sábado, 19 de diciembre de 2015

Tres nuevos errores de las madres modernas

Mi hija menor ya es mayor de edad y se encuentra decidiendo su futuro profesional; cada vez su independencia se vuelve mayor y nos necesita menos a su padre y a mí. Esto, por cierto, nos complace mucho, pues comenzamos a descansar de tener adolescentes en casa y podemos tener más tiempo para nuestros proyectos personales y de pareja.
En este punto de calma puedo decir que me siento feliz porque el tiempo de lidiar con la educación y crianza de pequeños para mí ya terminó. Pero luego, cuando miro alrededor o regreso a mi trabajo como pedagoga, me encuentro con las madres jóvenes haciendo esfuerzos colosales para formar a sus pequeñitos.
Me sucede algunas veces que, cuando veo que una mamá está haciendo algo incorrecto, me acerco y le ofrezco ayuda con el temor de ser rechazada o hasta agredida por mi intromisión en su trabajo. Otras veces, solo me quedo callada observando y deseando esa madre pueda pronto encontrar ayuda para evitar un mayor daño a los menores.
Si estás leyendo este artículo, permíteme decirte que mi único interés es colaborar en la importante tarea que tienes en tus manos con tus hijos; no es mi interés criticarte. Habiendo sido madre de tres niñas y docente por muchos, muchos años, puede haber algo en mi experiencia que te sirva; si es así, te lo ofrezco con mucho cariño. Pues bien, hay tres errores graves que las nuevas madres están cometiendo y no lo saben. Aquí te los cuento:

1. La carencia de límites
Le decía a una mamá agotada por la mala conducta de su pequeño, que lo que su hijo necesitaba eran límites y estructura. Ella parecía no entender mis palabras, hasta que me dijo: “Todos me dicen lo mismo, ¡pero no sé a qué se refieren con eso! ¡No sé qué son límites para un niño!”. Y es cierto: hablamos mucho de límites pero poco los aterrizamos en acciones concretas.
Cuando decimos límites, es justamente eso: tu pequeño debe saber con claridad las cosas que le son permitidas y lo que se espera de él. Por ejemplo: no porque esté aprendiendo a caminar, le vas a permitir hacerlo en lugares donde corra peligro, permitirle dejar sus juguetes tirados o golpear a otros niños.
No solo me entristece ver que las madres no ponerle límites a sus hijos, me preocupa porque al no hacerlo, solo están sembrando muchos y grandes problemas para la adolescencia.

2. La crianza de hijos débiles
Un día me tocó ver una escena muy singular: un chiquito corría alrededor de la mesa, la madre nunca le dijo nada y mucho menos lo detuvo porque ella estaba platicando con otras personas. El niño tropezó con la pata de la mesa, se cayó y su cabeza golpeó contra una silla; no fue un golpe muy fuerte, afortunadamente. La madre corrió (ahora sí) a ver al niño, lo revisó, vio que estaba bien y sorprendentemente comenzó a regañar ¡a la mesa! Le dijo algo así como: “Mesa tonta, ¿por qué le pegaste a mi niño?” y luego le dio dos palmadas; entonces, el niño dejó de llorar, volvió a correr sin freno por el lugar y en una pasada, le pegó a la mesa.
Esta escena se repitió y se repitió, hasta que el niño se convenció que todos son culpables y responsables de lo que a él le sucede, menos él, obviamente. Cuando un joven que fue criado de esta manera sale al mundo, sufre, pues no es capaz de manejar el rechazo, la frustración y alguien más siempre tiene que hacerlo porque él es incapaz.


3. Tecnología al alcance de los pequeños demasiado pronto
Niños en andadera (que ya en sí no es del todo favorable a la psicomotricidad) frene a enormes televisiones o con celulares y tabletas “jugando”. Muchas madres justifican estos actos diciendo que los niños “ven programas educativos” o que “practican juegos interactivos”. La verdad es que un pequeño hasta los 4 o 5 años no debería estar expuesto a estos aparatos y sí a la música, las texturas, el gateo y la manipulación de objetos para descubrir y comprender su entorno.
Cada cosa tiene su tiempo y su lugar; dedica tiempo a tus hijos, al juego, al contacto físico y disfruta ser madre de niños. Créeme, el tiempo pasa muy rápido y nuestra oportunidad de sembrar en campo fértil es breve. Los hijos crecen, se van y es un gozo inexplicable verlos volar fuertes, libres y felices.

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