lunes, 14 de diciembre de 2015

Isabel recibió la vejez en reclusión y hace un año que nadie la visita


Isabel L.M. recibió su cumpleaños número 60 en reclusión, pasando a ser una persona más de la tercera edad. “Jamás pensé que un día llegaría a esta situación, pero así había sido llegar a la vejez, quedarse sola”, dice Isabel al explicar que se encuentra enfrentando un proceso por asesinato, y las únicas visitas que recibía eran las de sus dos hijos mayores, pero hace más de un año ya nadie pregunta por ella en las puertas del penal.

Isabel, que no sabe leer ni escribir, no se percató que estaba de cumpleaños y tampoco sabía cuántos cumplía. Se dio cuenta de la fecha porque pide ayuda a cada persona externa que entra para tramitar su carnet de identidad.

Ella está implicada en la muerte de un hombre, con quien salió a compartir una comida y unos tragos. “Cuando estábamos volviendo unos encapuchados nos agarraron por sorpresa y a él lo apuñalaron, a mi también me querían matar pero escapé y fui directo a la Policía a denunciar, pero los hijos del finado me achacaron a mí la muerte y por eso estoy en la cárcel”, cuenta.

En enero de 2016 cumplirá dos años de permanencia en la cárcel y a medida que pasa el tiempo las personas en quienes podían apoyarse van desapareciendo.

“Enviudé hace muchos años, tengo dos hijas mayores, una que está en Santa Cruz y otra en La Paz. El otrito tiene 17 años y lo he dejado solo en la casa que alquilábamos. A un principio me visitaban mis hijas pero me dijeron que con su trabajo y familia ya no podrían venir”, cuenta resignada. Su desesperación ahora es su hijo de 17 años quien continúa en el colegio y se quedó encargado a los dueños de casa, que son los únicos que lo vigilan.

Mantenerlo desde la cárcel es una agonía, ya que las únicas actividades productivas para generar ingresos son el tejido, el lavado a mano, la cocina y las gelatinas, y ella solo puede optar por la última.

“Del tejido casi no entra nada porque solo vendemos aquí adentro, por mi edad ya no puedo lavar y en la cocina son poquitas hornillas y si hubiera más tampoco tengo dinero para comprar recados”, lamenta.

Con la venta de gelatinas su ingreso promedio es de 50 bolivianos por semana que no le alcanza absolutamente para nada.

“El alquiler de mi hijo es 250 bolivianos, para sus materiales casi nunca me pide porque sabe que no tengo, el almuerzo aquí es 4 bolivianos la sopa y 8 el segundo, pero ni a eso alcanzo”, hace cuentas a tiempo de reprochar el gasto que representa para ella estar en la cárcel.

Su único consuelo era una amiga que la visitaba trayendo siempre algo de dinero y alimento. “Era mi única amiguita pero se casó y en su última visita me trajo arroz, azúcar, verduras, casi todo completito y me dijo ‘es la última vez que voy a venir, mi marido ya no quiere que venga, pero Dios te va a cuidar’ me dijo y se fue”, llora.

Hace poco un abogado de Defensa Pública le dijo que podría salir libre gracias al indulto pero el proceso terminó y fue la única que quedó al no haber podido recabar sus documentos. “No se qué problemas había con mi nombre en el registro, pero ya saqué mi certificado y solo falta que alguien me pueda ayudar a sacar mi carnet de identidad”, dice desesperada con sus documentos en la mano.

Al ser la única hija huérfana tampoco tiene hermanos a quien acudir. Su desesperación la llevó a llamar incluso a su expareja y a toda persona que recuerde, pero sólo se encuentra con excusas y celulares apagados.

Informes pueden superar fianzas altas

El establecimiento de fianzas muy elevadas puede ser superada con la solicitud de informes psicosociales que determinen la condición económica del privado de libertad, que puede ser facilitado también por la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Cochabamba. Esto permite reducir la fianza a un monto más accesible.
Abogados olvidan a las detenidas

Luego de la detención preventiva, algunos abogados consuelan a las mujeres con apelaciones y promesas de salidas prontas, pero al final quedan abandonadas peregrinando ayuda desde la cárcel.

La mayoría de las ancianas no conoce de leyes y solo les queda aguardar la voluntad del jurista.

2 Instituciones no pudieron ayudarlas

Frente a las dificultades en documentación que tienen las reclusas, se determinó el apoyo prioritario del Sereci y Segip, sin embargo la pérdida de archivos, errores en los nombres y otros procesos largos lo impidieron.
Estado de salud les impide trabajar

La mayoría de oficios en los que tienen la oportunidad de generar ingresos no pueden ser realizados por mujeres de la tercera edad, ya que su salud lo impide. No pueden hacer lavado y planchado de ropa, cocina, tejido, costura, y atención de cabinas o tiendas, porque ya no ven bien.




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