jueves, 3 de octubre de 2013

Secretos para despertar la pasión

“El sexo no solo crea vida, sino que además nos carga de energía positiva”, señala la escritora natural de la isla española de Mallorca, Roser Amills. “Sin embargo –matiza esta experta en tendencias y asesora editorial- a menudo nuestra felicidad sexual se ve dificultada o reducida por diversas trabas, apatías, tergiversaciones, malentendidos, discusiones absurdas y falta de autoestima”.

“Las cosas van mal cuando una de las partes obliga a la otra a hacer algo que no quiere, cuando uno de los dos no se siente satisfecho, o cuando hay aburrimiento”, sintetiza esta experta.

Si queremos recuperar la capacidad para disfrutar de nuestra vida amorosa en todo su potencial, debemos superar estos obstáculos, de acuerdo a la autora de ‘¡Me gusta el sexo!’.

Para valorar nuestro nivel de felicidad más íntima, Amills (www.roseramills.com) recomienda plantearse estas preguntas: ¿Estamos realmente satisfechos con nuestra vida sexual? ¿Somos felices con nuestra pareja? ¿Somos capaces de hablar de sexualidad sin vergüenza? ¿Disfrutamos de nuestras relaciones plenamente?

Para que las respuestas a estos interrogantes sean afirmativas, es decir para mantener vivo el deseo y recuperar las riendas de nuestro erotismo, Amills comparte con Efe algunos consejos prácticos y realistas para aumentar nuestra felicidad sexual y para que no decaiga, “pase lo que pase”.

Tres de los mayores adversarios psicológicos de la sexualidad plena y satisfactoria son: el aburrimiento, la dependencia y los miedos, de acuerdo a la escritora .

Evita las relaciones “vainilla”

“El aburrimiento en una pareja no nace en la cama, sino mucho antes, cuando se aburren juntos mientras cenan, por ejemplo”, señala Roser Amills.

Según esta experta, “a veces la otra persona es encantadora y nos trata de maravilla, pero en la cama tiene la gracia de un pez. Hay que decirle que no al ‘sexo vainilla’ es decir a las relaciones sexuales aburridas e insípidas”.

Para Amills, la sexualidad “vainilla” consiste en aburrirse mutuamente por ser la relación tibia e intelectual, y por ser tan sosa, “que apenas apetece”.

“No hay que perder de vista que se trata de sentirse a gusto, comunicarse y dar prioridad a eso tan olvidado entre las sábanas que es la diversión... además de tener orgasmos”, añade la autora de ‘¡Me gusta el sexo!’.

“Para las personas con tanto “intelecto” y tan poca sensibilidad natural, el instinto parece abandonado a su suerte o ignorado en la vida moderna sofisticada. O despreciado, o escarnecido, en películas ridículas y en rincones oscuros”, según esta especialista.

“A veces ponemos demasiados adornos al sexo, lo separamos de sus mecanismos naturales reprimiendo nuestro instinto por ‘el qué dirán’, o para establecer roles de poder, como el hacernos de rogar, o ejercemos un papel durante el acto sexual” opina Amills, que añade: “para ser feliz hay que dejar fluir la sexualidad (animal, sana, natural) que contenemos, libremente, sin cortapisas”.

Para esta escritora “la felicidad sexual es hacer aquello que necesitamos y deseamos, sin tensiones ni estrés, dejándonos llevar. Por eso hay que saber aceptar lo que se nos ofrece sin remordimientos, disfrutándolo porque nos apetece, y negarnos a lo que no nos gusta, sin tratar de contentar a nadie más que a nosotros mismos”.

Esta felicidad, según Amills, hay más posibilidades de obtenerla con una pareja estable, cuando “equivale a más confianza, más naturalidad y más sexo feliz y juguetón”.

Propiciar la felicidad hasta donde se pueda

“Nuestro ‘deber’ no es hacer que las personas a las que queremos estén felices, sino propiciar su felicidad hasta donde se pueda, ya que la felicidad individual depende de cada uno”, señala Roser Amills.

“La persona dependiente no sabe construirse su propia felicidad y, si sigue así, terminará confirmando sus temores: perderá no solo la alegría, sino también a su pareja. Porque nadie puede hacer feliz a otro; cada uno se hace feliz a sí mismo”, agrega.

Para Amills, “todo se complica para una persona emocionalmente dependiente y su situación puede hacerse difícil cuando su cabeza comienza a dar vueltas hasta pensar cualquier cosa sobre los comportamientos de su pareja, ya que busca la felicidad en esa unión y no su propia felicidad individual”.

En este punto la experta es tajante: “no hay que estar con nadie para que nos haga felices, sino porque lo somos por nuestra cuenta y coincide que estamos al lado de esa otra persona para compartir nuestra felicidad”.

Amills se muestra convencida de que “una buena relación con la sexualidad (sincera y natural), es clave para tomar buenas decisiones en la vida, para tener una imagen satisfactoria y fructífera de uno mismo y los demás, para poder comunicarnos con nuestras parejas a lo largo de los años, y de nuestros cambios y los suyos”.

“Cuando nuestra sexualidad esté sana (cuando hagamos y pidamos lo que realmente nos sienta bien) y le permitamos al otro hacer lo mismo, todo estará en orden y podremos aclarar con nuestra pareja, y con nosotros mismos, lo que nos apetece en cada momento”, señala esta escritora.

Un ejemplo de esta buena comunicación –según la experta- son los celos, pues “si podemos reconocer ante nosotros mismos las inseguridades que los ocasionan, y compartir esta sabiduría con el otro, lúdicamente, riéndonos de las propias debilidades, los celos se desactivan y todo resulta mucho más sencillo”.

¡Fuera miedos!

Amills se muestra categórica respecto de los temores: “¡Hay que dejar de temer a lo que no conocemos del mejor modo posible, el más inteligente: conociéndolo!”.

Según la autora, “el mero hecho de vivir ya es una experiencia sensual que nos permite conocernos mejor y ser más comprensivos con los demás y la sexualidad nos posibilita entrar en el interior del otro (literal y espiritualmente), verle las costuras, y quitarnos máscaras y miedos, autosuperándonos”.

“Hemos de reconocer y aceptar nuestras virtudes y defectos y aprender a amarlos y desear, con todas nuestras fuerzas, que los demás puedan hacer lo mismo, pues cuanto más rápido entendamos que no se puede caer bien a todo el mundo, más felices seremos”, enfatiza Roser.

Además “conviene que reconozcamos que nadie llega enseñado y necesitamos ampliar nuestra cultura sexual. No hace falta probar todas las técnicas ni posturas. Es suficiente con ir por la vida con la mente abierta y ganas de tolerar lo que no conocemos y aprender y, sobre todo, con la humildad de preguntar o consultar lo que no sabemos o no entendemos”, señala.

“Hay que practicar para ir mejorando en nuestra sexualidad, ya que si solo tenemos la teoría, no avanzamos”, apostilla.

Para lograrlo, Amills aconseja: “dejémonos ir como cuando éramos niños y jugábamos con barro o comíamos con las manos. No nos preocupemos por mantener las formas. Juguemos, divirtámonos y seamos ‘paranoicos al revés’: tomémoslo todo bien, lo que sucede nos conviene, y sospechemos que el otro siempre está planeando algo para hacernos felices”.

Además, destaca Amills a modo de conclusión que “hay que recordar que la felicidad sexual no depende únicamente de las relaciones sexuales, ni de lo que sucede en la cama, sino también de la actitud con la cual nos enfrentamos a los entreactos”.

Claves

"No hay que estar con nadie para que nos haga felices, sino porque lo somos por nuestra cuenta y coincide que estamos al lado de esa otra persona para compartir nuestra felicidad”, dice tajante la escritora Roser Amills.

"El aburrimiento, la dependencia y los miedos, son tres de los mayores adversarios psicológicos de la sexualidad plena y satisfactoria, y que por tanto hay que mantener a raya”, según Amills.

"No hay que perder de vista que se trata de sentirse a gusto, comunicarse y dar prioridad a eso tan olvidado entre las sábanas que es la diversión... además de tener orgasmos”, señala la autora del libro ‘¡Me gusta el sexo!’.

QUICKIE

El ciclo de respuesta sexual humana tiene 4 etapas: la etapa de excitación, la platea, la orgásmica y la de resolución. Todas son iguales para hombres y mujeres, aunque los detalles físicos en cada etapa varían entre sexos.


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