domingo, 25 de octubre de 2015

Carlos: Mis bienes han separado a mi familia y eso me está matando


Unas cuantas arrugas que surcan por su rostro y su caminar pausado delatan su edad. Carlos, de 87 años, pese a todo, se muestra lúcido y consciente de sus actos. Lleva una boina en la mano, mientras camina al lado de su hijo menor.

Sin embargo, desde hace algunos años carga con un gran peso sobre sus hombros, la preocupación de qué sucederá con sus cinco hijos y sus bienes, cuando le llegue la muerte.

Carlos rememora, con tristeza, que la vida fue más corta para su esposa, quien falleció hace cuatro años, justo cuando sus hijos comenzaron a solicitar que les entreguen sus bienes, a pesar de que ellos estaban aún con vida.

La preocupación y el estrés han complicado la salud de Carlos, quien padece ahora varias enfermedades, una de ellas la diabetes, que se suma a los problemas del corazón que tiene desde hace varios años. Por este motivo debe usar necesariamente oxígeno por las noches para dormir.

Afirma que la única persona que está pendiente de su salud y bienestar es su hijo menor de 49 años, con quien vive en una de las cinco propiedades que posee.

Una de sus propiedades está ubicada en la zona de Cala Cala, en la que ambos viven. Esta vivienda -explica- la obtuvo gracias a su trabajo en una entidad financiera. Posteriormente fue adquiriendo otros bienes inmuebles en la calle Tarapacá, en el sector de Esmeralda y dos lotes.

Carlos confiesa que por el momento tiene una buena calidad de vida, gracias a los ingresos que percibe por los alquileres mensuales de dos viviendas.

Este dinero extra le permite, por el momento, cubrir los gastos extraordinarios, porque solo su renta como jubilado no le alcanza.

SU APOYO

El hijo menor de Carlos, que está casado y tiene su propia familia, dejó de ejercer su profesión como abogado para dedicarse por completo a su padre.

“Si él me cuidó y hasta me cambió los pañales de pequeño, por qué no voy a hacer lo mismo por él. Tengo poco tiempo para disfrutarlo”, puntualiza mientras ayuda a su padre a ponerse de pie.

Cuenta que juntos comparten mucho tiempo, no solo en su casa de la ciudad, sino también en el campo, a donde su papá gusta ir con frecuencia.

Carlos confiesa que el primer sacrificio material de su vida, su vivienda de Cala Cala, se la quiere dejar como herencia a su hijo menor.

“Mis otros hijos no me traen ni un pan, ni siquiera me llaman por teléfono. Se enojaron conmigo porque ya no les pago las salidas a comer como lo hacía antes. Desde que les corté eso ya no se preocupan por mí”, menciona.

AMBICIÓN

Los problemas a causa de sus bienes materiales comenzaron a surgir pocos meses antes de que su esposa falleciera.

A uno de sus hijos se le ocurrió que debían repartirse las propiedades debido a los rumores que se esparcían, de que el Gobierno se podía apoderar de los bienes que no estaban siendo usados por sus dueños.

“Ese rumor despertó el miedo y la ambición en mis hermanos”, afirma el hijo menor de Carlos.

Dos de sus hijos decidieron reunir a toda la familia y sugirieron que la herencia se comience a repartir.

Carlos, su esposa y su hijo menor rechazaron tajantemente esta propuesta. Asimismo, les pidieron no hablar más del tema mientras ellos continuaran con vida.

El tema volvió a salir a flote tras el fallecimiento de la esposa de Carlos. Ante la insistencia de sus hijos, él les propuso, como una solución salomónica, quedarse con el 50 por ciento de sus bienes y que el resto se lo distribuyan. Sin embargo, los hermanos que insisten en obtener la herencia de inmediato lo rechazaron. Ellos piden distribuirse el 100 por ciento .

Carlos afirma que no permitirá que eso suceda porque teme que él y la familia de su hijo menor se queden sin un techo.

Agrega que el resto de sus descendientes “le tienen envidia” a su hijo menor.

La situación en esta familia ha llegado a extremos. Los hijos han tramado incluso la forma en la que pueden cobrar su renta de jubilación.

Una trabajadora social lo visitó y le informó de esta situación, lo que llevó a Carlos a decepcionarse totalmente de sus hijos, a quienes acusa de mentir cada vez que se presenta alguien a defenderlo.

“Ellos dicen que me cuidan y no es verdad, nunca me visitan ni me llevan al médico, solo vienen a insistir por la herencia”, indica.

“Si tuviera un arma mataría a mis hijos y luego me mataría yo, porque no los he criado para eso, ahora solo les importa el dinero. La herencia ha dividido a mi familia y eso me está matando de preocupación”, agrega muy molesto Carlos, quién busca asesoramiento en la Federación Departamental del Adulto Mayor para tomar una decisión acerca de sus bienes.

Allí le indicaron que puede hacer con sus bienes lo que él disponga. Incluso le han sugerido que los venda para que sus hijos no tengan problemas luego de su muerte.

Para Carlos, lo más importante es su familia y afirma que le hubiera gustado que el resto de sus hijos, a los cuales les dio todo mientras pudo, se preocupen por él.

Por el contrario, en los últimos años sufrió violencia psicológica de parte de sus hijos, quienes, asegura Carlos, lo insultan cada vez que tocan el tema de la herencia.

Recuerda con tristeza que cuando salía con ellos hace unos años le cobraban hasta por la gasolina para el auto.

“Nunca me dieron nada, me cobraban por todo”, agrega.

Sus cuatro hijos mayores, que tienen familias constituidas, cuentan con sus propios bienes. Cada uno posee una vivienda construida con su trabajo y Carlos desconoce cuál es el motivo que les impulsa a querer despojarlo de sus bienes antes de que él muera.

GARANTÍAS

Carlos teme por su vida y por la de su hijo menor. Cuenta que en algunas reuniones uno de sus descendientes los amenazó de muerte a ambos, por lo que pide garantías para vivir en paz, bajo el techo que construyó hace más de 50 años.

Enfermo de diabetes al igual que su padre, el hijo menor de Carlos menciona que los tíos y primos de su padre y de su madre le dieron siempre la razón y teme que cuando él muera lo despojen de la casa.

“La justicia es ciega para los hijos que cuidamos de nuestros padres, se cometen injusticias, solo espero que mis hermanos recapaciten y no arremetan en mi contra. Solamente una de mis hermanas me apoya, pero tampoco cuida de mi papá”, sostiene.

Indica que cuando Carlos se enferma es él y su esposa los únicos que lo atienden.

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