domingo, 15 de junio de 2014

Abuso sexual en el seno familiar

María tenía tan solo siete años cuando comenzó a ser abusada por su padre. En silencio sufría el dolor y los vejámenes a los que era sometida por su propio progenitor, cada vez que él se emborrachaba.

Después de cinco años no aguantó más y rompió el silencio. Contó a su madrastra lo que estaba sucediendo y esta, a su vez, habló con los hermanos de su esposo, quienes decidieron llevar a la niña de 12 años a la casa de su tía.

Cuando encararon al padre, él negó todo, pero la madrastra confirmó el hecho. Sin embargo, los hermanos decidieron no denunciarlo y simplemente se limitaron a impedirle que se acercara a María, quien guarda un profundo dolor, resentimiento y mucho temor hacia su progenitor.

De acuerdo con datos de la Misión Justicia en Bolivia, 16 niños y adolescentes son violados por día y el 75% de los casos se registran en el hogar o la escuela. Lo peor de todo es que solo el 5% se denuncia porque la mayoría de las veces el abuso es cometido por un familiar.

Lamentablemente, dice la sicóloga Nadia Rocabado, cada vez es más frecuente que las violaciones a menores ocurran en el seno familiar, que es donde deberían estar más protegidos.

Hay que frenar el hecho
La sexóloga Carolina Rivero recomienda que cuando la violación se da en el entorno familiar, antes que nada hay que frenar el hecho y luego avisar a alguna entidad o autoridad que pueda ayudar, y buscar de inmediato apoyo sicológico.

“Como familia, lo que debemos hacer es dar toda la seguridad posible para que la persona se sienta protegida por nosotros y también escuchada. Esto es algo fundamental, aún si sospechamos que puede estar mintiendo, hay que creerle, porque si no es verdad, tendremos que ver cuál es la razón que lo obliga a mentir y pedir ayuda”, recomienda y agrega que por algo lo hace, y si no se le cree, entonces se estaría destruyendo la comunicación y el niño se va cerrando cada vez más y su autoestima termina por el suelo.

Si el victimario es el papá o el hermano del menor, Rivero aconseja que lo primero que se tiene que hacer es alejar al abusador para que no continúe el daño y así se lo separe también de otras posibles víctimas.

El apoyo que se debe buscar no es solo para la víctima, sino también para el violador, ya que lo más probable es que él haya sido abusado cuando era menor.

Se hace necesario ver de qué manera la familia contribuye a que se dé esa grave situación y buscar ayuda porque lo más probable es que sea una familia disfuncional.

Rocabado agrega que es importante consultar lo más rápido posible con un sicólogo especialista y asumir la terapia dirigida a la madre y a toda su familia, incluyendo al niño, y, sobre todo, apartar al menor de su victimario o victimaria. Es preciso, además, que paralelo a la terapia sicológica que se realice, se someta al violador a una evaluación siquiátrica.

Denunciar siempre
En criterio de la sicóloga Claudia Tórrez, las mamás deben tener claro que una vez que su niño le cuente haber sido víctima de abuso sexual, ambos experimentarán todo tipo de sentimientos. Además, los chicos cuyos padres sean solidarios con él , se recuperan más rápidamente del trauma sufrido.

Lo primero que deben hacer las madres, es mantenerse calmadas y escuchar el relato de su hijo, el mismo que puede generar emociones intensas, pero si se alteran, enfadan o descontrolan, le dificultarán al menor compartir su historia.

Luego hay que asegurarle que él no es el culpable de lo que ocurrió, halagarlo por su valentía de contar lo ocurrido y finalmente protegerlo, alejándolo del agresor y denunciándolo a la Policía.

Rivero indica que la mejor forma para superar el abuso sexual en una persona es con una terapia larga que deberán hacer con un profesional capacitado para ello. “Se debe dar también un ambiente apropiado para que, paralelamente al tratamiento, el niño se sienta contenido, querido, valorado y, sobre todo, protegido”, remarca.

Las sicólogas coinciden en que por el bien de la persona violada y abusada, hay que denunciar. Sea quien sea el abusador no debe quedar impune. Las madres tienen que luchar por sus hijos. Por ello, si un padre es violador de su hija, no pueden convivir juntos, ni tampoco él puede tener derecho a un régimen de visitas en caso de que se dé el divorcio.

Cómo evitar el abuso
Para Tórrez, la seguridad y la autoestima son dos aspectos clave para frenar el abuso sexual, ya que cuando los menores se sienten amados no caen ante un conocido que, simulando el afecto que necesita, trata de abusar de ellos.

La seguridad, agrega, permite que los chicos recurran a alguien de confianza para decir lo que les pasa y la autoestima hace que ellos sientan que son valiosos. Cabe recalcar que esto se construye en las relaciones que los adultos, padre, madre y familia en general, tienen hacia el niño. Los insultos y los castigos disminuyen estos aspectos.

Es importante que desde pequeños aprendan a reconocer sus partes íntimas y el tipo de caricias que reciben, enseñándoles que su cuerpo es su territorio, que no deben aceptar las caricias que los hacen sentir mal y cuando no se debe guardar un secreto.

Rivero considera que obviamente es mejor prevenir, antes que darse cuenta de que sucedió el abuso. Por ello, es importante la confianza con los hijos, el diálogo en familia, la apertura a todo lo que quieran decir los chicos y, más que nada, creerles siempre. “No hay que exponer a los niños a que estén solos con personas desconocidas, así parezcan que son supersimpáticas”, señala.

Es primordial enseñarles, desde bien pequeños, a decir no, ante una mínima proposición o toqueteo de alguien, por más que sea un familiar muy cercano. Es necesario, añade la sexóloga, que el niño se sienta en total libertad de decir que no, salirse del lugar y avisar siempre a alguien en quien confíe lo que está pasando, como su mamá.

Algunas recomendaciones
Rocabado brinda algunas sugerencias para prevenir el abuso en el seno del hogar. Afirma que lo mejor es que el niño duerma en su cama y, si es posible, en su propio cuarto; que los hermanos o primos se bañen solos, que no se encierren en la habitación con nadie, sino siempre con las puertas y las ventanas abiertas; no dejarlos dormir en la casa de la suegra, de los cuñados o de la hermana. Además, lo mejor es que si la mamá trabaja, los chicos queden al cuidado de una guardería y no de algún familiar.

“Siempre hay que mostrar una actitud decisiva, no dejando lugar a la duda de que si pasa algo con sus hijos, actuarán con el rigor de la ley y que son capaces de todo por ellos. Esto puede ser determinante para que un pedófilo no se fije en sus hijos”, recomienda.

La terapeuta insiste en que la mamá debe mostrar algo de desconfianza en toda persona que se acerca a sus hijos; por más que sean familiares muy cercanos o que tengan años de conocerla, hay que transmitir la sensación de estar alerta. Tienen que dejar claro que el lazo con sus retoños es sólido, que existe una buena comunicación y que ellos no les ocultan nada y se lo cuentan todo.

“Lo importante y lo mejor que deben hacer los progenitores con sus hijos, es tener una excelente comunicación para que ellos se animen a hablar y contar si es que algo malo les pasó, no les gustó o los hicieron sentir incómodos”, concluye Rivero

Hay que generar un clima de confianza
Carolina Rivero /sexóloga

Es posible prevenir los abusos en el entorno familiar. Lo primordial es generar un clima de confianza siempre. La prevención va desde que son pequeñitos. El niño que tiene claro que nadie tiene derecho a tocar su cuerpo y si él aprende a que no tiene que dar permiso a cualquiera, es un niño que tiene más herramientas para protegerse.

Una conducta de riesgo que los papás nunca deberíamos hacer, es obligar al niño a que sea cariñoso con quien él no quiere. Ahí el mensaje que damos es: “Si es mayor, tiene todo el derecho”; o hacerles creer que todo lo que hace un adulto, por el simple hecho de ser adulto, es bueno. De ese modo, el niño aprende a que aunque a él le moleste, tiene que aceptar, porque sus papás lo ven bien y no importa si a él no le gusta. Hay que enseñarle más bien a que si él no quiere, no tiene que abrazar o besar a nadie, no dejarse tocar o acariciar ni nada.

Los niños que son abusados sexualmente llegan a tener baja autoestima, algunos quedan con dificultades después para formar pareja, si es que no logran resolver sus conflictos, eso queda como herida sangrante. También tienen dificultades en sus relaciones interpersonales en sus familias, con nuevos amigos y con los antiguos.

La pérdida de la confianza en sí mismo y la poca valoración como persona son también otras consecuencias del abuso, así como también las disfunciones sexuales, como dolor coital o el vaginismo. También pueden somatizar los síntomas: hipertensión, gastritis, trastornos digestivos varios, alteraciones menstruales, entre otros.

Señales del abuso

La víctima

Rocabado y Rivero coinciden en que el niño abusado sufre:

Cambios bruscos de conducta y comportamiento sin causa aparente: se vuelve violento o agresivo.

En la escuela se puede evidenciar un déficit de atención, sin que antes existiera. Bajan sus notas.

Se vuelve reacio al contacto humano: un abrazo, una caricia.

Su juego cambia, reproduce la escena de la violación con sus juguetes o con sus amigos.

Se puede ver que dibuja pene o cosas que se le asemejen como puntas que salen entre las piernas de la figura que representa al hombre.

Miedo a quedarse solo con alguna persona en particular. Temor cuando la mamá se tiene que ir. Terror nocturno y pesadillas.

El victimario

Ambas especialistas coinciden en que es difícil ver señales en el victimario porque muchas veces son personas que se portan muy bien y tienen excelentes modales. Pero es posible darse cuenta si:

Se lo encuentra espiando a un niño o niña.

Su pareja, hijo, hermano o cuñado tiene pornografía infantil.

A su parecer, la forma como abraza u observa a los niños o a uno en especial, es morbosa.

Le gusta el olor de transpiración de los niños exageradamente.

Su apego a los niños es más común de lo normal.

Su juego con los niños es con toqueteos de sus partes íntimas.

Las mamás deben confiar en el sexto sentido.

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