miércoles, 13 de noviembre de 2013

LOS NUEVOS VEINTE

Hace unos treinta años nos decían: “Si no te casas a los veinte, o pasás de los veintidós, solo podrás casarte con un extranjero y, si no lo lográs, entonces te quedarás a vestir santos”. Y muchas se lo tomaron en serio. Conozco a varias que dejaron sus carreras profesionales por la fuerte presión que existía y para no llevar etiquetado el más temido de los adjetivos: ‘solterona’.

Las jóvenes de hoy saben muy bien que su vida está empezando, que tienen todo el mundo por delante, que deben poner el mayor de los esfuerzos para ser profesionales de éxito, que esta etapa será la que, de un modo u otro, marcará su destino profesional y personal. Sus pensamientos están, por el momento, alejados del matrimonio o de pensar en cuántos hijos tendrán. Una vez se sienten satisfechas con sus logros profesionales y laborales, recién empiezan a considerar el formar una familia como una posibilidad viable. Para entonces ya llegaron a los maravillosos treinta. Una fantástica etapa en la que somos más maduras y nos tomamos más tiempo antes de actuar. Atrás quedaron nuestras reacciones primarias; nuestra inteligencia emocional está más desarrollada. Hemos aprendido a dejar de ser compradoras compulsivas, preferimos una buena cartera o un buen par de zapatos que cinco incómodos o unas sandalias multicolores que se despinten con el primer uso.

Vemos las compras como una inversión y no un gasto, es por ello que consideramos la calidad y la funcionalidad como requisitos indispensables antes de invertir. Entonces las prendas de diseñador o de buenas marcas están en el primer lugar de nuestra lista. A esa edad ya aprendimos que es mil veces mejor un accesorio original, de una firma estándar, que la imitación de una gran marca. A los 30 te tomás el tiempo necesario para elegir una buena cartera, un buen reloj, quizás Cartier, que seguro te acompañará el resto de tu vida y que fue tu objeto de deseo muchos meses antes de convencerte que era hora de tenerlo. Una chamarra de cuero, una camisa blanca de seda china, un trench Burberry, unas gafas… ¿quizás Dolce & Gabbana? Y maquillaje Dior o Sisley con colágeno y mascarillas hidratantes para borrar los signos de cansancio y las aún imperceptibles patas de gallo o marcas de expresión. Tratamientos especiales para las puntas dañadas por el tinte, pues amás tu pelo que todavía es largo. En las tres décadas empezamos a tomar en serio la constancia en el gimnasio, comenzamos por el Pilates, quizás el yoga y, para las más valientes, las pesas y el spinning. Empezamos con las dietas y comemos más sano y menos junk food. Jugos naturales, verduras, pescados y cereales son la base de nuestra alimentación. Así estamos listas para enfrentar una nueva década sin mayores traumas.
Dicen que los treinta de hoy, son ‘los nuevos veinte’. Las treintañeras tienen el mundo a sus pies y el futuro en sus manos... ¡disfrútenlos al máximo!

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