donde los límites del espacio y del tiempo, coordenadas clásicas de la modernidad, desaparecen. Podemos estar en cualquier lugar y a cualquier momento.

En este nuevo territorio del multitasking (múltiples actividades) el niño y el adolescente se hallan dispersos en múltiples tareas (iPod, computadora, teléfono móvil, televisión) como si corrieran desesperados para que nada se les escape.

Es por ello que la inquietud que presentan los niños en la escuela no es necesariamente signo de una enfermedad o de un problema grave.

Un cierto nivel de agitación está presente en muchas situaciones reactivas a pérdidas o sufrimientos temporales.
Es el caso de niños que han perdido a un familiar o que sus padres se han separado, y más si lo han hecho de malas maneras (violencia verbal o física).

O niños que se han visto obligados a emigrar y dejar su país, su ciudad o su barrio con lo que eso conlleva de nueva adaptación al entorno nuevo.

También pasa en momentos vitales como el nacimiento de un hermano/a, o bien problemas físicos (asma, operaciones) que requieren de un tiempo de ajuste o por dificultades del propio centro escolar (ratio alta, docentes con problemas, clase problemática etcétera).

La educación, lo primero

Por eso, antes de emitir un diagnóstico y prescribir un tratamiento (farmacológico o psicológico) conviene hablar con la escuela, conocer la evolución de esa inquietud, tratar de entender qué nos quiere decir ese cuerpo que se agita.

Lo primero debe ser entonces la educación, la que puede proporcionar la escuela, adaptando definitivamente algunos aprendizajes o métodos y la que deben proveer los padres estando atentos al malestar del hijo/a.

Cuando todo eso no funciona, es el momento de consultar a un profesional externo para que valore otros factores psicológicos y recomiende otras valoraciones (neurológicas o psiquiátricas si hay indicios serios) o bien aconseje una intervención complementaria a la educativa.

Según José R. Ubieto autor de TDAH. Hablar con el cuerpo (EdiUoc, 2014), "de lo que se trata es de que los padres desarrollemos la capacidad de escuchar a nuestros hijos. Parece muy sencillo, evidentemente, pero la cuestión es si oímos o escuchamos. Por regla general, oímos, dejamos que las palabras del hijo fluyan, impregnen el ambiente, pero no somos capaces de escucharlos. Escuchar implica resolver sus problemas, o al menos tener la capacidad de atenderlos y darles las herramientas para que ellos puedan hallar una solución. Esa es la clave”.

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